José Luis Jiménez - PAZGUATO Y FINO

La humillación de Luís Villares

Las fuerzas vivas de En Marea le han propinado un golpe bajo a su portavoz, una sacudida de realidad que le despierta de la ensoñación de que él estaba llamado a ser el nuevo Beiras. Está por ver que pueda ser el antiguo Villares

José Luis Jiménez

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En determinadas enfermedades, el cuerpo te va lanzando mensajes en forma de síntomas, que leídos e interpretados a tiempo evitan el irremediable achuchón que te manda al hospital o directamente a la caja de pino. La política se parece mucho a la vida: hay situaciones que funcionan como avisos de lo que está por llegar, y si no los atiendes, acaban sucediendo accidentes, como por ejemplo el plenario de En Marea del sábado , del que sale muy tocado Luís Villares. Pero no podrá alegar que no lo vio venir, porque los mensajes estaban ahí.

El problema tiene una doble vertiente: diferencias esenciales de concepto de proyecto político y un descontento de las fuerzas vivas de En Marea con Villares y su papel como líder de la oposición. En el primer ámbito, la mayoría de los actores políticos que propician el espacio de la confluencia quieren una organización que no juegue solo la baza nacionalista —que también— sino que se aplique igualmente en la izquierda. Y achacan a Villares que se haya rodeado de minorías que solo busquen un proyecto nacionalista, un terreno en el que ya juega el BNG. Por otro lado, hay discrepancias de fondo con cómo el actual portavoz ejerce el control a Feijóo en el Parlamento, en sus formas y sus contenidos, por sus contradicciones y omisiones. Lo consideran un dirigente amortizado.

Y luego está lo orgánico, que es lo que abruptamente ha saltado a los medios este fin de semana con el plenario de la vergüenza , en el que Villares planteó un pulso a sus críticos —que son la mayoría— y lo perdió, dando una imagen de derrota y humillación innecesaria. El magistrado en excedencia creía que podría fabricar un partido como los de toda la vida, con militancia individual , en el que dar entrada a otras formaciones como Anova, Podemos, EU o las mareas de las ciudades. Quizás porque sabía que solo así él podría ganar una cierta autonomía y no depender de terceros.

Durante meses, estas fuerzas vivas le estuvieron haciendo llegar su disconformidad con ese modelo, pero Villares hizo oídos sordos y mantuvo su hoja de ruta. Fue ganando batallas por incomparecencia de sus críticos, y él mismo se creyó su propio relato de que era un líder incuestionado y sólido, avalado por las masas. Tan pronto las fuerzas vivas mandaron parar y exhibieron su músculo, despertó de su ensoñación de la manera más cruel, en el plenario de este sábado , donde descubrió que él no es dueño del destino de En Marea, sino que estaba ahí de prestado, circunstancialmente, mientras otros no reclamaban el puesto. Pero su tiempo está tocando a su fin.

Del descoloque de Villares dan cuenta sus declaraciones acusando a sus críticos de dar «un golpe de estado» en el cónclave, lo que reafirma a sus opositores de que ha perdido el norte. Está por ver si consigue negociar una tregua hasta el final de legislatura , o si tendrá que marcharse de manera precipitada porque quienes lo llamaron para encabezar la unidad popular se han cansado de él. Villares quiso ser Beiras y fracasó en el intento; ahora está por ver que pueda volver a ser el antiguo Villares , el magistrado del TSXG, después de quedar muy erosionado por su pérdida de la imparcialidad que se le supone a los jueces y el sectarismo desplegado en estos meses de oposición. Tiene mal presente y peor futuro. Aun así, no mereció el desprecio que sufrió el sábado por sus compañeros de viaje.

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