La justicia no localiza a los hijos de Ruiz-Mateos y aplaza el juicio de paternidad contra el empresario

Adela Montes de Oca, de 24 años, tendrá que esperar para poder utilizar el apellido Ruiz-Mateos. La joven estadounidense, que en su día presentó una demanda de paternidad contra el fundador de Rumasa y que hace dos meses logró aplazar la incineración de los restos del empresario, aún no podrá verse las caras con sus supuestos hermanos en los juzgados de Madrid. Estaba previsto que el proceso comenzara en el mes de noviembre. Teresa Bueyes, su abogada en España, esperaba que la jueza aprobara su solicitud de un examen de ADN, la última prueba para dictaminar sobre la demanda. Sin embargo, la justicia no ha logrado localizar a los trece hijos del polémico magnate jerezano y ha suspendido la vista.

Por ahora, Adela tendrá que seguir lidiando con la etiqueta de «hija secreta”», la número catorce del clan de la abeja. «Creo que mis hermanos han puesto trabas en el proceso. Si hubieran ayudado, sin duda el caso ya estaría resuelto», explicaba ella misma en una entrevista a ABC realizada en el mes de septiembre, pocos días después de la muerte de su supuesto padre. «Me da lástima. Todo habría sido más fácil si él estuviera vivo. Suena un poco feo que ahora tengan que exhumar sus restos para esto. Me duele, pero ya no hay marcha atrás», añadía en conversación telefónica desde su casa en Chicago, Estados Unidos. «Entre ellos mismos (en referencia a sus hermanos) tampoco se quieren. Por eso no espero que me quieran a mí», concluía.

Adela lleva tres años reclamando una prueba de paternidad contra José María Ruiz-Mateos. La muerte del empresario de 84 años, ocurrida el pasado 7 de septiembre, ha entorpecido el proceso. Pocos días después de su fallecimiento en El Puerto de Santa María, el Juzgado de Primera Instancia número 2 de Pozuelo de Alarcón ordenó el retraso en la incineración del cuerpo para practicarle una prueba de paternidad solicitada a instancias de Montes de Oca. La joven lo definió como un «triunfo agridulce». Según Bueyes, la falta de colaboración de los trece hijos del empresario jerezano lo complica todo aún más.

«Lo que más me duele es que no lo pude ver, no pude despedirme. No quiero echarle la culpa a nadie, pero mis hermanos no me dejaron verle en su lecho de muerte», revelaba Adela a ABC. «Ellos tienen una imagen pública de familia perfecta y no querían mala publicidad. No quieren que lleve el apellido ni que tenga los derechos que me corresponden. Con la relación que yo tuve con mi padre, con el que siempre me hablé, sé que fue su familia la que se opuso a la prueba de ADN», decía.