Fernando Martín, entre Petra Sonneborn y Ana Obregón

Petra es la madre del único hijo de Fernando, Jan, que también se ha dedicado con mérito y afán al baloncesto

Una imagen de Fernando Martín y Ana Obregón, que esta semana han recuperado las redes sociales ABC

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Fernando Martín fue un apolo apabullante que logró lo que sólo logran los únicos: trascender a su deporte ejercido, en su caso el baloncesto. De modo que más allá del baloncesto estuvo el gran Fernando, hasta hoy. De modo que su gloria es deportiva, pero es mucho más que una gloria deportiva. La glosa de su figura pública pide citar los nombres de Petra Sonneborn , y de Ana Obregón , dos mujeres en la biografía de un gigante, cada una a su manera. Petra fue una resonante modelo alemana, que enviudó al morir Fernando en aquel accidente de juventud. Petra es la madre del único hijo de Fernando, Jan , que también se ha dedicado con mérito y afán al baloncesto, donde su padre dejó alto, o altísimo, el linaje, con bordadura de oro. Jan no había cumplido los cinco años cuando murió su padre. Petra llegó a ser portada memorable de interviú, allá por el 1986, pero sostuvo siempre un carácter de mujer dura, y cabal, y seria, a la que no le embelesa el escaparate, precisamente.

En la otra orilla de la vida de Fernando asoma Ana Obregón, que nos ha contado lo suyo con Fernando muchas veces, incluso demasiadas veces. En sus memorias, Ana le pone prosa lírica al arranque de su relación con Fernando: «Nuestros ojos nos anclaron el uno al otro. Y para siempre. Nunca había creído en los flechazos... y, sin embargo, lo que sentimos Fernando y yo fue un flechazo desde el primer momento. Todo mi cuerpo se estremeció cuando me besó. Fue intenso, pasional. Al tener sus labios junto a los míos, sentí que besaba la vida y que sus labios serían los últimos que besaría jamás». Obregón, con el tiempo, ha resumido esta poesía de la memoria concreta en un conciso, pero esclarecedor, «fue Fernando el hombre de mi vida».

Obregón, así en síntesis, es una chica de mucha fantasía y una simpática de vacaciones que convidaba cada año a bikini a todos los reporteros de la zona de Mallorca o Ibiza, igual que Antonio Banderas convidaba a jamón a los fotógrafos, en Marbella, si venía con Melanie Griffith . Ana Obregón nos presentaba cada año un bikini distinto, como la que presenta a un novio nuevo a la orilla del mar. Así, casi arriesgaría yo que nos salen muchos más bikinis que novios, y eso que Obregón no ha salido una guapa de vivir muy parada en un mismo hombre. Si citamos rápido, por hacer memoria, que es lo que suele proceder, en los cumpleaños, nos salen Alessandro Lecquio , Davor Suker , Miki Molina , o Darek , que fue una pasión polaca. Si miramos aún más lejos, nos quedan, casi remotísimos, Miguel Bosé , o Alberto de Mónaco . Todos estos, y Fernando Martín, naturalmente, para el que ella siempre reserva un podio de reverencia, o un altar de primacía.

Jan Martín

Ana ha sido muy fiel al verano , donde inauguraba un bikini de foto, y de paso se reinauguraba ella misma, contando alguna novedad, y ha sido también muy fiel al amor por Fernando Martín, confiada siempre a la máxima benéfica de que el pasado puede tener mucho futuro. Ella sabe que la memoria es algo que nos queda por delante. Obregón ha sido una famosa de resplandor, una popular de pegada, una guapa de póster. En el mismo papel de interviú que un día ilustró Petra Sonnenborn salió también Ana Obregón, años más tarde, celebrando los veinticinco años de la revista. Ana iba vestida sólo de pétalos rojos , y decoró su estampa de desnudo desperezado con un relato de los hombres de su vida. Ahí, una vez más, Fernando era un amor total, tan lejos, pero tan cerca. Inolvidable.

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