El atentado en Las Ramblas, un ataque al corazón turístico de Barcelona

Las Ramblas son punto de paso obligado para los turistas que llegan a Barcelona especialmente en estas fechas

ANNA CABEZA

Se temía y se había intentado evitar. Barcelona estaba en el punto de mira del terrorismo yihadista y su potencial como ciudad turística tenía gran culpa de ello. Las Ramblas, el epicentro del atentado del jueves , es paso obligado para todo aquel que pisa Barcelona, un encantador paseo que todo turista hace y, desgraciadamente, objetivo para los yihadistas que se están acostumbrando a realizar atentados con el «modus operandi» del atropello masivo.

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Los atractivos de las Ramblas son innumerables y parece imposible que un visitante de Barcelona no haya pisado esta avenida. A su ya óptima ubicación en el corazón de Barcelona, se le suma un bullicio de personas variopintas, el encanto de sus edificios históricos, centenares de establecimientos en las que degustar tapas y todo tipo de manjares, terrazas para disfrutar del ambiente y una variada oferta cultural. La imponente estatua de Cristóbal Colón en uno de sus extremos, El emblemático Liceo , muy próximo al punto en el que ayer paró la maldita furgoneta que perpetró el atentado, la no menos mítica fuente de Canaletas -lugar de encuentro de las celebraciones culés-, el centro cultural Arts Santa Mònica , el Museo de Cera o incluso un Museo del Jamón, varios teatros, la iglesia de Belén -que fue bombardeada en 1938- o el centenario mercado de la Boquería son buen ejemplo de ello.

Predilecto para «ramblear»

Su éxito entre los foráneos, de hecho, es el mismo que ha provocado que gran parte de los autóctonos hayan acabado lamentando la masificación que vive el neurálgico paseo. Históricamente era la avenida predilecta de los barceloneses. Quedaba abarrotada los fines de semana: hasta allí acudían vecinos de todas los barrios y edades, todos dispuestos a «ramblear» -que es como los ciudadanos hablan popularmente de pasear tranquilamente y distraerse por la vía, de punta a punta, desde plaza Cataluña hasta los pies del monumento a Colón-.

Con el tiempo, las míticas floristerías y paradas de animales que llenaban la acera central de la vía han dejado paso a varios quioscos de «souvenirs» , decenas de terrazas de restauración -con precios, por cierto, desorbitados- y locales de venta de entradas de atracciones y estatuas humanas, todo ello enfocado a hacer negocio exclusivamente a costa del turismo. En los últimos años, con el «boom» del turista «low cost», el giro comercial ha sido especialmente evidente. En sus aceras laterales, más de lo mismo: «souvenirs» y grandes cadenas de restauración o moda, esperando al visitante.

«Turismofobia»

La masificación turística de las Ramblas es, de hecho, el perfecto ejemplo de la tensa situación que está viviendo Barcelona, después de que recientemente hayan surgido varios focos de conflictos de convivencia entre vecinos, que quieren disfrutar de ellas pacíficamente, y extranjeros, que acuden en masa a visitarlas. Una parte de los ciudadanos, totalmente minoritario, está despertando un sentimiento que se ha bautizado como « turismofobia » en contra de la actividad turística de la ciudad, y colectivos anticapitalistas, como miembros de la CUP y Arran han protagonizado y arropado recientes ataques, totalmente condenables, como daños a empresas turísticos o incluso un asalto a un bus turístico.

Sin defender abiertamente estos extremos, sí que es cierto que desde que hace dos años llegara a la alcaldía del Ayuntamiento de Barcelona la alcaldesa Ada Colau , el Consistorio barcelonés ha extendido un claro mensaje de que es necesario un cambio en la gestión del turismo y que había que conseguir que su presencia pierda terreno en favor de los vecinos. Esta actitud ha provocado, y sigue causando, varios enfrentamientos entre el gobierno municipal y varios sectores vinculados al turismo, como la hostelería o la restauración.

En esta línea de conseguir un «decrecimiento» -como el Ayuntamiento lo llama- del turismo en las Ramblas, el Consistorio llegó a convocar este año un concurso internacional para que un equipo interdisciplinar, formado por arquitectos, ingenieros, sociólogos o economistas, entre otros, defina una estrategia y presente un proyecto de urbanización y transformación de la avenida y se recupere como espacio para la ciudad.

El Gobierno municipal tenía previsto escoger a lo largo del verano un proyecto definitivo para dar un nuevo aire a las Ramblas y también preveía empezar las obras de remodelación en 2019 . La concejal del distrito de Ciutat Vella, Gala Pin, recordaba durante la presentación del proyecto que se quería «recuperar la Rambla para la gente que la vive».

También precisamente a raíz del cambio radical de la vía, a principios de año vecinos del distrito, convocaron una okupación simbólica de la avenida, para demostrar que la ciudadanía quería volver a hacer suya esa vía que consideran que ha pasado a ser territorio exclusivo del turista. «Queremos el espacio público para disfrutar de la ciudad y convivir, no para hacer negocio», defendían entonces los manifestantes.

Lo cierto es que la ciudad recibe a todas épocas del año, y especialmente en verano, la llegada masiva de turistas en busca de buen tiempo, ocio y gastronomía. Según fuentes municipales, se estima que Barcelona acoge al año unos 30 millones de visitantes, la gran mayoría considerados «excursionistas» que pasan el día en la ciudad y pernoctan fuera, en alojamientos del Garraf, la Costa Brava o la Costa Dorada.

De hecho, unos 12 millones de viajeros duermen anualmente en los más de 400 hoteles y cerca de 300 pensiones y decenas de otros tipos de alojamiento en la ciudad. El turismo, de hecho, supone para la capital catalana el 14% de su PIB, y las admiradas Ramblas tienen buena culpa de ello. Hace falta confiar en que la tragedia de ayer no llegue a pasar factura a una actividad, la turística, que es vital para Barcelona.

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