Luis Ojea - Cuaderno de viaje

La era del postureo

A corto plazo importa más la percepción social de unos hechos que la realidad de estos

Luis Ojea

Son tiempos de impostura y artificio. Vivimos en la era del postureo. Algunos pretenden que gobierne la apariencia sobre la realidad y quieren convertir la trivialidad en categoría política. Y habrá momentos en que lo consigan. Sin duda. Pero siempre escampa por fuerte que parezca la tormenta. Tardará más o tardará menos, pero al final la fuerza de los hechos se acaba imponiendo. Siempre. El caso del rupturismo es paradigmático. El asamblearismo. Blablablá. Llega la hora de aplicar la receta y se les olvida. Se conoce desde hace más de dos semanas el resultado de una consulta a las bases de En Marea sobre la continuidad de la diputada Paula Quinteiro. Los inscritos votaron mayoritariamente que debía renunciar a su puesto. Más de quince días después, Quinteiro mantiene su acta sin acatar el dictamen de los militantes de su organización y la dirección del partido decide lavarse las manos y dar por cerrado el caso.

La impostura cae al exponerse al contraste con la realidad. Siempre. Otro ejemplo. Hace dos semanas se procedió al desalojo de la Comandancia de Obras en La Coruña. Siete años atrás, en un caso semejante, algunos de los hoy concejales de Xulio Ferreiro se manifestaban al lado del colectivo okupa. Ahora tienen que explicarles a sus antiguos camaradas el legítimo uso de la fuerza policial para recuperar un espacio público.

En el actual contexto social, una buena campaña de marketing puede colocarle al elector casi cualquier cosa. Hasta que el gabinete diseñado esta semana por Pedro Sánchez es un gobierno fuerte o que Ciudadanos podía ser alternativa a algo. El problema surge, en estos casos y en cualquier otra falacia de este tipo, cuando los ciudadanos comprueban que la mercancía que les vendieron era defectuosa. Al final, siempre, la impostura se desmorona y la realidad se impone.

Frente al espejo de las contradicciones

Describió perfectamente, con una dosis magistral de cinismo, esta dictadura del postureo el portavoz del PNV en el Congreso durante el debate de la moción de censura. Las cosas son como son, pero también como se creen que son. Ese es el drama. Que a corto plazo importa más la percepción social de unos hechos que la realidad de estos. A corto plazo. Es importante no olvidar ese matiz, a corto plazo. Porque al final, tarde más o tarde menos, se acaba imponiendo la fuerza de los hechos. Siempre han sido errados los postulados de Goebbels creyendo que «una mentira repetida mil veces termina convirtiéndose en verdad». La impostura puede ganar algunas batallas, pero nunca ganará la guerra. Es cierto como dijo Keynes que «a largo plazo todos estaremos muertos», pero también lo es aquella máxima atribuida a Lincoln advirtiendo de que «puedes engañar a todo el mundo algún tiempo, puedes engañar a algunos todo el tiempo, pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo».

El tiempo, «ese juez insobornable que da y quita razones», como le gustaba repetir a José María García. Siempre, tarde o temprano, acaba poniendo a cada uno en su sitio. También a los trileros. A los que se les llena la boca hablando de asamblearismo y se pasan por el arco del triunfo las decisiones de su militancia. A los que salen a manifestarse con okupas y después envían a la policía a desalojarlos. Y a los que exhiben sin pudor sus excreciones intelectuales en las redes sociales y acaban sonrojados al llegar a ministros cuando alguien se las recuerda. El tiempo nos enfrenta a todos, sin excepción, al espejo de nuestras contradicciones.

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