Felipe Varela
Felipe Varela - E. S. B. y A. D. A.

El final del «monopolio» Varela

El guardarropa de la Reina ya no es territorio de un único diseñador. Ahora hay más variedad

Madrid Actualizado: Guardar
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Ni en el Camino de Santiago ni en la peregrinación a la Virgen de Lourdes. Fue en Madrid, y a manos de nuestra actual Reina, como a Felipe Varela le ocurrió el milagro de su vida. Consistió en pasar de ser un modisto casi desconocido a convertirse en un referente en el mundo de la moda internacional.

En algún momento entre 2002 y 2003, Doña Letizia -ya en relaciones con Don Felipe- se dio una vuelta por la calle Ortega y Gasset, posiblemente para conocer o visitar a Doña Elena, que entonces vivía en el número 30 de la calle. Justo debajo de su casa se encontraba una discreta tienda sin acceso directo desde la calle en aquel momento, poco frecuentada, pero con prendas correctas.

Fue probablemente la seriedad y prudencia de Felipe Varela, aparte de su saber hacer, lo que conquistó a Doña Letizia. No en vano, su madre, Paloma Rocasolano, y su hermana Erika eligieron sendos conjuntos de Varela para la Boda Real, en mayo de 2004. Poco a poco, Doña Letizia fue adoptando en su guardarropa estilismos de Varela. Fue así como se aficionó al escote ilusión, a las mangas tres cuartos o el encaje.

Varela se había formado en Mugler, Lanvin y Dior, regresando a Madrid en 1996 para estrenarse por su cuenta en Cibeles y abrir tienda un par de años después.

La entonces Princesa de Asturias fue poco a poco pidiendo modificaciones a las creaciones de Varela, adaptando las prendas a su propio gusto e influyendo en las colecciones del modisto. La clientela, cada vez más amplia, le pedía a Felipe Varela las prendas de «estilo Letizia». Sin ir más lejos, la primera dama mexicana hizo acopio de prendas en Varela en sus visitas a Madrid y obligó a su modisto de cabecera a «fusilar» los ceñidos vestidos de cóctel de escote ilusión y encaje de Doña Letizia. Kate Middleton, Matilde de los Belgas y Mary de Dinamarca se dedicaron también a replicar el mismo estilo.

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Pero, al convertirse en Reina de España, la presión sobre Doña Letizia para que abandonase el «monopolio Varela» obtuvo la respuesta de Su Majestad. Consciente de la mayor importancia que ahora tendrían sus decisiones, comenzó a utilizar con profusión otras marcas, como Carolina Herrera y Nina Ricci, ambas propiedad del grupo catalán Puig, y por tanto alternativas políticamente muy correctas. Además de seguir utilizando Hugo Boss, Mango, Magrit, Tous, Tissa Fontanera, Madmacarena o Adolfo Domínguez, la Reina ha ampliado ahora su elenco a Cortana, Sandro, Inés Figaredo, Uno de 50, Mónica Vinader, Furla o la marca griega Folli Follie.

Consciente de que debía abrir su abanico a más creadores españoles, la Reina hizo partícipe a Felipe Varela de la situación. Él decidió entonces desfilar de nuevo en la pasarela madrileña con motivo del XX aniversario de su estreno en Cibeles. El desfile de Varela, lleno de caras desconocidas, presentaba prendas de moda rabiosa casi imposibles de llevar ni por las asistentes al acto ni por la misma Reina. Parecía la liberación del modisto, tras años creando prendas modosas y formales: minifaldas, cuero, transparencias, brillos y look guerrero. Para entonces, La Zarzuela había comunicado a Jorge Vázquez -un potente valor de la moda española- que se establecería una especial colaboración con él. Pero publicarlo a los cuatro vientos hizo que Doña Letizia, que exige lógicamente discreción a rajatabla, se echase atrás.

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