Luis Ojea - LA SEMANA

Cinismo, incoherencia y populismo

Es bastante grosero que un cargo diga abiertamente que se pasa por el arco del triunfo una ley. Eso hay detrás de las comparecencias de varios alcaldes del BNG sobre las franjas contra incendios

Monte de eucaliptos en los alrededores de Santiago MIGUEL MUÑIZ

La izquierda de este país es insuperable. Hay que reconocerlo. A veces resulta extraordinariamente difícil encontrar un adjetivo que describa con precisión el grado de despropósito al que son capaces de llegar. No es solo cuestión de demagogia. Eso viene de serie en alguna de esas organizaciones políticas. No se trata tampoco del impúdico ejercicio de incoherencia que exhiben prácticamente a diario en su discurso público. Es también marca de la casa. Lo realmente grotesco, quizás esa sea la palabra, es que algunos de esos partidos hayan hecho del cinismo la viga maestra de su acción política.

Grotesco por grosero, ridículo y extravagante. Porque es bastante grosero que un cargo público diga abiertamente que se pasa por el arco del triunfo una ley, notablemente ridículo que después pretenda que los ciudadanos acaten las normas y memorablemente extravagante que, aun a pesar de todo, vayadando lecciones éticas a los demás.

Eso es lo que hay detrás de la comparecencia esta semana de varios alcaldes del BNG para afirmar que es «absolutamente imposible» que la administración local asuma la gestión de las franjas de seguridad contra los incendios forestales. La ley dice lo que dice. Lo saben. No es una norma de ayer. Lleva tiempo en vigor. Pero les da igual. Implícitamente reconocen que no la han cumplidohasta ahora y explícitamente avanzan que no la piensan cumplir en el futuro.

Sí, grotesco puede ser la palabra. Sobre todo, por el corolario que se deduce de su exposición. Si estos alcaldespiensan que un «me resulta absolutamente imposible» es argumento suficiente para eludir el cumplimiento de una norma, entenderán sin problema que cualquier vecino presente en registro una instancia explicándole al gobierno municipal que a él también les resulta «absolutamente imposible» pagar las tasas e impuestos locales o cumplir cualquier otra ordenanza.

Alentar la insumisión a la ley tiene este tipo de consecuencias. Que cualquiera pueda intentar evadirsedel cumplimiento de las normas que le disgustan. Y los escenarios a los que nos aboca este tipo de soflamas son en, en primer término, la anarquía y, en última instancia, la tiranía. Porque el Estado de Derecho se basa ineludiblemente en el imperio de la ley. La ley está para cumplirse. Se puede mejorar, modificar o derogar. Y para ello el sistema democrático establece unos determinados procedimientos. Pero mientras tanto, la ley se cumple.

Si no se asumen nociones tan básicas como esta, después no se puede ir por la vida dando lecciones. Tampoco al ciudadano que se sienta tentado a no pagar el próximo recibo del IBI emitido por un concello gobernado por el BNG amparado en un «me resulta absolutamente imposible afrontarlo». Incluso podría alegar, como hizo esta semana Evencio Ferrero, que «cada uno tiene las responsabilidades que tiene» y las suyas «llegan exclusivamente a la colaboración». Lo que diga la norma da igual.

Definitivamente la palabra puede ser grotesco. Pero también podríamos probar a definir lo sucedido como insuperable ejercicio de filibusterismo. Aunque en el fondo es algo más. Es un cinismo insoportable. Es la exhibición impúdica del pavor que tienen algunos a perder un puñado de votos. Porque de eso va esta película. De no enfadar a los vecinos para poder seguir atornillado al cargo. Lo de menos es que se queme más o menos monte o que se respete o se deje de respetar la ley.

Nada nuevo. Esto es lo habitual en determinadas marcas políticas. Cinismo, incoherencia y populismo. Tres ingredientes esenciales de la izquierda que sufre este país. La que monta una moción de censura aduciendo que van a regenerar la vida política y al día siguiente intenta durante horas sostener a un ministro condenado por defraudar a Hacienda. La que clama contra la falta de políticas de prevención de los incendios y cuando les toca aplicar esas políticas a ellos miran hacia otro lado. Insuperable. Hay que reconocerlo.

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