Luís Ojea - Cuaderno de Viaje

La orquesta del Titanic

Todo se desmorona a su alrededor, pero tanto Pedro Sánchez como Gonzalo Caballero siguen intentando que suene la música

En la madrugada del 14 al 15 de abril de 1912 se hundió el RMS Titanic tras chocar con un iceberg en mitad del Atlántico. En plena catástrofe, mientras el barco se iba a pique, los ocho músicos de la orquesta liderados por el violinista Wallace Henry Hartley se pusieron a tocar para intentar calmar a los pasajeros, mantener su ánimo y tratar de reducir los ataques de pánico. Primero en el salón de primera clase. Más tarde en la cubierta. Cuenta la leyenda que tocaron hasta el último instante, incluso cuando ya era inevitable el naufragio y su consiguiente muerte.

Quizás pueda parecer exagerado, pero en estos últimos tiempos los líderes socialistas parecen atrapados en una escena de ese tipo. Conscientes tal vez de la magnitud del desastre, pero tratando en cualquier caso de obviar la realidad y sobrevivir un día más en el cargo. Todo se desmorona a su alrededor, pero ellos, tanto Pedro Sánchez como Gonzalo Caballero, siguen intentando que suene la música. Solo hace falta repasar los periódicos del último mes. Alcoa mantiene viva la amenaza de cierre de su planta en La Coruña, Citroën negocia un ERE temporal en su factoría de Vigo y el gobierno cuestiona el futuro de las térmicas. Y mientras todo esto sucede a su alrededor, el PSdeG se entretiene este fin de semana en organizar una caricatura de primarias para elegir a sus cabezas de cartel para las municipales.

El gran problema del socialismo actual es el pueril complejo que arrastra frente al populismo. Por eso cayeron en la trampa de creer que este tipo de procesos para la selección de candidatos puede ser operativo. No, no lo es. Primero, porque en una cultura política como la nuestra los militantes de un partido, sea el que sea, acaban primando en su elección cuestiones que importan poco o nada al votante medio. Segundo, porque este tipo de procesos exhiben las contradicciones de las organizaciones y aumentan la desafección hacia ellas. Tercero, porque abren heridas internas que tardarán en cicatrizar reduciendo el músculo electoral de esas marcas. Cuarto, porque discutir sobre telegenia no sirve para actualizar el discurso político de una formación. Y quinto, porque este tipo de procesos siempre acaba consagrando la mediocridad, ahuyentando a buenos candidatos que se niegan a participar en este tipo de espectáculos y promocionando en cambio a personajes de tercera división.

Solo hace falta ver la lista de aspirantes que se han postulado. En realidad, el perfil medio no es muy distinto al del secretario general del PSdeG. Ese es el otro drama de ese partido, el liderazgo fallido de Gonzalo Caballero. Tan fallido que ha renunciado a pilotar las primarias locales de este fin de semana. Tan fallido que, consciente él mismo de su debilidad, ha preferido blindar apresuradamente su candidatura a unas elecciones sin fecha antes de encontrar cabezas de cartel competitivos para los comicios de la próxima primavera.

Gane quien gane hoy, pierde el socialismo gallego. Un partido que saldrá de este proceso más dividido y alejado de la sociedad. Sí, el PSdeG es un barco a la deriva. Sin un líder al timón y encaminándose a una inexorable colisión con cualquier iceberg en medio del inmenso océano de delirio en el que viven instalados. Ahogándose en su propia frivolidad, mientras la orquesta de la dirección, de despropósito en despropósito, sigue tocando su disparatado repertorio de dislates pese a que el naufragio parece ya inevitable.

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