Alejandra Castro, la coleccionista que apuesta por el arte en femenino

A los doce años compró su primera obra de arte, ahora, a sus 42, atesora casi mil. «Las mujeres siempre han estado en desigualdad en todo el mundo y el arte no es la excepción», asegura a ABC

Alejandra Castro Rioseco J.F
Angie Calero

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Alejandra Castro Rioseco (Chile, 1978) colecciona obras de arte desde que tenía 12 años. Al terminar sus estudios de bachillerato, se licenció en ingeniería civil a petición de su padre. Ejerció su profesión hasta hace quince años, cuando se convirtió en madre y se dio cuenta de lo difícil que resulta conciliar las responsabilidades que conlleva la maternidad con su trabajo como ingeniera. Aunque admite que su cabeza sigue funcionando como la de un ingeniero, fue entonces cuando decidió dar un giro a su vida para reivindicar el poder de la mujer y su lugar en la sociedad. Desde entonces ha trabajado en muchas causas relacionadas con el feminismo.

Fundó la ONG « Mujer Opina », desde donde crea proyectos para mujeres para que superen su condición de desigualdad a través de cursos y ayudándolas a que terminen sus estudios después de ser madres. Con esta fundación también reivindicó la igualdad de salarios entre hombres y mujeres en Chile creando la Mesa de Equidad de Género en el Senado. «Debía hacer algo para dejar un legado a mi hija, que hoy se transforma en el de miles de mujeres», afirma. Esta misión para con las mujeres, la compagina con otra de sus grandes pasiones: el arte. «Las mujeres siempre han estado en desigualdad en todo el mundo y el arte no es la excepción. Basta con mirar los museos y los porcentajes de artistas mujeres en exposiciones, en colecciones permanentes en la historia, siempre disminuidas, llamadas musas cuando la gran mayoría eran artistas igual que los hombres», apunta.

Cuando comenzó a comprar obras de arte, se dio cuenta de que casi todas las firmaban mujeres. Fue entonces cuando se puso a trabajar en Mia Art Collection , donde atesora unas 900 obras de arte mujeres artistas. Aún así no le gusta que califiquen lo que hace como el de una «mecenas» o una «filántropa»: «Podría definir mi trabajo como algo enormemente enriquecedor en aprendizaje tanto personal, como artístico. Es un trabajo duro donde hago convivir el arte con la filantropía, temas que son hermanos pero que el mundo se ha encargado de dividir». Según ella, todo lo que hace tiene un punto en común: mejorar y dar visibilidad a la vida y el trabajo de las mujeres. Y es en este punto donde confluyen las fundaciones que ha creado con su colección de arte contemporáneo, que cuenta con obras de 19 países datadas desde el año 1968 hasta la actualidad. «Tengo muchas artistas, piezas muy bien evaluadas y otras que serán en el futuro grandes piezas», explica. Entre esas casi mil obras, cuenta con obras de Marta Botto , Sonia Gómez , Ligya Clark , Elena Almeida , Simon Fatal , Leonora de Barros o Rana Begun , entre otras. Lo único que considera difícil a la hora de promocionar a estas artistas es almacenar todas las obras que compra: «Eso sí es complicado. Mi siguiente paso es encontrar un lugar donde exponerlas todas juntas o, en su defecto, una gran mayoría». De momento, y debido al confinamiento, ha creado una web donde los usuarios pueden ver su colección de forma virtual .

