Detalle del retablo de la parroquia de Santa María la Antigua
Detalle del retablo de la parroquia de Santa María la Antigua - BELÉN DÍAZ

Santa María la Antigua: la parroquia del abrazo y la fraternidad

Hay escritos sobre este templo de Vicálvaro que datan del año 1427

Madrid Actualizado: Guardar
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Son las diez de la mañana de un soleado día navideño que apunta al tiempo que viene. Vicálvaro sigue teniendo hechuras de pueblo, aunque haya sido arrastrado por la cosmópolis vital que es este Madrid categoría de historia. Una señora de más que mediana edad gira la llave en el portón principal de un templo que nos lleva muy lejos. Estamos en la calle Virgen de la Antigua. Nada más atravesar la puerta interior de la parroquia de Santa María la Antigua, una iglesia «de puertas siempre abiertas», oigo que la buen señora, dirigiéndose al Cristo nazareno de la capilla lateral, dice en voz alta: «Jesús, ¿cómo estás? ¿Qué tal has dormido?».

Inmediatamente eleva la mirada a la imagen de la patrona del pueblo y saluda: «Madre, ¿cómo se ha portado tu hijo?».

Esta buena señora, que cumple la función de «hostiaria» según la tradición eclesial, va derecha hacia el inmenso cuadro del Papa Juan XXIII de la capilla lateral para preguntar: «Señor Papa, ¿Cómo está hoy usted?». Ya lo decía Teresa de Cepeda: la oración, también espontánea y en voz alta, es tratar de amistad con quien sabemos que nos ama. «Sensus fidelium», que dicen los teólogos. Así comenzó el día en esta parroquia; así es esta comunidad.

Nada hay más parecido a un párroco que otro párroco. Nada hay más diferente de un párroco que otro párroco. Pero don Jesús Copa Mota me ha roto los esquemas, porque es auténtico, nada de pose de tendencia, que ahora se lleva mucho. Sobre todo cuando, con la sencillez y claridad de un hombre de larga experiencia -cincuenta años de sacerdocio-, recuerda, sentados ambos en la sacristía -un poco de calor-, los años de cura en Parla, allá por la época de la santa Transición. Se apasiona mientras relata cómo la primera unión del PSP y el PSOE se hizo en los locales parroquiales; cómo tuvo que lidiar con la Guardia Civil cuando los obreros se encerraron en la parroquia; su amistad con monseñor Iniesta y los años del cardenal Tarancón, a quien por cierto está dedicado el centro de la tercera edad de la parroquia. Don Jesús, que en Vicálvaro está acompañado por el sacerdote Miguel Vivancos, como vicario parroquial, y por el sacerdote Miguel Pérez Álvarez, vive una Iglesia en salida con la pasión por el Evangelio que está insuflando el Papa Francisco. Sin forzar nada. Y me insiste en que «estoy aquí sin meter ruido, silencioso, intentado que la Buena Noticia llegue y esponje el corazón. Todo el mundo cabe; demasiadas angustias hay en la vida como para que la Iglesia sea una más».

La parroquia de La Antigua, de Vicálvaro, huele a primera comunidad, al menos en algunas de sus formas. Por ejemplo, han creado un fondo solidario de la parroquia, una comunidad de bienes, en la que cada persona que está integrada en la vida parroquial aporta un dinero. Y luego cuando vienen mal dadas, se pueden beneficiar de esa masa común solidaria. También está la Cáritas parroquial que atiende, entre otras zonas, a una parte de la Cañada Real. Y también a unas cien familias, aunque me insista Vivancos que lo que más importa de Cáritas no es el despacho ministerial de alimentos, -porque también hay que vivir-, sino un centro de conocimiento de las necesidades de la persona y de integración. Se podría decir, valga la redundancia, integral.

La Universidad Rey Juan Carlos y la Fundación Juan XXIII pertenecen al límite parroquial. Junto con la caridad, destacan los ministros de la comunión a los enfermos; los tres grupos del Plan Diocesano de Evangelización; y quienes atienden el cementerio. Porque en Vicálvaro, el cementerio es propiedad parroquial. Es el más antiguo de Madrid. Una extensión de la Iglesia que en el 2014 cumplió su bicentenario y cuya gestión está en manos de la comunidad que lo organiza con experiencia y criterios evangélicos.

Según rezan las crónicas, el primer documento que tenemos sobre la Iglesia de Vicálvaro data del 18 de marzo de 1427, cuando el arzobispo de Toledo, Juan Martínez de Contreras, ordenó la inspección de las iglesias anejas en su jurisdicción. En el mes de junio de 1621 concluyeron las obras principales de un templo que ha albergado, hasta nuestros días, a una comunidad viva de fe y de esperanza. Una Iglesia que abraza a quien por ella entra.

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