La mansión PlayBoy se convierte en el geriátrico particular de Hugh Hefner

Las chicas que habitan allí lo hacen por tener cama y comida gratis. Sólo se ven enfermeras y el edificio está degradándose

MADRID Actualizado: Guardar
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El anuncio, a comienzos de la pasada semana, de que la revista «Playboy» ya no desnudará a más mujeres puede que termine siendo el acta de defunción de un imperio mediático ideado y organizado en la mente de uno de los personajes más excéntricos y controvertidos de la cultura popular del último medio siglo: el multimillonario Hugh Hefner. En en un artículo publicado en «The New York Times», Scott Flanders, presidente ejecutivo de la compañía, explicó que el auge de la pornografía en internet les ha obligado a acometer este cambio en su estrategia comercial. Así pues, adiós a los desplegables y a los eróticos posados tamaño póster.

Ahora es otro símbolo del pasado poderío de Hefner el que se encuentra en una degradación que ya parece imparable: la legendaria mansión Playboy, aquella casona situada en Beverly Hills, de 27 habitaciones y en la que el anciano millonario ha convivido durante años con las conocidas como «playmates» (conejitas).

Todas ellas tienen o han tenido en común un físico espectacular, la ambición de hacerse famosas y una evidente falta de escrúpulos a la hora de compartir cama y mesa con Hefner. Algunas fueron esposas, otras las favoritas y muchas tan solo estuvieron de paso. Pero una buena parte de ellas desvelaron con el tiempo (el mejor ejemplo es el libro de Izabella St James, publicado en 2010), que la vida en la mansión Playboy era de pesadilla: horarios intempestivos, drogas, humillaciones, traiciones, sexo forzado con hombres (famosos incluidos) bajo permanente supervisión y una lucha encarnizada entre las chicas por ganarse un lugar estable en el lecho del jefe.

Personal sanitario

Una de ellas, la modelo británica Carla Howe (25), ex novia del futbolista Mario Balotelli, ha desvelado a «The Sun» que los días de gloria han quedado atrás y que los visitantes más asiduos ya no son los ricos y poderosos dispuestos a abrir la billetera y bajarse la bragueta para pasar una gran noche, sino las enfermeras. Según Howe, la casa de este magnate que parecía incombustible ya no es aquel palacio para el recreo erótico, sino un geriátrico donde el único inquilino que requiere cuidados es el propio Hefner. Al fin y al cabo, se trata de un anciano de 89 años y ahora el frenesí ha dado paso a las noches tranquilas y «las orgías y las chicas desnudas» han abierto hueco al personal sanitario.

Carla, que divide su tiempo entre el Reino Unido y California, ha desvelado que Hugh prefiere los juegos de mesa («la mayoría de las veces opta por el ajedrez», dice) y ver películas antiguas. Además, el edificio está empezando a deteriorarse de una manera imparable: «Casi nunca sale de su casa y se niega a cambiar nada en la mansión. Se siente como si estuviera atrapado en la década de 1980». La joven explica que los viejos teléfonos de pared cuelgan desvencijados, que los dormitorios están llenos de humedades y que allá dentro hace frío.

En cuanto al régimen de comidas, por supuesto todos los habitantes de la mansión Playboy han de ajustarse a la dieta de Hefner. Se cena a las seis y media de la noche y normalmente se sirve caldo de carne con perejil que, según Carla, sabe «como la comida del hospital». A las siete, Hefner se levanta de la mesa y se dirige a la sala de proyecciones para ver uno de sus viejos filmes. Cuando acaba, se acuesta. El problema, según la joven modelo, que vive en la casa desde hace tres años con una hermana, ella y el resto de las chicas repartidas en 22 dormitorios están sujetas a un estricto toque de queda a las nueve de la noche. «Es como estar en la cárcel». Las visitas de amigos de las «playgirls» por supuesto están prohibidas.

El salario

El salario que antaño recibían las «conejitas» de algo más de 850 euros a la semana ha sido eliminado y las mujeres que viven allí lo hacen para tener «alojamiento y comida gratis». Ya Izabella St James denunció en su día las precarias condiciones de la aparentemente rutilante mansión. En su libro escribió que «cada habitación se había amueblado de manera aleatoria, como si alguien hubiera ido a una tienda de caridad y comprara lo básico. A pesar de que todas hacíamos esfuerzos para decorar nuestras habitaciones y darles un ambiente hogareño, los colchones de las camas eran asquerosos, viejos, desgastados y manchados. Las sábanas tampoco estaban en mejores condiciones».

Sin besos y con vigilancia

Otra «playmate», Holly Madison, quien protagonizó el reality «Girls Next Door» y fue pareja de Hefner en 2008, ha contado que su paso por la mansión le acarreó una profunda crisis mental y anímica. A la hora de practicar sexo con el magnate, reconoce que había «cero intimidad. Sin besos, sin nada. Todo era tan breve que ni siquiera puedo recordar lo que se sentía más allá de tener un cuerpo pesado encima. Ni que decir tiene que, para mí, el sexo nunca fue el punto culminante de la relación».

Ante estas y otras acusaciones Hugh Hefner realizó en su día una declaración en su revista en la que precisó: «En el transcurso de mi vida he tenido relaciones románticas con mujeres maravillosas. Muchas compartieron conmigo una vida feliz, sana y productiva y estoy encantado de decir que siguen siendo amigas muy queridas a día de hoy. Lamentablemente, hay algunas otras que han optado por reescribir la historia en un intento de ser el permanente centro de antención. Supongo que, como dice el viejo refrán, no se puede ganar siempre». Ellas perdieron, pero ¿habrá llegado ya la hora de la derrota de este viejo tiburón?

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