Polémicos menús escolares en Telepizza y Rodilla: «Tengo cuatro hijos y estoy en el paro, solo quiero darles de comer»

Cerca de 11.500 familias acudieron a los locales de ambas cadenas en la región para recoger sus menús escolares

Un trabajador de Telepizza entrega un menú, ayer, a un hombre en Entrevías IGNACIO GIL

Cris de Quiroga y Aitor Santos Moya

Yasmín tiene cuatro hijos, pocos recursos, demasiada paciencia y unos modales –exquisitos– a la par que su coraje. Sin trabajo ella, al igual que su marido, cuida de la familia como buenamente puede: con tres niños, Silvia, Elán y Chanel, de 4, 6 y 11 años, respectivamente; y un bebé, Franklin, de 6 meses, esta hondureña, nacionalizada española, se vio abocada al paro tras cerrar el bar que regentaba. Ahora, en una situación complicada, guarda la cola paciente a las puertas de un Telepizza, donde cada vez se amontonan más personas. Madres y padres de alumnos cuyas familias tienen reconocida la renta mínima de inserción (RMI) esperan con éxito dispar recoger uno de los 11.500 menús escolares, becados a coste cero, que mantenían en sus centros educativos.

«Necesitamos que coman», reconocen los afectados concentrados en este establecimiento de la calle de Bravo Murillo, en el primer día -ayer- del reparto acordado por la Comunidad de Madrid, y aprobado por el Ministerio de Sanidad –tras cambiar su postura–, a través de las cadenas de Telepizza y Rodilla. La polémica implantación de este sistema, con críticas de la oposición al catalogar los menús de «comida basura», no parece importar en demasía a un espectro de la población más pendiente de dar de comer a sus hijos que de discutir el valor nutricional de los alimentos. Cuando el hambre aprieta, poco importa lo demás.

Una mujer recoge su pedido en un Rodilla de la plaza de Castilla MAYA BALANYÀ

Sin embargo, no todos los que se desplazan a recoger los pedidos pueden llevárselos a casa. «Me han dicho que no estoy en la lista, así que me voy de vacío», cuenta indignada Laura. Madre soltera de tres hijos, de 9, 10 y 15 años; y víctima de violencia de género, llamó al servicio de información de la Comunidad para conocer los requisitos: «Me dijeron que para estar en el listado era necesario tener el papel compulsado del Ayuntamiento con el que solicité el comedor escolar, el certificado de reducción del colegio y un informe que dice que yo soy receptora de la RMI».

Otros, en cambio, tienen más suerte. En un Rodilla cercano a la plaza de Castilla, la entrega es mucho más escalonada. «No hemos tenido ningún problema», revela una empleada, justo a la hora del cierre. La seguridad, con mesas apiladas en la puerta, mascarillas, guantes y botes de limpieza desinfectantes, resulta determinante para una labor que esperan mejorar con el paso de los días: «Hay personas que no estaban en el registro. Para los que sí lo están, basta con traer el DNI». Así lo confirman desde la Consejería de Educación, que coordina este servicio.

Dos trabajadores de Rodilla, al otro lado del mostrador para las entregas MAYA BALANYÀ

Más sano, más cerca

Con todo, los imprevistos que se han producido en algunos locales, de los 118 de ambas cadenas que abrieron ayer sus puertas, no han sido más que «un par de incidencias menores», según fuentes de la Consejería de Educación. Pese a ello, la controversia desatada el lunes, con el anuncio de la iniciativa en Twitter, se propagó ayer. A los usuarios de la red social que cuestionaron la idoneidad de estas comidas se sumó la portavoz de Educación de Más Madrid en la Asamblea de Madrid, María Pastor. «Hay que buscar opciones más saludables y de mayor proximidad para las familias, más aún en el escenario de que el cierre de los colegios se prolongue», insistió la diputada.

Poco después, el Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas apuntó que estos menús contravienen las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ya que favorecen el sobrepeso de los menores. Mientras, contra viento y marea, la respuesta del consejero de Educación y Juventud, Enrique Ossorio, fue clara: «Lo hemos intentado todo». Tras pedir ayuda a ayuntamientos, empresas de logística, grandes supermercados, empresas de catering y establecimientos de restauración, Telepizza y Rodilla han sido la única opción sobre la mesa.

Y aún con los obstáculos superados para alcanzar este controvertido acuerdo, muchos no podrán beneficiarse. «Aquí no tenemos Telepizza ni Rodilla», explica Diana, que vive con sus dos hijos, de 11 y 13 años, en el barrio de Arroyo Culebro, al sur de Leganés. «Tendría que coger un tren, dos o tres paradas, coger un autobús o caminar otros 10 minutos, acercarme a la gente...», enumera. Esta mujer de 47 años percibe una renta de 400 euros mensuales y solo sale de casa para ir al supermercado. Está «aterrorizada» por la pandemia; su hijo mayor padece afecciones en los bronquios.

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