Esta entrevista tendría que haber tenido lugar a finales del pasado mes de febrero, cuando Alejandra Castro visitó Madrid para asistir a la feria de ARCOmadrid . «Desde hace cinco años, más o menos, voy a Madrid para asistir a esta feria, que es una de mis favoritas en el mundo. Pero este año me llevó algo distinto a todos los anteriores. Fui a la feria JustMad , que le dio un sentido distinto al arte en Madrid: una mirada de sustentabilidad y género muy fuerte », cuenta Alejandra Castro, al tiempo que se señala que salió de allí «feliz» al ver que su directora Semiramis González -a quien se refiere como «una compañera feminista»- había hecho «una feria joven, fresca y muy exitosa». «Tuvimos una charla con la mirada del arte femenino en el mundo , que fue un éxito», apunta. También tuvo la oportunidad de charlar con la Reina Sofía en los premios de mecenazgo de la Fundación Callia, que dirige Carmen Reviriego . «Me quedé muy sorprendida al conocer a la Reina. Es una mujer muy cálida y muy fuerte a la vez. Le interesa realmente el arte y el valor de las mujeres. Es un ejemplo a seguir y una gran partidaria de las mujeres españolas», asegura.

Después de asistir a estos dos eventos, ante la alerta de un posible cierre del espacio aéreo en Dubái -donde reside en la actualidad- a causa de la crisis sanitaria, Alejandra Castro tuvo que anular todos sus compromisos en Madrid y volver a casa. Nada más llegar, se instaló en una casa que tiene a una hora en coche desde Abu Dabi. «El confinamiento se me está haciendo llevadero porque aquí tengo acceso a una playa privada, pero aún así también tengo momentos de aburrimiento y a veces siento que estoy enloqueciendo», señala Alejandra Castro a ABC. «El gran problema que vivimos, independientemente de los hospitales o la economía, tiene que ver con no escuchar a la naturaleza y no vivir de acuerdo con lo que ella nos indica. Esta pandemia tiene su origen en el uso de animales para comer en China. No debemos de olvidar que esto será lo que nos lleve a que esta crisis no se vuelva a repetir. Además vamos a tener un problema ecológico porque las mascarillas que se desechan se están tirando al mar. Espero que el ser humano aprenda de todo esto y sea humilde, que podamos ver que hay gente que vive en condiciones muy básicas y que están sufriendo. Hoy estamos todos luchando por vivir, pero si no aprendemos el mensaje, esto se volverá a repetir», advierte.

De esta crisis sanitaria también saca algo muy positivo del país donde reside. «Es muy sorprendente lo que está pasando en Dubái y Abu Dabi, porque aquí hay muchos trabajadores inmigrantes de Bangladesh, Filipinas y distintas partes del mundo. Las condiciones en las que viven son un poco complejas porque tienen pocos recursos, pero desde el gobierno les han acogido y les ayudan, pese a que no son ciudadanos de su propio país», apunta. Y añade: «El gobierno lo está manejando muy bien. Tienen una tecnología muy vanguardista y han instalado los tests en la calle . Estoy muy orgullosa y muy feliz de pertenecer a este país que, a pesar de que no es mi país de origen, lo siento como mío por la generosidad que están teniendo».

¿Qué tienen en común la ingeniería y el arte?

Mi interés por la ingeniera, no sé hasta qué punto era genuina, hoy puedo decirlo porque ya soy una mujer adulta, pero cuando sales del colegio no sabes muy bien qué hacer. Siempre fui buena alumna y podía estudiar lo que quisiera. Me parecía bonito construir puentes, ciudades, edificios, hacer del mundo un lugar más bello, que dentro de mi inocencia, ese era mi objetivo. Con el tiempo entendí que la ingeniería es excelente para enseñarte a usar el ingenio y eso es lo que empecé a hacer. El gusto por el arte, en cambio, nace más tarde, nace de apreciar la belleza de las cosas, de darme cuenta del valor de hacer algo que amas, que haces sin saber qué pasará y es como un salto al vacío. No tenía estudios en arte y mucha gente cuestionaba lo que hacía, ese desafío me permitió apreciar unas capacidades que no creía posibles, descubrí un mundo hermoso, una familia en el mundo del arte y, además, las artistas fueron apoyando mis ideas y mostrándome lo que yo podía hacer por ellas. Aprendo poco a poco, paso a paso.

