Luis Ojea - Cuaderno de Viaje

Un disparate continuo

La izquierda de este país carece de cualquier atisbo de algo que se parezca al sentido del ridículo, la coherencia y la responsabilidad

El PSOE que criticaba a Mariano Rajoy por subir el peaje de la AP-9 es el mismo Partido Socialista que ahora en el Gobierno decreta el incremento de ese peaje. El líder del PSdeG que denunciaba con vehemencia que esa medida «limita el derecho a la movilidad de los gallegos» es el mismo Gonzalo Caballero que ahora calla y mira hacia otro lado. El grupo de En Marea en el Congreso que condicionaba su apoyo a los Presupuestos de Sánchez al traspaso de la Autopista del Atlántico a Galicia es el mismo grupo de diputados que ahora asume dócilmente que su jefe de filas firme las cuentas como propias sin mencionar una sola palabra sobre la transferencia. Hay que reconocerlo. La izquierda de este país carece de cualquier atisbo de algo que se parezca al sentido del ridículo, la coherencia y la responsabilidad.

Ese universo político vive instalado en el disparate permanente. El intento de resurrección de Bugallo, el suicidio de Bescansa, el grotesco juego de tronos de En Marea o el delirio del CIS. Todo muy entretenido, incluso desternillante por momentos, hasta que esa izquierda desnortada llega al poder y traslada todo ese dislate a la mesa del Consejo de Ministros.

Ese espectáculo ya no resulta inocuo. La irresponsabilidad en el gobierno sale cara. Alcoa prepara el cierre de sus plantas en La Coruña y Avilés. Vestas anunciaba hace unas semanas que clausura su factoría en León. La Naval de Sestao se encamina a la liquidación. Cemex hace las maletas y se va de Baleares y Almería. Citröen paraliza hasta el 4 de noviembre una de sus lineas de producción en Vigo por falta de carga de trabajo. Ford anuncia paros en sus plantas en Valencia ante la caída de ventas. Se acumulan noticias en el mismo sentido. El sector industrial está avanzando una nueva fase en el ciclo económico. Todos los indicadores apuntan a una desaceleración.

A priori, no sería ningún drama que la economía moderase su crecimiento. Sería incluso saludable, una fase más del ciclo. El problema es que las irresponsables medidas que está imponiendo el gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias agudizarán esa caída y acabarán abocando al país a una nueva crisis. No nos engañemos. Que la coalición de socialistas, populistas e independentistas dispare contra las empresas, fuerce subidas indiscriminadas de salarios, amenace con alzas confiscatorias en impuestos, tasas y cotizaciones y cerque a los autónomos no saldrá gratis. La irresponsabilidad acaba pasando factura. Siempre. Menos crecimiento, más paro y más inflación. Esta película ya la hemos visto. El gobierno y sus socios están configurando el cóctel perfecto que llevará al país a la próxima recesión.

Cuesta abajo y sin freno. La política económica que está imponiendo la izquierda es un auténtico suicidio. Un completo ejercicio de irresponsabilidad. Un dislate que resumió la ministra responsable de cuadrar los Presupuestos Generales del Estado en una memorable intervención en la que empezó asegurando que «pasarse en un presupuesto es fácil, no tiene problema» y acabó concluyendo que unas décimas arriba o abajo en el límite de déficit en relación al PIB «son 1.200 millones, chiqui, eso es poco, eso quitas o pones una parte del presupuesto». ¿Mil millones? Nada, fruslerías.

Es solo un ejemplo, uno de tantos, del delirio en el que se ahoga y nos ahoga la izquierda. Del disparate continuo que acabará conduciendo al país a una nueva crisis económica. Un disparate del que son responsables no solo Sánchez e Iglesias, sino también los palmeros que desde Galicia avalan, con su aplauso o con su silencio, ese dislate. Esos que dicen una cosa y su contraria sin solución de continuidad. Los que un día critican el encarecimiento del peaje de la AP-9 o condicionan su apoyo a los PGE al traspaso de la autopista y al día siguiente, sin ruborizarse, cambian de discurso y se olvidan de todas sus denuncias y reivindicaciones para no contrariar a sus jefes en Madrid.

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