MEDIO AMBIENTE

Galicia también arde en invierno

En los últimos siete días, cuatro incendios han calcinado en la Comunidad alrededor de 400 hectáreas, en un fenómeno, el de los incendios en temporada baja, que ya ha encendido algunas alertas

Las llamas calcinan matorral de un monte de Viana do Bolo (Orense), donde el fuego ha calcinado estos días 165 hectáreas EFE

M. Nespereira

En octubre de 2017, la ola de incendios que devastó 49.000 hectáreas de monte en Galicia en apenas un fin de semana causó una sorpresa relativa: era octubre, cierto, mes del otoño, pero al mismo tiempo la comunidad vivió aquellas jornadas sumida en una especie de verano «bis», bajo el influjo arrasador del cóctel 30-30-30 (más de treinta grados de temperatura, vientos de más de treinta kilómetros hora, y menos de treinta por ciento de humedad). El fuego entonces era una posibilidad real. Sin embargo, es difícil encontrar una explicación --al menos una natural-- a por qué los bosques gallegos arden en pleno mes de enero. En los últimos siete días, las llamas han calcinado alrededor de 400 hectáreas .

La mayoría de los focos se han situado en Orense , la provincia más castigada y también la más extrema : en verano, los termómetros pueden alcanzar con facilidad más de 35 grados; en invierno, es frecuente que se acerquen al 0, como esta misma semana. En uno de sus ayuntamientos, Viana do Bolo, es donde se registró el primero de esta última racha. El domingo 30 de diciembre, en torno a las 12.30 horas, se inició un fuego que acabó por devorar 35 hectáreas de los montes de A Penouta. Dos días más tarde, en la parroquia de Ramilo, otro incendio desatado en la provincia vecina de Zamora calcinó al menos 25 hectáreas.

Uno y otro no llegaron a tener la entidad de uno de esos grandes incendios que arrasan grandes superficies de terreno. No llegaron a alcanzar las tres cifras de hectáreas calcinadas, como tampoco lo logró el incendio que quemó 45 hectáreas en el municipio pontevedrés de Cerdedo-Cotobade. Pero otros, sí. De nuevo en la provincia de Orense: en A Mezquita, el fuego se llevó por delante de 165 hectáreas; en Chandrexa de Queixa, dos focos simultáneos de díficil acceso afectaron una superficie total de 175 hectáreas , todas ellas de monte raso.

El fuego tempranero

Por otro lado, hay que tener en cuenta ciertas particularidades de estos incendios forestales. Mientras en verano la Xunta y los concellos despliegan miles de brigadistas por el rural para trabajar en las tareas de prevención y extinción --con contratos que llegan a prorrogarse hasta octubre--, el dispositivo en invierno es más reducido, por las circunstancias climáticas. Además, los medios aéreos pierden eficacia, al estar operativos únicamente durante las horas de luz.

En paralelo, desde hace meses los partidos en Galicia vienen reflexionando sobre la necesidad de incrementar la vigilancia en los montes al margen de la temporada alta del verano. Por ejemplo, en el dictamen de la comisión forestal creada a partir de la ola de incendios de 2017, se advierte «una expansión y un comienzo más temprano» de la campaña como consecuencia del cambio climático . «Se prolongará de marzo a octubre», advierte el documento, aprobado en el Parlamento con los votos del PP y el PSdeG.

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