Hábleme de «Mujer Opina»

Nació hace quince años, por la desigualdad que vivía Chile para con las mujeres y en particular, las menos favorecidas en un país clasista, donde las mujeres pobres tienen muy pocas oportunidades de salir a trabajar, donde no tienen derechos sobre su cuerpo y donde el feminicidio crece cada año. Algo había que hacer. Nos juntamos con las ministras del gobierno de turno y empezamos a crear espacios de motivación para que las mujeres se atrevieran a terminar sus estudios. Nos dimos cuenta de que había una enorme necesidad en este aspecto. Creamos proyectos y empezamos a crecer apoyando causas que a día de hoy veo con alegría y orgullo porque están saliendo adelante, como la ley de aborto en causales o la ley de paridad, entre otras.

Fueron años duros e invertí mucho tiempo y recursos en esa fundación, que me ha dado las satisfacciones más grandes de mi vida. Pero también grandes tristezas, ya que fui muy cuestionada por defender esta causa y otras, pero valió la pena. Hoy en día, Chile está más fuerte y sus mujeres progresan sin miedo. Nuestra fundación continúa trabajando y funciona gracias a un directorio maravilloso que la sostiene.

¿Echa de menos vivir en Chila? ¿Qué le llevó a instalarse en Dubái?

La verdad es que más que vivir en Chile, pasé largas temporadas allí. Siempre he vivido fuera y siempre que regreso es porque mis padres viven allí. Allí tengo mi casa, mi casa de la playa, mis amigos y mi familia. Pero me siento ciudadana del mundo, creo que nacer en un lugar te encasilla demasiado y para mis estándares de libertad, no me gusta estar siempre en el mismo lugar. No extraño para nada Chile, me desilusionó mucho mi país, la falta de honestidad, de meritocracia de oportunidades, la mirada hacia las mujeres... es un país muy católico, con grandes problemas con el arte manipulado por un par de personas. Creo que es un país al que le afectó mucho la dictadura de hace 44 años y aún no se repone de ello.

En Dubái estoy feliz, adoro este lugar más de lo que habría imaginado. Es un país moderno, abierto al mundo, a pesar de mantener su cultura intacta, respetan las culturas de otros países y de su gente. Invierten en el arte, valoran la inteligencia y la intelectualidad. Yo los admiro mucho y aunque queda mucho por hacer, avanzan a pasos agigantados. Han sido capaces de crear, en 60 años, un país y eso no puede decirlo cualquiera. Me vine aquí por negocios familiares y quiero quedarme un par de años. Ya estoy instalada en mi casa y tengo amigos emiratís, estoy tomando clases de árabe y explorando lugares y proyectos de arte de ensueño. Es realmente la tierra de las oportunidades.

¿Qué le llevó a abrazar el feminismo?

Creo que nací feminista, desde niña tenía ideas especiales y épocas extrañas. Yo no quería ser princesa, quería ser la jefa y me molestaba cuando mi padre daba instrucciones sin razón. Alentaba a mis compañeras y hermanas a ser independientes y ¡eso fue lo que me hizo ganar más de una llamada de atención en el colegio! De adolescente era tímida y me interesaba por la lectura, la ciencia... Pero siempre fui rebelde. Me fui equilibrando poco a poco, pero siempre supe que los roles estaban mal, que no por que fueras niña debías hacer esto o lo otro. Cuando mi madre decía que hiciéramos las camas y mi hermano hiciera el trabajo pesado, yo le cambiaba el trabajo. No quería cumplir los roles establecidos, que a día de hoy siguen sin gustarme.

No me gusta la cocina, por ejemplo, jamás hice galletas, yo quería ponerme un vestido bonito y salir a comprar las galletas, ese era mi negocio y no estar haciéndolas. Entendí que la independencia económica era fundamental para libertad y hacer lo que quería. Cuando fui mamá entendí muchas cosas, entre ellas lo difícil que lo tenemos la mujeres con la maternidad y con tanta obligación impuesta. Yo no estaba dispuesta a tener muchas de esas responsabilidades, pero hay mujeres que no tienen opción. Eso me llegó al corazón y empecé a trabajar para ayudar a muchas mujeres para que terminaran sus estudios. En ese momento nace la mujer, en ese momento surge una opinión.

