Carta abierta a Carlos Falcó: una vida bien vivida

Sus compañeros de Madrid del Colegio de Lecároz (Navarra) le dedican unas palabras tras el triste fallecimiento del aristócrata

Compañeros de Madrid del Colegio de Lecároz

Querido Carlos,

Nos has dejado como consecuencia del cruel COVID-19. Esta cruel enfermedad, no sé como llamarla, no te ha permitido estar y despedirte de tu esposa e hijos. Siempre fuiste un hombre de familia y de amigos.

La última vez que hablamos, a pocas horas de nuestra reunión de ex-colegiales de Lecároz, me dijiste que no podías asistir, una urgencia en la finca reclamaba tu atención. A pesar de los años y de una merecida jubilación, seguías con tus negocios y proyectos. Seguías trabajando en nuevas ilusiones. Eso es cosa de la gente joven, de los emprendedores. En resumidas cuentas, contabas lo que eras.

Varios años de tu infancia los pasaste interno en el Colegio de Lecároz (Navarra). En tu libro dedicas un capítulo a dos etapas clave, el colegio y Bélgica, y hablas de cómo te envió allí tu madre «siempre partidaria de un entorno de estudios disciplinado y exigente».

Siempre que tenías oportunidad recordabas aquella etapa, fuera en reuniones privadas o en entrevista en medios. Allí te formaste con un perfil humanista, un sentimiento cristiano que siempre te acompañaría y con una formación que fomentaba el amor por el conocimiento.

En el mismo capítulo recuerdas un viaje a Lovaina, que marcaría tu trayectoria en el mundo del vino. Y después llegaste para quedarte con 17 años, Lo hiciste de la mano del abuelo de otro excolegial, embajador de Bélgica en España, D. Eugène de Ligne. «Los primeros meses en Lovaina resultaron una celebración de la vida». Pasaste de la austeridad capuchina a la residencia Home Congolais, «donde se alojaban muchos hijos de residentes en la colonia belga en el Congo». Años clave de apertura a Europa, al mundo, que te marcarían para siempre. Sin duda disfrutaste mucho más que meses de la vida, como reza el título «La buena vida».

Los que te conocimos sabemos de tu amor por el campo, esa palabra que tanto repetías y que te hacía vibrar. Tu formación internacional en vino, para impulsar nuevas formas de producción, tu capacidad de innovación trayendo especialistas en aceite italianos para renovar los procesos, tu apuesta por dar relevancia a las marcas. Así eras tú.

En todos esos años entre Lecároz, Lovaina, Madrid, Malpica, California, siempre demostraste tus dotes personales. Con amigos, con la familia y con todo aquel que se dirigiera a ti. Quiero pensar que ese grado de cercanía innata que mostrabas tenía algo que ver con el espíritu que los frailes capuchinos que nos inspiraron.

Tu adiós a esta tierra, a kilómetros de tu campo, ha sido diferente de lo que todos quisiéramos para nosotros. Di que nada en estos tiempos es como pensábamos. No te has podido despedir de tus seres queridos, tu que tanto has querido a la gente.

Hace poco compartimos una imagen de la Madre del Buen Consejo, la Virgen que velaba por nosotros en el Colegio. Ella estaba ayer contigo y eso nos reconforta. Ella estará arriba contigo y nos alegra.

Descansa en paz,

Compañeros de Madrid del Colegio de Lecároz (Navarra).

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