Salvador Dalí
Salvador Dalí - AFP

Dalí, en busca de la «paternidad» perdida

Una juez ordena exhumar el cadáver del pintor por una demanda de paternidad y la Fundación Gala-Dalí anuncia que recurrirá

Madrid Actualizado: Guardar
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Primero fue una máscara mortuoria incompatible con su colosal bigote y desechada por el forense Narcís Bardalet; más tarde llegaron las sondas gástricas que Robert Descharnes, secretario del pintor surrealista, guardó bajo llave; y finalmente, un mechón de pelo, sólo uno, que obraba en poder del peluquero Lluís Llongueras. De aquellas tres pruebas nunca más se supo, pero ese fue el primer rastro biológico tras el que Pilar Abel Martínez, una figuerenca de 61 años, se embarcó para intentar descubrir si cuando su abuela le decía que era rara como su padre se refería, en efecto, a una rareza extrema y surrealista. Una rareza solo comparable a la más extravagante genialidad.

Es por eso Abel que, astróloga y tarotista que llegó a tirar las cartas en un programa de la televisión gerundense, lleva más de una década explicando a quien quiera escucharla que su padre biológico no es otro que Salvador Dal

í, una reclamación que ya llevó a los tribunales en 2015 en forma de demanda de paternidad y que ayer dio un nuevo vuelco después de que la magistrada del Juzgado de Primera Instancia número 11 de Madrid ordenase la exhumación del cadáver del pintor, fallecido en 1989, para determinar si las muestras biológicas confirman el parentesco.

Según Abel, la historia es sencilla: Dalí habría mantenido un romance clandestino con su madre en 1955 mientras ésta trabajaba al servicio de una familia en Port-Lligat (Cadaqués). Al saberse embarazada, regresó a Castelló d’Empúries, donde se casó con un joven llamado Juan Abel. Pocos meses más tarde, el 1 de febrero de 1956, nacía Pilar Abel Martínez, a quien, asegura, su abuela ya puso sobre la pista. «Sé que no eres hija de mi hijo, que lo eres de un gran pintor, pero te quiero igual», recuerda que le decía su abuela. En su demanda, Abel no sólo hace hincapié en las palabras de su abuela y de su madre, quien en varias ocasiones le habría dicho que su padre era Salvador Dalí, sino que también se incluye el acta notarial de una cuidadora de la madre reconociendo que le había relatado que en su juventud mantuvo una relación sentimental con el pintor. El caso es que, al no existir «restos biológicos ni objetos personales sobre los que practicar la prueba», la jueza considera necesaria la extracción de «restos óseos y/o piezas dentales» del sepulcro del artista, que fue enterrado en el Teatro-Museo Dalí de Figueres.

La actuación, sin fecha prevista, podría demorarse aún más después de que la Fundación Gala-Salvador Dalí anunciase ayer mismo que, en los próximos días y en coordinación con el Abogado del Estado, presentará un recurso para oponerse a una exhumación que podría poner en jaque la herencia del pintor, de la que actualmente son depositarios el Ministerio de Hacienda y Obras Públicas -Dalí nombró al Estado heredero universal- y la propia Fundación. Y es que, en caso de confirmarse la paternidad, Abel podría reclamar, además de los apellidos, la legítima, un 25% de la herencia total del pintor.

A la espera de que se resuelva el entuerto o se acabe de liar aún más, Abel se muestra convencida de que Dalí es su padre y de que la justicia acabará dándole la razón. En caso contrario, no sería la primera vez en que la vidente gerundense se va de vacío del juzgado: ya en 2005, antes de que el affaire Dalí saliese a la luz, Abel demandó al escritor Javier Cercas por considerar que Conchi, uno de los personajes de «Soldados de Salamina», se parecía sospechosamente a ella, y encima para mal. Se sintió injuriada y reclamó al escritor una indemnización de 700.000 euros por daños morales, pero el juzgado de Gerona acabó archivando la denuncia y de Conchi nunca más se supo.

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