Gracias a la literatura y a amigas que he ido haciendo por el camino, aprendí que los movimientos feministas hacen tremendos esfuerzos, luchando día a día. Con mi mirada de feminista, ultra femenina, creo que las mujeres podemos ser todo, que no hay nada que nos limite. Que no puedes volverte un estereotipo de nada, que puedes ser una luchadora, una feminista y ser frágil y dulce. El mensaje no es cómo te ves o cómo te ven los demás, que tu feminismo está en tu interior y nada de lo que hay afuera podrá reflejarlo si tú no te lo crees.

¿Cómo es criar a una hija y educarla en el feminismo residiendo en Dubai?

Es hermoso y difícil, porque puedes hablar y hablar pero con una hija, ves el resultado. Yo soy muy simple como mamá y muy libre. Creo que para ella, vivir aquí, será un gran aprendizaje que le sumará una cultura riquísima y muy fuerte en valores y que le hará entender la gran oportunidad que tiene de hacer un cambio en el mundo. Debe tomar lo bueno de esto y, al final, con sus 15 años ya está medio criada. Además de ser una belleza, está educada como una guerrera, valiente, libre, inteligente y sin miedo. Yo ya pagué por su libertad, ahora que la disfrute.

¿Pudo salir a la calle el 8-M?

No lo celebré porque no hay mucho que celebrar. La desigualdad en números ha bajado muy poco en comparación con los últimos años. Me recuerda todo lo que nos falta. Seguí las grandes marchas en el mundo por la televisión, internet y redes sociales. Para mi es un día que me entristece mucho porque siento que falta mucho por hacer y eso me desespera. Siento que me gustaría multiplicarme y poder estar en todas partes, pero eso no es posible. Entonces observo, pienso y luego creo los pasos para seguir apoyando a las mujeres en su lucha. Mis amigos me llaman como si fuera mi cumpleaños, me felicitan, mandan flores... pero no son mis méritos, son los méritos de millones de mujeres empujando este gran carro que espero que nos lleve a alguna parte. Este año, en particular, decidí terminar mi libro sobre mi mirada del feminismo, que espero que pronto salga publicado.

Tras el huracán del #MeToo y la condena de Harvey Weinstein. ¿Hacia dónde cree que tiene que virar ahora la reivindicación feminista?

Es una excelente pregunta, pero son cosas distintas. Los abusos hacia las mujeres -tanto en lo sexual, como en el poder-, y abusos de cualquier tipo deben parar radicalmente. Los únicos que tienen el poder de hacer eso son los organismos judiciales a través de las leyes. Por lo tanto, necesitamos más mujeres en los poderes que ocupen cargos en el mundo de la judicatura. Los abusadores siempre existirán, lamentablemente, misóginos cada día hay más y es responsabilidad de los gobiernos, en primer lugar, establecer leyes de protección para que esto no ocurra. Gracias a las organizaciones de mujeres organizadas se pueden empujar estos proyectos hasta conseguirlos y crear conciencia, pero también deben ser castigados y ejemplificadores.

Pero siento que la sociedad en su totalidad tiene una gran responsabilidad en la educación primaria, respecto a los roles de las niñas y niños, y esa es la importancia de enfocarse en la infancia, en la educación de niñas y niños libres de estereotipos que, al final del día, son impuestos por los padres y la sociedad. Necesitamos trabajar para que nuestras futuras generaciones estén libres de información dañina, libres de televisión y marketing que no hace más que apoyar el patriarcado, libres del sueño de encontrar a un príncipe. Tenemos que lanzar más mensajes públicos y aspiracionales para las niñas, que les motiven a ser las mejores en sus estudios; que tengan el mejor trabajo; que sueñen en grande; que creen su propio imperio; que sepan que pueden presidir su país o ser astronautas si quieren. Mensajes que, en definitiva, les transmitan que pueden llegar a ser lo que ellas quieran y que deben tomar el control de sus vidas, con inteligencia y valentía.

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