Doña Ana, de la frutería a madre de la Pantoja

La tonadillera prefería irse ella antes que su progenitora, quien ha fallecido tras un fallo multiorgánico

La matriarca del clan Pantoja junto a su hijos: Isabel y Agustín ABC | Vídeo: EP

Pilar Vidal

A sus 90 años, doña Ana Martín , la madre de Isabel Pantoja , la matriarca del clan ha fallecido tras un fallo multiorgánico , según ha confirmado la familia a ABC. La nonagenaria llevaba ingresada varios días en el hospital Puerto Real con un pronóstico reservado y el pasado sábado, los médicos decidieron darle al alta tras haber experimentado una cierta mejoría.

Su nieto, Kiko Rivera, ha sido el primero en mostrar su pesar a través de redes sociales, donde ha asegurado que se ha enterado de la noticia a través de la prensa . «No sé que se va a hacer ni donde, ni horarios ni absolutamente nada. Sólo quiero que me dejen despedirme de mi abuela», ha manifestado el hijo de la tonadillera.

La madre de Isabel Pantoja llevaba años enferma y recluida en la finca Cantora, víctima de la enfermedad del olvido. Esa que hizo que poco a poco perdiese la memoria y que sus recuerdos, tanto buenos como malos, se borrasen. Hacía años que los roles se habían invertido y no era ella la que cuidaba de su hija «Maribel», sino al contrario. Por eso, la tonadillera llegó a decir que prefería irse ella antes de que se fuera su madre.

La de doña Ana no ha sido una relación típica, su actitud durante todos estos años ha sido parodiada e incluso se ha llegado acuñar la expresión «eres como la madre de la Pantoja», para referirse a esas madres que hacen vida pegadas a sus hijos. A ella nunca le ha importado y ha permanecido ahí hasta que su salud se lo ha permitido. De raza calé, se casó en noviembre del 52 con su marido Juan Pantoja , alias «Chiquetete», un cantaor de flamenco que tuvo mucho éxito en su época. Ella también quiso probar suerte en el artisteo, pero su paso por el grupo de Juanita Reina como bailaora le duró un suspiro, por eso no le dejó nada de gloria.

De bailarina a esposa y de esposa a madre. De esa frustración artística, dicen, salió esa fuerza y empeño para conseguir a toda costa que su hija triunfara y se convirtiera en una estrella.

La hija del «Lechuga»

Pero antes de saborear las mieles del éxito fue Ana «La melones», apodada así porque trabajó en la frutería de su padre, «El lechuga», en el mercado de Sevilla. Tenía que sacar a cuatro hijos adelante hasta que se dio cuenta de las dotes musicales de su pequeña princesita. En aquella época, los niños prodigio estaban de moda y eran un seguro de vida. A los 7 años, la llevaron a cantar al teatro Álvarez Quintero de Sevilla en un concierto homenaje a Juanito Valderrama y Dolores Abril . Un éxito que marcaría el principio de una vertiginosa carrera. Desde aquel instante, no se despegó de ella y fue su guía tanto profesional como emocional.

Nunca ha concedido una entrevista, por lo que nunca sabremos qué hay de cierto o que hay de leyenda en que fue quien eligió hasta el marido de su hija. Cuentan en la biografía «La Pantoja», escrita por Sol Alonso , que en una ocasión mando detener un ensayo con orquesta porque a Isabel le colgaba un hilo de la bata y que hasta que no se lo quitó con sus propias manos no pudo proseguir el ensayo.

El clan Pantoja original eran su hijo Bernardo , que se ocupaba de la puesta en escena; Juan , que hacía de guitarrista, y su tercer hijo, Agustín , que con 10 años cantaba y le hacía los coros. Los cinco malvivían como podían con las mil pesetas de sueldo que tenían del Corral de la Morería donde empezaron cuando llegaron a Madrid. Pero no solo estaba presente en lo profesional, sino que autorizaba las relaciones de su hija, a la vez que espantaba a algunos caballeros con fortuna que se dejaban ver por el tablao en busca de escarceos con las jóvenes voces de la época. A Pantoja nadie se le acercaba porque su madre siempre estaba en el camerino o a pie de escenario y si hacía falta, las calabazas las daba ella. Lo cuenta el propio Máximo Valverde , que no le gustó para su hija porque tenía fama de playboy y no dudó en decirle a los pocos meses: «Lo primero es la carrera de la niña».

Doña Ana acompañaba a Isabel a todos los encuentros con sus romances a modo de carabina. Algunas veces le tocó hacer de jefa de prensa, sobre todo cuando el divorcio de Paquirri era un escándalo nacional, pero su hija quería casarse con el torero por la iglesia. Mamá Pantoja fue una vez más la voz autorizada: «Paquirri ya lo ha dicho. No puede por ahora ofrecerle nada a Isabel, porque esta en trámite de divorcio. Hay que respetar los sentimientos de la gente y dejarles vivir en paz». Así de contundente zanjó con la prensa la polémica.

Ella misma fue la encargada de llamarle a Colombia para comunicarle a su futuro yerno que ya le habían dado la nulidad de su matrimonio con Carmina Ordóñez . Antes de que regresara, de las Américas le encargó el vestido de boda y hasta eligió las invitaciones en forma de capote.

La otra viuda

Ejerció de madrina de la boda del año junto al padre del diestro. Y tras el fatal desenlace, en septiembre de 1984, se convirtió en otra viuda. Dicen que durante años ha vestido de riguroso negro porque le guardaba luto. Luego vinieron otros a los que también tuvo que autorizar. Sobre la relación de amistad de su hija con Encarna Sánchez , cuentan que llegó a prohibirle que aceptara sus regalos porque no veía bien que la agasajara con pieles.

Su negativa evitó que el romance con Julián Muñoz acabase en boda. Se irá al otro mundo sin saber que su hija ha estado en prisión. Cuando ingresó, le dijeron que se había ido de gira por América. Y durante dos años la llamaba todos los días para trasmitirle ánimos y contarle otra realidad que no la hiciera daño. Ella, recluida en Cantora al cuidado de su hijo Agustín y de sus nietos y bisnietos, dicen que disfrutaba viendo telenovelas en canales de pago. No leía revistas ni veía programas para mantener el alma en paz.

Cumplió su deseo de ver a su hija reaparecer antes los escenarios en noviembre de 2016 en el Casino de Aranjuez. Llegó postrada en una silla de ruedas y disfrutó del concierto desde un palco, a pie de escenario. Nadie mejor que ella conocía toda la verdadera historia del mediático clan. Unos secretos que ha borrado el Alzheimer y que hoy se van con Doña Ana.

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