Uno de los diseños presentados por Gucci, en Milán
Uno de los diseños presentados por Gucci, en Milán - ABC
Semana de la Moda de Milán

El mundo al revés y la ensalada de estilos

Las grandes marcas han hecho gala de un verdadero «Juego de Rol» con atuendos sorprendentes

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Las casas de moda italianas hacen encaje de bolillos para diferenciarse unas de otras esta temporada y, en ocasiones, acaban por suplantar sus «identidades» de modo sucesivo. Basta con echar un vistazo a estas fotografías para intuir lo que en realidad ocurre en la pasarela de Milán. Cualquiera que haya seguido a alguna de estas marcas en la última década, comprobará los enormes cambios de imagen que han sufrido en un verdadero juego de rol.

El desfile de Gucci, otrora paradigma del «sensual power», según palabras del mismísimo Tom Ford, se ha convertido en esta temporada, en manos del muy creativo Alessandro Michele, en una combinación de los desfiles antiguos de Pucci, los colores zíngaros de Etro y el juego infantil que en otra época lucía Moschino.

Todo bajo el paraguas del eterno surrealismo al que dio vida Miuccia Prada en el pasado. Imposible aburrirse, pero también imposible reconocer ni el más mínimo vestigio de la marca creada en 1921 en Florencia por Guccio Gucci con el afán de ofrecer una exquisita colección de prendas de viaje y accesorios de corte ciertamente británico. No obstante, los bolsos, zapatos y vestidos de la colección son verdaderas obras de arte.

Gucci
Gucci

Prada, en cambio, tantos años posicionada en ese perfecto punto medio entre los años 50, el surrealismo y lo clásico, viendo cómo Gucci, Louis Vuitton e incluso Dolce & Gabbana se apoderaban de ese espacio que ella ocupaba en la mente del público, ha notado caída en ventas y ha decidido poner pies en polvorosa. Eran muchos indios en un posicionamiento de marca tan específico. Así pues, se ha lanzado a presenta colecciones sorprendentes -al menos en pasarela- con motivos puramente étnicos, como los verdaderos atuendos de esquimal con gorro incluido o los bikinis de lana con pantalón de pana y gorra tipo Oliver Twist.

Versace, el eterno sexy de la pasarela milanesa, ha convertido a sus modelos, antaño luciendo escotes de vértigo y faldas con abertura de más de un metro, en verdaderas deportistas de campeonato con una colección de prendas en tejidos técnicos inspiradas en el atletismo y el esquí. Si no lo veo, no lo creo. Pucci, la casa de los tejidos en tonos alegres en dibujos geométricos y materiales vaporosos, ha transformado su desfile en una pasarela de atuendos monocolor, combinando tejidos pesados, mates y brillantes, y añadiendo unos larguísimos flecos a las mangas. Quien lo ha visto y quien lo ve. Ni rastro del Pucci de siempre.

Los conjuntos del transgresor Cavalli, siempre plagado de modelos ideados para vampiresas vestidas de animal print y serpiente, han sido más sutiles y elegantes que nunca, recuperando la feminidad de las señoras italianas como Marella Agnelli, utilizando tonos neutros y tejidos mates. Lo nunca visto.

Y para colmo, el desfile de Moschino, habitualmente una sarta de originales chifladuras, con vaqueros, camisetas con personajes infantiles bordados, cazadoras y prendas deportivas, cambió totalmente de estilo en este desfile para el otoño invierno 2017- 2018. Una bellísima Kendall Jenner, abría la pasarela con un traje de chaqueta recto en tela y charol , todo en un nada habitual tono para la casa italiana, un color café con leche, con bolso de dos asas de estilo muy «lady» y zapatos de puntera bicolor de inspiración Chanel.

Gigi Hadid desfila para Moschino
Gigi Hadid desfila para Moschino - AFP

La guapísima Gigi Hadid desfiló también para Moschino, vestida de beige, con una gabardina de corte Burberry y el peinado de Tippi Hedren en «Los Pájaros», cual renovado personaje de Hitchcock en versión siglo XXI. Quizás esta colección ha sido la apuesta más tradicional de la divertida, irreverente y juvenil marca de moda que tanto había perdido desde la muerte de Franco Moschino en 1994. Pero a su vez, la selección de prendas ha reunido elementos clásicos de lo que hubiese podido ser un desfile de Mademoiselle Chanel, combinados con la astucia y el uso poco ortodoxo de los tejidos de los que el genial Moschino solía hacer gala. Una apuesta limpia, ocurrente y fresca, además de moderna y comercial. Lo dicho: no hay títere con cabeza en esta ensalada milanesa de estilos. Quizás, todo cambia para que todo siga igual.

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