María del Prado, mujer de Pablo Hohenlohe, arrasa con su mindfulness en Instagram

Sus sesiones con música y movimiento se han puesto de moda durante el Covid19

María del Prado ABC
Teresa de la Cierva

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Desde Australia, Africa, USA, Mexico, Uruguay, Chile, Argentina, Finlandia, UK, Italia y por supuesto España, se conectan de lunes a viernes en su cuenta de instagram (@mariadpm) más de 600 personas, para seguir las sesiones gratuitas de mindfulness de esta aristócrata, hija de los Marqueses de Caicedo, y casada con Pablo Hohenlohe , nieto de la Duquesa de Medinaceli. «Es increíble pero todos sentimos la vibración de tanta gente meditando a la vez. Tiene muchísima fuerza», asegura María de la Luz del Prado Muguiro , que lleva ese nombre en honor de la Virgen de Arroyo de la luz, el pueblo donde tenía el campo su familia.

Cuenta que empezó a realizar meditaciones en redes en cuanto empezó el confinamiento, porque quería ayudar a los que estaban asustados de la mejor manera que sabe, meditando con ellos. «Nos ayuda a todos navegar con la incertidumbre, y recibo mucho más de lo que yo doy», asegura. María es terapeuta transpersonal, consultora de mindfulness e instructora de meditación y se dedica, profesionalmente, a organizar en por toda España (y en breve on line) unos talleres de Arteterapia y Musicoterapia, denominados «EMOCIONARTE». El hilo conductor es la música, y trabajan disciplinas como pintura, psicoteatro, expresión corporal, escritura creativa, y Static Dance (se baila durante una hora con los ojos vendados para desinhibirse y expresar emociones a través del cuerpo).

También en Alcuzcuz (Marbella), en la antigua casa del decorador Jaime Parladé , realiza retiros de mindfulness, jardinería, yoga y masajes. Y dirige «eventos conscientes» en los que camufla un taller dentro de un evento social para dotarlo de sentido o profundidad: «Lo último, una cena de acción de gracias, sin móviles, en la que cada asistente tenía que escribir 3 cosas por las que estaba agradecido, y fue maravilloso ver como la gente cogía el micrófono para hablar de sus emociones».

¿Cómo se inició en este camino?

«Hace 10 años, trabajando como directora comercial en España de la firma Chloé, me diagnosticaron un cáncer -casualmente el día de la Virgen de la Luz- y ese fue el detonante de una transformación radical en mi vida. Lo pasé muy mal y aún se me encoge el estómago al recordarlo, pero a la larga, fue una bendición. Cuando acepté la situación, empecé a mirar la enfermedad desde otra perspectiva, a juzgarme menos, a perdonar, a vivir el presente, a admitir emociones. Y empecé a sentir la vida más que pensarla». El punto de partida fue el yoga, y eso le llevó a la meditación y a formarse en la Escuela de desarrollo Transpersonal» del Escorial y a aprender Musicoterapia con Carol Villalón (Barcelona).

En la escuela Aulafic de San Pedro de Alcántara tiene un «vocal coach», porque María, además de todo, canta como el ángel que es para sus seguidores. Toda esta formación musical es lo que marca la diferencia de sus meditaciones. « La música emociona y trabajar con ella, es trabajar con magia. Tiene que ver con el sentido del oído y también el del tacto porque “toca” y eriza la piel. Tiene un efecto horizontal social que te conecta con el otro y uno vertical y espiritual que te conecta con el corazón. Y, al igual que el sexo o las drogas, fomenta la neuroplasticidad y estimula los neurotransmisores», explica. Otra de sus herramientas diferenciadoras es la expresión corporal. «El cuerpo siempre es presente, lo que no lloras lo terminará llorando tu cuerpo o alguno de sus órganos», afirma.

Otro de sus éxitos es que evita el «bypass espiritual». «Si algo he aprendido es a reconocerme tremendamente humana. Tengo miedos, ansiedad, mal humor, envidia, critico, me juzgo a mi y a otros, me emborracho a veces y me aburre y me cuesta meditar. Creo que reconocerme así pública y personalmente hace que mis seguidores me vean más auténtica».

¿Cómo gestiona sus emociones, y las de los demás, durante el coronavirus?

«Trabajando el sufrimiento, entendiéndolo como la no aceptación y el continuo machaque de pensamientos, suposiciones y juicios que acompañan al dolor tipo: “esto no debería ser así” “siempre me pasa lo mismo”, etc.»

También predica contra el falso positivismo . «El positivismo y los libros de autoayuda han hecho mucho daño. Nos han enseñado que no esta bien sentirse triste, ansioso, rabioso, pero si ocultamos esas emociones vivimos bajo la presión y la resistencia hasta que un día explotan. Las emociones vienen para ser sentidas, y no pensadas o evitadas. Hay una especie de “cultura de la felicidad” que considero dañina, nuestra mayor fortaleza es reconocernos vulnerable».

¿Toda esta vida interior le impide tener vida exterior?

«Me encanta socializar, conversar y conocer gente nueva. Se trata de hagas lo que hagas, sea con atención plena y sentir la vida más que pensarla. Desde mi enfermedad intento hacer lo que me gusta y me divierte, y me bebo la vida a borbotones».

¿Cómo ha calado en su familia este cambio de vida?

«Mi hija Cecilia (15 años) tiene la voz como de terciopelo y, a pesar de su timidez, canta en algunas meditaciones, y el otro día escuché a mi hija Allegra (16) explicar a una amiga suya cómo tenia que gestionar la rabia, y lo hacía genial».

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