Muere Mireille Darc, icono del cine francés de los 60 y 70

Pareja durante 15 años de Alain Delon, fue actriz, fotógrafa y símbolo de liberación

La actriz francesa AFP

JUAN PEDRO QUIÑONERO

Mireille Aigroz murió ayer, a los 79 años, víctima de una larga y penosa enfermedad que combatió con la elegancia de una gran señora. Había sido operada en dos ocasiones del corazón y, en 2016, sufrió dos hemorragias cerebrales. Frágil físicamente desde la infancia, siempre estuvo dispuesta a embarcarse en las aventuras más imprevisibles, no solo cinematográficas.

Creció en el seno de una familia trabajadora, en Toulon. De aquella primera infancia venía su lengua muy rica en argot popular y acentos de barriada de provincias. Su madre era propietaria de una modesta tienda de ultramarinos y su padre no biológico fue jardinero. Desde pequeña se refería a ella como «la bastarda». Una crueldad familiar que curtió su piel más íntima, dando a su sensibilidad personal una profundidad etérea. Aquella primera educación sentimental quizá le proporcionó la disposición a aceptar casi cualquier trabajo, de las provocaciones de Jean-Luc Godard a las comedietas populares de George Lautner e Yves Robert . En una película de éste último («El gran rubio con un zapato negro»), Darc lució un espectacular e icónico vestido de Guy Laroche .

El gris sucio mediterráneo del Toulon de su infancia no era para ella. Y lo dejó todo para estudiar arte dramático en París, en una academia privada. Pagaba sus estudios de teatro más o menos clásico paseando perros de familias aristocráticas y trabajando como vendedora en grandes almacenes, como Le Printemps. La joven Mireille Aigroz abandonó el apellido paterno para convertirse en Mireille Darc, en recuerdo de Jeanne d’Arc (Juana de Arco) y el río Arc de su infancia.

La chica de barrio

Su gracia curtida en barrios populares, así como su talento de joven dispuesta a comerse el mundo, la convirtieron pronto en una heroína de comedias sin fuste, pero con gracia. Como «hija» cinematográfica de Louis de Funes , Mireille Darc daba un tono entre humorístico y sexy que hizo furor en una Francia que apenas comenzaba a «liberarse». Era la joven vecina de un barrio modesto, dispuesta a «ser libre» con discreta coquetería.

Aquellas primeras experiencias, filmadas por Lautner, la convirtieron en un arquetipo de la Francia previa a Mayo del 68. Fue Jean-Luc Godard , el lobo del nuevo cine francés, quien le ofreció su primer gran papel en «Week End», una «comedia» negra, atroz. Su personaje tomaba su forma definitiva: mujer libre navegando por una sociedad que coqueteaba con el abismo.

Un año después, Darc se cruzó con Alain Delon durante el rodaje de «Jeff», de Jean Herman . La pareja Delon-Darc duró unos quince años, en los que nunca se dejó de recordar que el galán había destrozado el corazón de la bella Romy Schneider , a quien abandonó por Darc. Al final, Mireille se hartó del vagabundeo erótico y sentimental de un hombre instalado en el podio del estrellato.

La madurez definitiva

Rota la relación con Delon, Darc encontró en el periodista, historiador y autor de canciones populares, Pierre Barret , otro compañero sentimental de excepción. Frágil físicamente como ella, Barret murió pronto. Y la actriz tardó varios años en rehacer su vida con Pascal Desprez , un arquitecto parisino. Quedaba ya muy lejos el personaje de la joven francesa de los años 60 del siglo pasado, rubia platino, «peligrosa», dicharachera, con mucho sentido del humor y la gracia melancólica de las mujeres que saben sufrir en soledad, con el cigarrillo y la sempiterna sonrisa en los labios.

Comenzaba una nueva vida. En un libro de memorias, Darc contó su encuentro con una «periodista» que le descubrió la verdadera historia de su padre biológico, un marino aventurero que habría muerto en Indochina, durante la Segunda Guerra Mundial.

La Mireille Darc de la madurez definitiva, durante los últimos diez o quince años, descubrió muchas otras sabidurías. Fue una fotógrafa más que digna. Dirigió varios documentales , entre los que destaca un homenaje a los refugiados e inmigrantes ilegales. Su antigua historia de amor con Alain Delon se había transformado en una amistad y complicidad profunda. Y fue Delon quien dio las primeras noticias de su recuperación. Pero fue en vano. Mireille permanecerá como símbolo de la metamorfosis de la mujer francesa del último medio siglo.

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