La Familia Real británica al completo, en junio de 2014. La chef Robb trabajó para el Príncipe Carlos y sus hijos durante once años
La Familia Real británica al completo, en junio de 2014. La chef Robb trabajó para el Príncipe Carlos y sus hijos durante once años - afp

Salen a la luz los secretos culinarios de los Windsor

Carolyn Robb, excocinera de Carlos de Inglaterra, publica un libro con las claves del fogón real

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Carolyn Robb, hija de un sudafricano y una inglesa, fue la cocinera del Príncipe de Gales de 1989 al 2000 y la persona que tomó improvisadamente la foto que formalizó en la prensa de todo el mundo la relación de Carlos y Camila Parker Bowles (por la que a toro pasado quería dinero, pero Palacio le ha contestado que se sobreentendía que allí no había derechos de autor).

Desde los fogones vivió el divorcio de Carlos y Diana de Gales y la muerte de la Princesa: «Aquella noche les di de cenar a los niños y no sabía qué decirles. Quería abrazarles, pero no me atreví. Preferí dejarles su espacio». Llegó al Palacio de Kensington cuando Guillermo tenía 7 años y Enrique 4.

Fue fichada por Diana y Carlos en una cena en casa de los Duques de Gloucester. Les gustó tanto su comida que le lanzaron una opa.

La cocinera revela que en todo el tiempo que trabajó para la realeza jamás empleó el ajo, ingrediente que de hecho venía a estar vetado: «Ellos son muy conscientes de que tienen que estar en público y en la proximidad de otras personas», explica, en un comentario que trae a la mente a aquellas célebres meditaciones madrileñas de Victoria Beckham sobre el olor a ajo.

Robb es amante de la cocina tradicional inglesa. Tras dejar a la Familia Real por las grandes exigencias de tiempo del empleo, trabajó en Dubái y luego montó su propia empresa de catering. Es miembro de la Academia Británica de Artes Culinarias, lo cual tal vez sea un oxímoron, porque arte culinario y británico casi nunca casan. Cuenta que la realeza era de buen saque. Diana comía sobre todo ensaladas y le gustaba el cordero; también dice que necesitaba proteínas, porque hacía «muchísimo deporte». Carlos era un apasionado de la cocina de temporada y un adelantado a su tiempo a la hora de defender los alimentos orgánicos. Hoy es una moda, «pero en su momento le tomaban el pelo por eso y me daba mucha rabia». Al Príncipe le gustaba comer los productos de sus pagos. «No le podías dar fresas en diciembre». La cocinera añora -quién no- los salmones salvajes de Escocia, el gamo de las fincas reales, las aves de caza, las setas de Balmoral… Pero aclara que «la gente cree que los royals comen langosta y caviar todo el día, pero eso no puede estar más lejos de la verdad; es mucho más frecuente, por ejemplo, un plato de espárragos recién cogidos».

Su libro de recetas se llama «El toque real». Ojeándolo, prima la contundencia propia del recetario inglés, sin remilgos dietéticos: patatas y manzana recubiertas de panceta, alcachofas con más panceta… Carolyn es de la escuela del pollo braseado y del pastel del pastor. «Yo cocino con sentido común, con ingredientes del supermercado, no de tiendas especializadas, y mis padres vivieron 89 y 92 años», ha declarado al «Daily Mail». Recomienda «comer un poco de todo», con lo cual concuerda con el consejo del gran sabio español Grande Covián.

A diferencia de otros exsirvientes reales, como el pérfido mayordomo Paul Burrell, ella no cuenta grandes cotilleos y habla bien de todos. Sobre los chicos, recuerda que cuando se fueron a estudiar a Eton, el colegio privado de élite, regresaron pidiéndole que les enseñase a hacerse algo. Los instruyó en los salvíficos espaguetis a la boloñesa y la inefable pechuga de pollo. El plato favorito de Guillermo era la tarta de galletas, y el de Harry, la de melaza. Perdió contacto con sus empleadores en 2005, cuando sirvió el catering de la boda de un hijo de Camila Parker.