La lucha de la Princesa Haya destapa el lado más oscuro de Dubái

La jordana y el emir Mohamed bin Rashid al Maktum se enfrentan en los tribunales por la custodia de sus hijos

La Princesa Haya, casada con el emir de Dubái, en Londres REUTERS
Silvia Nieto

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Poblados de amores imposibles, jaulas de oro y reyes tristes, los cuentos con los que se adormece a los niños flotan en la memoria de los adultos, atrapados por las historias donde la realidad se asemeja a las ficciones de su infancia. El pasado julio, cuando se supo que la esposa de Mohamed bin Rashid al Maktum , el emir de Dubái, había abandonado Emiratos Árabes Unidos (EAU) para refugiarse en Londres, Reino Unido, en su lujosa mansión de Kensington Palace Gardens, los tabloides británicos se regocijaron con justicia. El suceso era explosivo. La Princesa Haya, de procedencia jordana y 45 años, había roto la relación con su marido, de 70, mediante una evasión vaporosa, un desafío de consecuencias incalculables en el mundo de las monarquías árabes del Golfo, donde pertenecer a la realeza no alivia los rigores del trato que se dispensa a las mujeres. Organizaciones en denfesa de los derechos humanos, como Amnistía Internacional, denuncian a menudo el trato que allí sufren.

Para gozo de la prensa británica, la trama de folletín no se detuvo con la noticia de la huida. La historia, por el contrario, se fue complicando con el paso de los días. El emir, aficionado a escribir poemas, publicó algunos versos desairados contra su esposa en su perfil de Instagram, donde lloraba su traición y presumía de la indiferencia que sentía ante la suerte de su todavía mujer. Mientras tanto, el periódico «The Times» especulaba con la posibilidad de la Princesa Haya se hubiera fugado para evitar el castigo que le deparaba una supuesta aventura con su guardaespaldas, de apariencia más apuesta que la de su cónyuge, un anciano que acumula a sus espaldas otros cinco matrimonios y una florida descendencia compuesta por 23 vástagos.

Sea o no verdadera la historia del romance extramatrimonial, lo cierto es que la fama del emir de Dubái no es precisamente tranquilizadora ni hace pensar en una respuesta piadosa ante el escándalo causado por la marcha de su mujer. En marzo de 2018, la Princesa Latifa , hija de su relación con otra de sus esposas, denunció los maltratos que sufría a manos de su padre y abandonó EAU, pero fue detenida y llevada de vuelta a Dubái. Meses más tarde, la joven reapareció con aparente buen aspecto, pero Radha Stirling, presidenta de una asociación que denuncia las violaciones de derechos humanos en el emirato, afirmó que la chica había sido «sedada».

Bien asesorada

La Princesa Haya no parece dispuesta a repetir esa pericipecia fallida y sí a airear las vilezas de un mandatario que había revestido su vida de un apariencia de ensueño. El martes, la esposa fugada acudió al Tribunal Supremo de Londres para pedir «protección contra brutalidades» y preservar la custodia de sus hijos, un niño de 7 años y una niña de 11, que la acompañaron, junto a 34,6 millones de euros, en su huida de Dubái. Aunque el emir exige que los menores regresen, la Princesa también ha reclamado una «protección contra matrimonio forzado», que se cree que afectaría a uno de los pequeños. Lo cierto es que la jordana está bien asesorada . Fiona Shackleton, su abogada, también lo fue del Príncipe Carlos durante su divorcio de Lady Di. Además, por lo pronto parece que disfruta del favor de la opinión pública: manifestantes congregados en la capital británica portaban pancartas contrarias al emir. «Patrocinador de la esclavitud y la prostitución», se leía en ellas.

Dejando a un lado esta narración novelesca, las repercusiones de la huida de la Princesa Haya alcanzan dimensiones diplomáticas que trascienden a las pasiones individuales de los protagonistas de esta historia. Comprenderlas exige acercarse al contexto que las envuelve.

Riesgo internacional

Haya Bint Al-Hussein nació en Amán, capital de Jordania, en 1974, hija del monarca Hussein y de una de sus esposas más queridas, la Reina Alia, portadora de un aura reformadora y feminista y muerta trágicamente en un accidente de helicóptero. La niña, que creció sin su madre, estudió en la Universidad de Oxford, donde aprendió Filosofía y Economía, pero los estrechos vínculos entre Jordania y el Reino Unido no nacieron con ese intercambio académico. Terminada la Primera Guerra Mundial, Londres comenzó a administrar el mandato de Palestina, que comprendía parte de la actual Jordania. Los británicos se retiraron en 1946, momento en el que el país obtuvo la independencia. Todavía hoy, la clase alta y media jordana habla inglés. No cuesta imaginar que la relación entre las familias reales de ambos países se define por la complicidad.

Aunque la decisión de la Princesa Haya de esconderse en Londres posee coherencia histórica, compromete gravemente las relaciones exteriores de Jordania. El actual monarca es su medio hermano , el Rey Abdalá II. Para el reino, además de EE.UU. y la cooperación con Israel, los países del Golfo, sobre todo Kuwait, EAU y Arabia Saudí, son aliados esenciales. Fuentes árabes, como ya informó este diario, sugirieron que la marcha de la Princesa se debía a las presiones que recibía para logar que Amán se implicara con más estrechez en los frentes diplomáticos de los EAU. Sea como sea, el deterioro del trato es más que previsible.

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