Madrid reforzará el plan contra la violencia de las bandas latinas

Se evaluará la situación en los 7 distritos más conflictivos, junto a la Policía Municipal, para concretar las acciones

Alexander del Villar, alias «Velo Velo», un «Trinitario» asesinado a tiros ABC

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Prevención. Prevención y prevención. Esa es la receta. Con ese objetivo, el Ayuntamiento de Madrid, que dirige Manuela Carmena , va a reforzar el programa destinado la violencia adolescente en el ámbito específico de las bandas latinas . Se implantará en los siete distritos con mayor incidencia de este problema: Tetuán, Ciudad Lineal, Puente de Vallecas, Usera, Villaverde, Carabanchel y Latina. Como primera medida realizarán un diagnóstico de la situación en cada área geográfica, reuniéndose los responsables del área de Equidad, Derechos Sociales y Empleo con las juntas de distrito y la Policía Municipal.

«Una vez se evalúe la situación se decidirán las medidas que se pondrán en marcha, optimizando los recursos o poniendo en marcha alguno nuevo». Así lo explicó a ABC Ana Buñuel, directora general de Familia e Infancia, tal y como se acordó en el pleno de septiembre, a raíz de una iniciativa de Cs apoyada por todos los grupos. La formación naranja hizo hincapié en que el programa de Apoyo Socioeducativo y Prelaboral (Aspa) que aborda la violencia adolescente no basta para los pandilleros. «Se puso en marcha hace ocho años y la realidad ha cambiado».

La directora de Familia e Infancia aludió a los siete programas genéricos que tienen y, en especial, a los 106 educadores de calle que hacen una importante labor de detección de los miembros de bandas , complementada con la de mediadores. Además, van a realizar programas de reinserción con Instituciones Penitenciarias.

La actividad delictiva de estas bandas, en su dinámica habitual de dientes de sierra, ha aumentado este año, tal y como es perceptible por sus altercados y riñas tumultuarias en la vía pública, a pesar del aumento de un 35% del número de detenidos . En lo que va de año ha habido dos homicidios, la misma cifra que en 2017, según fuentes policiales. Uno fue accidental.

Desde su puesta en marcha en 2010, el programa Aspa ha atendido de forma individualizada a 827 pandilleros en alguno de los 9 puntos de atención disponibles (cuatro más este curso). El grueso de ellos es menor (entre 14 y 17 años) y el resto, entre 18 y 19, están judicializados porque ya han delinquido. Así lo indicó la coordinadora del centro número 4, Maribel Nieto.

Precisó que los agresores suelen acudir a estos puntos derivados por los Servicios Sociales, al haber ido sus padres a pedir ayuda tras la comisión de un delito o a través de agentes tutores. En otras ocasiones, no han delinquido pero son detectados en alguno de los otros seis programas de atención del Ayuntamiento. «Cada caso es un mundo, por eso la intervención también lo es. Abordamos un proyecto vital alternativo al de la violencia , ya que muchas veces los chavales acaban en esos grupos debido a circunstancias familiares, escolares, personales... Están muy perdidos y toman la mano de quien se la da. Si les planteas una salida, la solución suele ser positiva aunque la labor es ardua y no hay recetas mágicas», recalca la coordinadora.

Aunque la mayoría de los pandilleros son latinos, gran parte de los atendidos son españoles porque ya han adquirido la nacionalidad española.

Reconocer el problema

Sobre su perfil, Nieto recalca: «Son chavales que no han elaborado bien el proceso de duelo migratorio y la doble separación de padres y amigos. Al llegar a España por reagrupación familiar tienen un enorme desfase curricular y de adaptación y se amparan en la banda y en la violencia que tienen interiorizada». Su uso les hace sentirse parte del grupo y les sirve para reafirmarse y lograr reconocimiento, al tiempo que les ayuda para recharzar su situación y todo lo español.

Con cada sujeto se hace un itinerario de intervención tras una valoración psicosocial. Su educador incide en las áreas en las que necesita ayuda y/o demanda (apoyo escolar, búsqueda de empleo, etc.). Cuando ganan confianza, los profesionales tratan de que tomen conciencia de lo vivido, que expresen sus emociones y analicen los motivos que les han conducido a usar la violencia. «Lo más difícil es que reconozcan el problema», sentencia.

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