El lazo amarillo acorrala también a Rafael Casanova

Decena de puestos de avispados vendedores hacen caja con la excusa del «procés» durante el acto más tradicional y protocolario de la Diada

Ciudadanos vestidos de «Miquelets» en las calles de Barcelona ABC

Jesús Hierro

La parafernalia era la habitual en la tradicional ofrenda floral ante el monumento al controvertido Rafael Casanova, en la Ronda de Sant Pere de Barcelona, con la que cada 11 de septiembre empieza la maratoniana «Diada». Allí, los partidos -excepto PP y Ciudadanos-, sindicatos y decenas entidades culturales y deportivas depositan su ramo ante la efigie del jurista y político, y el himno catalán (Els Segadors) suena en bucle en cada ofrenda. Luego, también en bucle , las inevitables declaraciones a la prensa de partidos y entidades, casi siempre predecibles, y que pocas veces salen del guion.

Todo como siempre; año tras año el mismo ritual. Este esquema, que rige la ofrenda desde mucho antes de que la maquinaria «procesista» hubiese metido la directa, se ha seguido también hoy. Con un elemento diferenciador, eso sí, que caracteriza esta Diada 2018 . El lazo amarillo, en solidaridad con los líderes independentistas encarcelados que inunda Cataluña, también ha acorralado hoy a Rafael Casanova.

El «merchandising» era buena prueba de ello. Una decena de puestos de avispados vendedores hacían caja, también ellos, a cuenta del «procés». Camisetas, sombreros, llaveros, pulseras, abanicos esteladas -banderas catalanas independentistas-, lazos y un sinfín de productos para ataviar al personal de cara, sobre todo, a la manifestación de la tarde. El producto estrella del chiringuito, una camiseta, también amarilla, con la imagen de Oriol Junqueras y la leyenda «Free».

Tienda de merchandising independentista ORIOL CAMPUZANO

Tampoco era nuevo el enfrentamiento -por suerte solo verbal, gracias a la barrera han formado los antidistubios de los Mossos d'Esquadra - entre los antifascistas, próximos a la CUP, y los grupúsculos de extrema derecha. Estos últimos, neonazis independentistas de Unitat Nacional Catalana, pequeños en número de efectivos pero prolíficos en tatuajes «patrióticos» y decibelios . Entre otras lindezas, gritaban «Puta España», «Cataluña para los catalanes» y «Visca Terra Lliure», en alusión a la organización terrorista independentista disuelta a principios de los noventa.

Al otro lado del cordón policial, los antifascistas les replicaban: «Un fascista es un fascista, español o catalán» . No pasó de los insultos cruzados, tampoco cuando la xenófoba Plataforma per Cataluña hizo su ofrenda, recibida como siempre con silbidos, y que acabó con el grito de «Cataluña Hispánica» entonado por sus miembros. Su centro floral, por cierto, lo arrancó minutos después un miembro de la ANJI -los jóvenes de la Asemblea Nacional Catalana (ANC)-. Lo arrebató de los pies del monumento y lo arrojó a un lado.

Acabado el carrusel de ofrendas, declaraciones y proclamas matinales , todos a almorzar. Mesas corridas y sillas de plástico recibían en la calle del Bruc a decenas de comensales independentistas, que esperaban la llegada de los pollos a la parrilla que humeaban en unas brasas que los voluntarios atizaban en plena calle. Había que coger fuerzas para la gran manifestación de la tarde. Con el estómago lleno se protesta de otra manera.

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