Una de las tiendas de Dafen que ofrecen «réplicas» de cuadros
Una de las tiendas de Dafen que ofrecen «réplicas» de cuadros - PABLO M. DÍEZ
EL PULSO DEL PLANETA

La fábrica del arte falso

Desde 30 euros, las obras maestras de la pintura universal se «producen» en serie en el barrio de Dafen, en la ciudad china de Shenzhen

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En China se copia de todo, desde la ropa y los bolsos de las marcas más caras hasta las obras cumbre de la pintura universal. Convertido también en la «fábrica global» del arte, del gigante asiático proceden el 60 por ciento de los cuadros al óleo que se venden en todo el mundo, la mayoría copias de títulos clásicos como la «Mona Lisa», de Leonardo Da Vinci; «Los girasoles», de Van Gogh, o los retratos cubistas de Picasso.

A partir de solo 200 yuanes (30 euros), todas estas obras maestras se pueden adquirir en las tiendas de Dafen, un barrio a las afueras de Shenzhen, en la provincia sureña de Cantón (Guangdong). Con un millar de galerías y estudios, en sus calles se apilan, uno tras otro, hitos de la pintura como «La ronda de noche», de Rembrandt; «El beso», de Klimt; los paisajes impresionistas de Monet y Renoir y los retratos «pop» que hizo Andy Warhol de Marilyn Monroe y del mismísimo Mao.

Evidentemente, todos estos cuadros son falsificaciones –«réplicas», prefieren llamarlas aquí–, pero algunos están reproducidos con tanta fidelidad que cuesta distinguirlos del original.

Con 5.000 pintores trabajando a destajo, en Dafen han elevado a la maestría el arte de la copia «made in China». Todo empezó en 1989, cuando un avispado empresario hongkonés, Huang Jiang, recaló aquí con 26 pintores buscando un lugar tranquilo donde poder atender los pedidos de miles de cuadros que le hacían grandes superficies comerciales americanas, como Wal-mart. Entonces, Dafen no era más que una humilde aldea donde los campesinos cultivaban coles en las huertas a las afueras de Shenzhen. Desde finales de los setenta, cuando se abrió a la inversión extranjera al convertirse en uno de los primeros lugares en aplicar las reformas capitalistas que han transformado a China, este pequeño pueblo de pescadores fronterizo con Hong Kong venía desarrollándose y creciendo a pasos agigantados. Hoy, Shenzhen es una megalópolis futurista plagada de rascacielos, empresas tecnológicas y centros comerciales de lujo con una de las rentas más altas del país.

Impulsado por este boom industrializador, que ha convertido a las provincias de la costa china en la «factoría global», Huang Jiang implantó en Dafen la producción en serie de obras de arte. Mientras en otros lugares se fabricaban televisores, frigoríficos, ordenadores y coches, aquí se manufacturaban cuadros siguiendo el patrón de las cadenas de montaje ideado por Henry Ford para su legendario modelo T. Con una filosofía claramente estajanovista, el empresario dirigía una planta con un centenar de obreros-artistas que se pasaban el día entero pintando por un sueldo mensual de 2.000 yuanes (menos de 200 euros en aquella época). Su modelo, copiado desde entonces por todos los estudios de Dafen, se basa en una cadena donde unos dibujan las formas y otros aplican los colores para inundar con sus cuadros los mercados.

«Pero, desde el estallido de la crisis en 2008, que redujo considerablemente las ventas al año siguiente, el negocio no va tan bien como antes», se queja Yiming Jiang, un pintor que empezó en esa época y lleva dos décadas instalado en el barrio. Tras la caída del consumo en Europa y Estados Unidos, el 70 por ciento de los clientes son ahora chinos, seguidos de japoneses y singapurenses. Gracias al auge económico de Asia, y pesar de la crisis, los pintores de Dafen siguen viviendo del arte chino de la copia.

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