Josu Feijoo: «Lloré cuando hice cima en el Everest porque sabía que no había montaña más alta»

El alpinista y astronauta vasco se ha convertido en el primer diabético en viajar al espacio

El astronauta Josu Feijoo A.M.
Adrián Mateos

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A Josu Feijoo (Vitoria, 1965) le informaron de que era diabético en 1990. Afirma el aventurero que su doctora le advirtió entonces de que no podría satisfacer su deseo de viajar al espacio. Hoy, la especialista guarda en el despacho una fotografía suya ataviado con el traje de astronauta: «Cuando crees en tus sueños, estos se hacen realidad por mucho que la vida te ponga la zancadilla», asegura. Un positivo mensaje que transmitió también a los pequeños que se acercaron al Max Center de Baracaldo (Vizcaya) para participar en el taller infantil «Aprender haciendo: Descubriendo el mundo de los planetas» .

Usted es el primer hombre con diabetes que viajó al espacio. En el Everest, el vizcaíno Alex Txikon trata de alcanzar la cima sin ayuda de oxígeno. ¿De dónde surge esa búsqueda de lo imposible?

Imagino que será parte de la idiosincrasia vasca . Cuando hice cima en el Everest en 2006, empecé a llorar porque sabía que no había montaña más alta. Solo quedaba el espacio exterior, y ahora voy a centrar todas mis energías para conseguirlo. Pero Txikon se sale del mapa, es un crack. Yo no me puedo comparar con él.

¿Cómo ha cargado en su trabajo con el peso de ser diabético?

La diabetes del 2018 no es la de los 90, cuando me la diagnosticaron. Yo utilicé el primer bolígrafo de insulina, y por entonces no había medidores de glucosa en sangre portátiles. Había mucho desconocimiento. De hecho, cuando me dijeron lo que tenía no sabía lo que era, me pilló por sorpresa . La vida me puso la zancadilla con esta enfermedad crónica, pero la sociedad me puso otra, porque decía que un diabético no podía ser bombero, policía, militar, piloto…

¿Cuándo surgió su pasión por alcanzar el espacio exterior?

Yo recuerdo querer ir al espacio desde que tengo uso de razón. Le escribía a los Reyes Magos que quería ser astronauta , para mí es una pasión. Luego, a los 12 años, empecé a hacer monte. Primero subí al Gorbea, pero soy muy ambicioso y al siguiente día ya quería subir al Everest.

El próximo año cumplirá al fin su sueño de abandonar el planeta. Sin embargo, no es esta su primera experiencia aeroespacial.

Esto es como cuando te dedicadas a la alta montaña, hay que ir poco a poco. Hacemos vuelos estratosféricos con cazas de combate que cada vez suben más y más alto. Yo he estado a 24.000 metros de altura en un caza ruso . Obviamente, he visto la curvatura de La Tierra, que es redonda, no me tienen que contar historias –ríe–. Mi siguiente misión, que se realizará previsiblemente en febrero de 2019, es la de salir al espacio exterior. Pasaré la línea de Karman y alcanzaremos una velocidad orbital de 27.500 kilómetros por hora.

¿Qué pruebas realizarán sobre la diabetes?

En nuestro páncreas tenemos dos células: las alfa, que fabrican la glucosa; y las beta, que hacen insulina. A los diabéticos no nos funcionan las beta, por eso tenemos que ponernos insulina de forma externa. Colaborando con la Universidad Central de Ginebra y el doctor Pedro Luis Herrera hemos conseguido en animales de laboratorio que las células alfa se conviertan en beta y que no sean rechazadas por el cuerpo. Cuando vaya al espacio me tomaré esa medicación .

¿No siente temor ante la posibilidad de que algo pueda salir mal?

Hay una frase que lo resume todo: «Houston, tenemos un problema» . Puede salir algo mal, pero en ese caso lo tendremos previsto y ensayado. Yo soy optimista y siempre he tenido buena suerte, creo que todo va a salir perfecto. Y si no, lo solucionaremos.

¿Cómo se prepara una persona psicológicamente para emprender una misión como esta?

La preparación es realmente dura. Primero tienes que pasar las evaluaciones psicológicas, donde ven si eres mentalmente inestable . Yo tengo una empatía muy baja, que es algo que favorece a la trayectoria como astronauta porque significa que, en una situación de estrés, igual no antepones a tus compañeros por salvar la nave o la estación espacial internacional. Dicho así suena muy duro, pero es que la estación espacial vale 100.000 millones de dólares, y las personas, según ciertos responsables de las agencias espaciales, son prescindibles. Se buscan unos perfiles de gente fría, aunque en las distancias cortas soy una persona normal.

¿Alguna vez ha considerado que no podía seguir?

No, nunca. Todo lo que me he propuesto, lo he conseguido . Puede ser porque soy metódico y creo en las rutinas. También creo en la gente que sabe más que yo y la escucho.

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