Ferran Garrido - Una pica en Flandes

La verdad y la palabra

«Lo peor no es vivir bajo el totalitarismo, sino que cada grupo se crea en posesión de la verdad absoluta»

Imagen de archivo del escritor Miguel Delibes GONZALO CRUZ

Los ojos cansados y dolor de cuello. La parte derecha de la espalda, así como debajo del hombro, me está matando. Creo que los médicos le llaman la escápula. A mí ese término siempre me ha hecho mucha gracia porque me recuerda la ubicación de aquel trocito de tela que usaba mi abuela y que para ella era muy importante. Eran otros tiempos, pero la palabra coincide. Y es que las palabras, las palabras vuelan. En fin, sin rollos, que la espalda me está matando después de una noche casi entera frente al ordenador para escribir lo que pretendo sea un elogio de la palabra.

La palabra. El otro día, escuchando en Radio Nacional a la genial Lola Herrera hablando sobre Miguel Delibes , recordé lo mucho que, de adolescente, me influyeron sus obras. Ya sé que decir que crecí con «Las ratas» suena fatal. Prefiero decir que releí ese texto una y otra vez para darme cuenta de la importancia de entender la realidad y creer en la inviolable importancia de la verdad y de la palabra.

Decía Delibes, convencido de ello, que los hombres de letras respondemos mejor al título de hombres de palabras . Es hermosa la definición, especialmente porque él demostró que la verdad y la palabra van de la mano cuando, además de hombres o mujeres de letras, lo somos de palabra.

Delibes sabía lo que decía. Aprendí de él esa concepción literaria del periodismo que me acompaña. Siempre dijo que el periodismo es como un borrador de la literatura y que la literatura es periodismo hecho sin la prisa de tener que llegar al cierre de la edición. Qué grande. Y Delibes sabía lo que decía. El tercer autor español más leído, después de Cervantes y de Galdós, pasó su vida escribiendo literatura, pero consagró su trabajo al periodismo como redactor del diario El norte de Castilla, del que llegó a ser director, y desde cuyas páginas defendió como redactor el valor de la palabra, la búsqueda de la verdad y la libertad para poder publicarla.

Delibes se enfrentó a la censura en tiempos difíciles. Tanto, que le costó el cargo, aunque tal vez se quitó de encima la carga cuando las presiones de los defensores de la verdad oficial le hicieron saltar de la silla de dirección del periódico. Y digo que se quitó la carga porque, aunque nunca abandonó el periodismo, se consagró en cuerpo y alma a defender la verdad desde la literatura . Ante las presiones del régimen dejó voluntariamente su cargo, aunque siguió figurando su nombre durante mucho tiempo.

Imagen de archivo del escritor Miguel Delibes GONZALO CRUZ

Pero… ¿cuál fue la batalla? Su defensa a ultranza de publicar, una y otra vez, la mala situación de la agricultura. Cuando le prohibían usar una palabra, al siguiente artículo, buscaba otra, y otra, y otra, y otra… el español es un idioma rico en sinónimos y él era un maestro del periodismo, de la palabra y de la defensa de la libertad. Era el año 1963. Parece lejano, ¿verdad?

Cuando unos años después le ofrecieron volver a firmar un contrato de dirección al amparo de la entonces nueva Ley de Prensa, se negó a comulgar con las ruedas de molino de un «régimen de censura real sin censura aparente». Claro que él era Miguel Delibes, el hombre que dijo «hoy no puedes escribir lo que sientes, mientras que en los años 40 estabas obligado a escribir lo que no sentías».

Reflexionando sobre su obra, creo, como él, que lo peor no es vivir bajo el totalitarismo, sino que cada grupo se crea en posesión de la verdad absoluta . Pero, siempre me he preguntado, ante la perpetua sombra de ese totalitarismo que asoma la patita de vez en cuando, quién está legitimado para decidir qué es y qué no es verdad.

En esta novela de nuestras vidas no quisiera yo que nuestros personajes acabaran como los suyos, «presionados por el entorno social, perdedores, víctimas de la ignorancia, la política, la violencia o el dinero» y cito de nuevo textualmente sus palabras.

Lean a Delibes. Cuando tiemble la libertad siempre nos quedará la verdad. Y la palabra.

Ahora ya sé por qué tengo esta tensión en la espalda. Y en el cuello.

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