Tres de los miembros más jóvenes, que se dedican a vigilar a ras de suelo
Tres de los miembros más jóvenes, que se dedican a vigilar a ras de suelo - FOTOS: DE SAN BERNARDO

Tensión en Prosperidad por un bloque okupado por los Dominican Don’t Play

La cúpula vive en el ático del edificio, que utiliza para traficar con droga. Los «cachorros», por su parte, vigilan desde las plantas inferiores

Madrid Actualizado: Guardar
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Un portal destartalado marca el límite de lo que se puede y lo que no se puede pisar. Desde hace cinco meses, no hay luz ni tampoco agua. Las paredes de mármol están llenas de pintadas; las cerraduras y el ascensor, reventados; y la maltrecha puerta del cuarto de basuras apenas se sostiene en pie. «¿Buscáis algo?», interrumpe una adolescente española, antes de perderse escaleras arriba.

En la madriguera de los Dominican Don’t Play (DDP), en el número 3 de la calle De Malcampo -a dos pasos de la bulliciosa plaza de Prosperidad y a menos de cinco minutos del Auditorio Nacional de Música-, la vida transcurre al filo de la navaja. «Tanto, que tres años atrás, un joven murió cosido a puñaladas en la misma puerta

», advierte un vecino, quien, presa del miedo, prefiere no revelar su identidad.

El bloque, de cuatro alturas coronadas por un ático con jacuzzi y amplios miradores, está colonizado en su totalidad por miembros de la peligrosa banda latina. En la última planta vive el líder. «Un dominicano de unos 40 años, de complexión fuerte y cara de pocos amigos», apuntan desde un portal adyacente. El resto de viviendas mantiene una estructura piramidal. En las plantas inferiores residen los más jóvenes, los que se encargan de «dar el agua» (avisar, en el argot) o salir a la calle a trapichear; mientras que en los pisos altos se asientan los más cercanos a la cúpula, los que manejan el tráfico de droga ahí dentro.

Fachada del bloque okupado por la peligrosa banda latina
Fachada del bloque okupado por la peligrosa banda latina

La situación, sin embargo, no sorprende entre la barriada. Aunque parezca increíble, los DDP okuparon el inmueble por primera vez en 2011, año en que, aprovechando el fallecimiento de la titular de la empresa promotora, forzaron la gran mayoría de cerraduras. Desde entonces, ninguno de los herederos se ha querido hacer cargo de la situación, por lo que la Policía, al no constar denuncia alguna, no puede hacer nada para desalojarles. «De vez en cuando entran y se llevan a uno detenido, pero a los dos días ya está de vuelta», explica un comerciante.

En julio de 2015, agentes del Cuerpo Nacional de Policía y de la Policía Municipal irrumpieron, en una operación conjunta, en el bloque de Malcampo y en otro situado en la calle de Ramos Carrión, 6, también en la zona de Prosperidad. En este último, a diferencia del primero, solo estaban usurpados un puñado de pisos. «Aunque se vendía droga igual, los okupas convivían con los vecinos y al salir nunca más volvieron», reconoce el portero, consciente de que el ambiente en el portal es hoy mucho más tranquilo.

Foco de violencia

Interior del portal, repleto de pintadas
Interior del portal, repleto de pintadas

Aquella redada logró alejar a los delincuentes del entorno de los jardines de Mario Benedetti (Clara del Rey, 61), donde los DDP más jóvenes manejaban a su antojo la zona de las canchas. «Con 14 años, mi sobrino bajó con un balón y se lo robaron», sostiene un hombre, sentado en uno de los bancos del parque. «Aunque lo peor de todo fue cómo le dejaron el labio de un puñetazo», prosigue. Con el centro de reunión de pandilleros disuelto, los problemas se diversificaron, llevándose consigo el menudeo al parque de Berlín (avenida de Ramón y Cajal, 2) y concentrándose, más si cabe, la red de actividades delictivas en Malcampo.

Pese a la detención en 2015 de 17 integrantes de la banda, a quiénes se les incautó de estupefacientes y básculas de precisión, así como diversas armas -cuchillos, machetes y hasta casquillos para armamento de fuego-, los DDP que esquivaron la cárcel o la deportación -al no tener causas pendientes con la Justicia- regresaron de inmediato a «su hogar». De vuelta, retomaron el control y establecieron una especie de «alquiler» entre los suyos: hasta 400 euros por entrar a vivir.

Desde entonces, la opacidad les ha perseguido. Por el portal transcurren a diario varias chicas muy jóvenes, de nacionalidad española, que acuden a visitar a sus novios. Son captadas a las puertas de colegios e institutos y forman parte activa de las nuevas generaciones del grupo. En el bloque también viven mujeres con sus hijos. No obstante, la intervención en Navidad de los operarios del Canal de Isabel II (escoltados por la Policía), que puso fin al enganche ilegal de la luz y el agua, ha provocado una reciente estampida de muchas de las familias con niños.

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