Del Burgo: «Los nacionalistas se crecen con un Gobierno rehén de la extrema izquierda»

El jurista designado por los populares defiende que «si el pueblo español no se hace el haraquiri», el desafío soberanista vasco y catalán «fracasará»

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El Parlamento vasco encomendó a cinco expertos, uno por cada partido, la redacción de un texto articulado para el nuevo Estatuto. Los anhelos soberanistas de PNV y EH Bildu terminaron por desquebrajar la comisión, de la que finalmente surgieron tres borradores. Jaime Ignacio del Burgo (Pamplona, 1942) es el autor de la propuesta del PP.

Usted mismo fue crítico con una comisión que, dijo, desembocó en «fracaso».

Fui crítico con el resultado, que fue un fracaso. Teníamos el encargo de articular unas Bases promovidas por el PNV y asumidas por Bildu para alcanzar un nuevo estatus político que convertiría a Euskadi en parte de una nación llamada Euskal Herria. Esta mantendría con España una relación confederal, que es la más débil de las uniones de Estados. Pues bien, después de catorce meses de trabajos, ni siquiera los promotores de las Bases fueron capaces de consensuar un único texto.

¿Les habían encomendado a los expertos una tarea imposible?

La Constitución se fundamenta en la unidad de España. Las Bases son un proyecto de ruptura. No puedes parecer que estás dentro cuando en realidad quieres estar fuera. Lo dijo el presidente del PNV: «No somos españoles ni por el forro».

¿Cómo abordaba el PP esta comisión?

Alfonso Alonso, presidente del PP vasco, me propuso formar parte de la comisión de expertos. Me vino a decir que los nacionalistas querían convertirse en un Estado cuasi soberano y para ello invocaban la disposición adicional primera de la Constitución, que, a su juicio, les reconoce el derecho a la autodeterminación. Acepté. Cuando el pasado día 30 le entregué mi voto particular de rechazo a las articulaciones de mis compañeros, mi propuesta de reforma del Estatuto de Guernica y dos extensos documentos de refutación de las mistificaciones históricas propias del pensamiento único impuesto por el nacionalismo en las Bases, me dijo que no le había defraudado. Y debo decir que, después de conocer durante más de un año la labor del PP vasco, considero que la acusación más infame que puede hacérsele es la tildarlo de «derechita cobarde».

La postura del PP era particular, pues en su caso se apuesta por una reforma del Estatuto.

Mi contribución ha sido un proyecto de reforma del Estatuto de Guernica reivindicando los derechos históricos de los Territorios Forales y una armoniosa cooperación con el Estado para la salvaguarda del interés general de la ciudadanía.

¿Qué aspectos fallan en el Estatuto de Guernica?

Hay una asignatura pendiente. Álava, Guipúzcoa y Vizcaya tienen derecho a la actualización general de sus regímenes forales abolidos en 1876. Podían haberlo hecho en 1979, pero el PNV comprendió que si quería crear una conciencia nacional vasca necesitaba un Parlamento y un Gobierno, y eso era incompatible con unas instituciones forales fuertes. Por eso decidió no apoyar la Constitución en el referéndum de 1978 so pretexto de que no garantizaba los Fueros. Hay otras cosas, como la eliminación del título preliminar las referencias a Navarra como si fuera un territorio irredento, el «Anschulss vasco». Una expresión que tomaron los nacionalistas de Hitler, que justificaba el «Anschluss» alemán para la anexión forzosa de Austria so pretexto de que compartía con Alemania la misma lengua y cultura.

¿Cómo afectaría a la Comunidad de Navarra un Estatuto como el que propone el PNV?

Diga lo que diga el Estatuto no puede afectar al estatus de Navarra, que depende tan solo de la voluntad pueblo navarro. Navarra seguirá siendo el oscuro deseo del nacionalismo vasco, pero no pasará de ahí.

¿Por qué no fue posible el consenso entre formaciones «constitucionalistas»?

Porque el comisionado designado por el PSE intentó el consenso con el del PNV para tratar de apartarlo de la senda inconstitucional. Al final la realidad se impuso, y tuvo que dejar constancia de su desacuerdo con los principales puntos de partida.

El del llamado «derecho a decidir» ha sido uno de los puntos de mayor fricción. El nacionalismo fundamenta su defensa en los referéndums de Quebec y Escocia. ¿Guardan relación con el caso vasco?

Nada tienen que ver con Euskadi. Quebec fue una colonia francesa y es una comunidad francófona en un entorno anglosajón. El Reino Unido se funda en 1707 por un tratado entre el reino escocés y el inglés, que conservan su condición. El País Vasco no fue ni es una colonia española, ni padece opresión política alguna, ni el euskera es objeto de discriminación. Disfruta de un impresionante nivel de autogobierno, sus instituciones son elegidas por sufragio universal y está a la cabeza de España en todos los indicadores de desarrollo socioeconómico. Por otra parte, el principio democrático exige respetar la Constitución como expresión de la voluntad del pueblo español, del que forma parte la ciudadanía vasca.

Sánchez necesita a los nacionalistas para ser investido. ¿Cómo afecta este contexto a la reforma del Estatuto?

Con un Gobierno rehén de la extrema izquierda y del independentismo catalán y vasco, los nacionalistas se crecen. Están convencidos de que la sedición continuada del País Vasco y Cataluña obligará al Estado español a claudicar. Pero mientras el pueblo español no decida hacerse el haraquiri y acepte reformar la Constitución para permitir la destrucción de España, estoy seguro de que este nuevo desafío fracasará, porque el pueblo vasco no va a poner en riesgo su estado de bienestar dejándose arrastrar por el patrioterismo calenturiento de batzokis y herrikotabernas.

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