El arte de Michelle Obama para convertir la Casa Blanca en su hogar

«Cuando era pequeña, mi casa era el segundo piso de un pequeño apartamento de ladrillo en modesto barrio de South Shore, en Chicago», así comienza relatando Michelle Obama en el prólogo del libro «Designing History: The extraordinary art&style of the Obama White House» («Diseñando la historia: el arte y el estilo extraordinarios de la Casa Blanca de los Obama»). Un libro escrito por el diseñador de interiores Michael S. Smith , marido del exembajador de EE UU en España James Costos . En él, el interiorista relata a través de 176 páginas repletas de fotografías cómo convirtió la exprimera dama la Casa Blanca en un hogar para ella y su familia.

«De inmediato comprendió que éramos una familia joven con niñas que preferían Crate & Barrel (una famosa empresa de muebles estadounidense de precio medio) que los aparadores, y con una abuela a la que se le ponen los pelos de punta con cualquier mínima pompa», asegura Michelle en relación a la buena química que hubo desde el principio con el interiorista elegido. «Un hogar es un lugar concreto, con gente concreta y recuerdos concretos . Pero más allá de eso, era una sensación en concreto. Era confort, calidez, seguridad, la riqueza envolvente de la historia de nuestra familia ».

A esto se le añadió que ellos formaban una familia muy especial: «Éramos los Obama: los primeros residentes negros de la Casa Blanca . La presión sobre cualquier familia presidencial es enorme; la presión sobre la primera familia negra sería aún mayor». Smith asegura que la exprimera dama «se aseguró de que nuestros valores y visión de EE.UU., basados en la inclusión y el amor para todos sus habitantes, se reflejaran en cada detalle de esa importante casa».

Michelle Obama relata en el libró cómo amoldaron la Casa Blanca para que pareciera un hogar en el que vivir en familia: «Mi marido y yo habíamos hecho todo lo que habíamos podido para lograr esa sensación en nuestra casa de Chicago, pero cuando el torbellino de la campaña presidencial acabó y mandamos a nuestra familia a la Casa Blanca, mi mayor preocupación era la más básica: ¿podrían nuestras hijas ser capaces de tener una niñez que se aproxime algo a lo normal ?», y añade: «Nuestra nueva casa era una oficina, un museo, pero también un sitio donde familias de verdad con vidas de verdad pasan cuatro u ocho años de sus vidas juntos, dentro y fuera del foco público. Por eso, más allá de su papel vital en nuestra democracia, yo necesitaba espacio para cuestiones prácticas: un sitio donde nuestras niñas pudieran revolcarse por el suelo con sus Polly Pockets y sus animalitos, donde pudieran invitar a amigos a que vinieran a ver palomitas y a ver una peli, donde pudieran jugar con un balón o ir fuera a jugar con la nieve».