Alberto de Mónaco, contra las cuerdas: Una brasileña afirma que es el padre de su hija

Ha presentado una demanda de paternidad contra el Príncipe en un juzgado de Milán

Alberto de Mónaco ABC

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Una brasileña que prefiere guardar el anonimato «provisionalmente» afirma que una hija suya, nacida hace quince años, el 4 de julio de 2005, es la hija biológica de Alberto II de Mónaco (62 años). Y ha presentado una demanda ante un tribunal de Milán.

Según el abogado de la señora o señorita brasileña, el Príncipe Alberto habría dado la callada por respuesta a las «numerosas» demandas por escrito, «exigiendo» una prueba ADN que pudiera confirmar o no la presunta paternidad.

En el principado, las fuentes palaciegas han comenzado por «ignorar» sin comentar las primeras noticias sobre el tema que llegan desde Italia, anunciando que está previsto un juicio en Milán para febrero del 2021, si las partes no negocian antes alguna forma de acuerdo, tal como dice desear el abogado de la señora o señorita brasileña.

Se trata de un nuevo escándalo, potencial en el terreno siempre vidrioso de la sexualidad íntima del Príncipe más perseguido por las tribulaciones de su fama, desde hace treinta o cuarenta años.

Antes de contraer matrimonio con Charlene Wittstock (42 años) en julio de 2011, Alberto II de Mónaco fue un solterón empedernido, a quién se le atribuyó una larguísima saga de amores presumidos, reales o imaginarios.

Hubo un tiempo, sin embargo, durante los primeros años 80 del siglo XX, que el heredero del principado de los Grimaldi, en el corazón de la Costa Azul, tuvo una cierta «fama» de presunto homosexual. Sus relaciones «íntimas», presumidas, reales o «exageradas» con señoras y señoritas como Brooke Shields , Claudia Schiffer , Naomi Campbell y Victoria Silvstedt enterraron quizá para siempre el fantasma de la homosexualidad.

Siguieron años de «solterón muy deportivo». Los devaneos amistosos o amorosos del príncipe quedaron pasablemente eclipsados por la agitada vida sentimental y matrimonial de sus hermanas, las princesas Carolina y Estefanía , hasta que comenzó a conocerse una descendencia finalmente asumida y «normalizada» jurídicamente. Y es que, antes de contraer matrimonio con la princesa Charlene, ya cumplidos los 53 años, el príncipe Alberto II de Mónaco fue padre en dos ocasiones.

Jazmin Grace Grimaldi , nacida en 1992, en Palm Springs (California), en los EE.UU., es hija del Príncipe y de Tamara Rotolo , una joven norteamericana que pasó unas vacaciones muy felices en la Costa Azul. Jazmin contrajo el coronavirus la primavera pasada, se ha recuperado, y sostiene buenas relaciones con su padre, sus tías y primos.

Alberto y Jazmin

Alexandre Coste , por su parte, nacido en París el 24 de agosto de 2003, es hijo del Príncipe Alberto y de Nicole Coste , una azafata negra nacida en Togo. Mestizo razonablemente negro, Alexandre Coste vive alejado del palacio principesco de Mónaco, pero él y su madre se benefician de un estatuto «familiar» económicamente privilegiado.

Alberto y Alexandre

Asumida tal paternidad por partida doble, antes del matrimonio, el Príncipe Alberto II «sentó cabeza» definitivamente, según sus biógrafos oficiales, tras su matrimonio y el nacimiento de sus dos hijos, gemelos, tres años más tarde: el joven príncipe Jaime de Mónaco , es el heredero oficial; su hermana, la princesa Gabriela , está llamada a ocupar un puesto excepcional en el futuro sentimental de la familia y de Mónaco, llamada a eclipsar, en el futuro a sus tías y primos, por razones del más estricto protocolo. Ambos tienen el trato oficial de altezas serenísimas.

Prueba de ADN

Desde el nacimiento de sus hijos oficiales, el Príncipe Alberto II y su esposa, la princesa Charlene, cultivan una imagen de pareja unida y feliz, fiel a la gran tradición de los Grimaldi, recluidos en el palacio y «fortaleza» familiar, desde hace siete siglos, con una tenacidad que Italia y Francia nunca han conseguido doblegar.

Las acusaciones de una señora o señorita brasileña vienen a empañar, temporalmente, al menos, la serenísima imagen oficial. Los abogados del Príncipe Alberto II esperan «desactivar» esa «bomba» potencial. Los abogados de la querellante dicen querer «evitar» un proceso, si se acepta el principio de una prueba ADN. Eventualidad y riesgos inflamables.

Un proceso judicial, en Milán, sería previsiblemente largo e imprevisible. La aceptación del principio de una prueba de ADN podría «liberar» o «condenar» al Príncipe en unas condiciones incontrolables. Alberto II llegó a declarar, en su día, que «llegado el momento» estaría dispuesto a dimitir, si se sintiese físicamente incapaz de cumplir con sus obligaciones principescas. La presunción de posible o imaginaria paternidad parece sugerir, por el contrario, una envidiable forma física.

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