«Mi padre ahora es como un niño»

Hilario Juzgado Herranz, vecino de Chozas de Canales, acaba de cumplir 110 años, siendo el segundo hombre más anciano de España

Hilario, con su hija Isabel y una vecina en septiembre de 2020 Adoronews
Juan Antonio Pérez

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Acaba de cumplir Hilario Juzgado Herranz, vecino de Chozas de Canales, los 110 años. Que es algo así como más de 40.000 días, unas 964.000 horas, casi 58 millones de minutos y cerca de 3.500 millones de segundos. Que es algo así como desafiar al tiempo y hablar con la eternidad. Es curioso esto de vivir . Cuenta Isabel, su hija, que Hilario ha vuelto a la casilla de salida. Que «ahora es como un niño» y que en casa lo tiene vigilado con una cámara de esas que utilizan las madres con los bebés porque a veces se quiere levantar de la silla. Y también que el domingo 11 de abril fue un día más bien triste porque «no se dio cuenta» de que era su cumpleaños.

Hilario es la segunda persona más anciana de Castilla-La Mancha y el segundo hombre de España. En la región le supera Julia Bascuñana Herrada, nacida en Belmonte solo dos meses antes. Mientras, a nivel nacional el ranking de senectud está liderado por Saturnino de la Fuente García, un señor de León que ya ha cumplido los 112.

Lo de Hilario o lo de Saturnino es muy raro. No solo por la avanzadísima edad que ha alcanzado, sino también porque esta suele ser una frontera reservada a las mujeres. Según el blog «Segundacentena» , actualizado prácticamente a diario, en España hay 326 personas mayores de 105 años: 281 son mujeres y el resto, apenas 45, hombres.

«Está muy mal. Desde hace año y medio ha caído en picado», dice Isabel, dedicada por completo al cuidado de su progenitor. Hace año y medio murieron el hijo y el yerno de Hilario (el hermano y el marido de Isabel) en un plazo de cinco semanas. Ambos tenían setenta y pico años. Como Isabel, que tiene 72, que de salud anda «bien», pero cuya moral está por los suelos. Afirma convencida que a su padre estas dos muertes le han afectado muchísimo y esa es la principal razón de su declive.

Es curioso esto de vivir. Cuando hace más de 20 años falleció Ángeles Cristeta, su mujer (y la madre de Isabel), Hilario estuvo una semana ingresado en el hospital con un úlcera gástrica provocada por el disgusto de la pérdida. Adoración Rodríguez, periodista que le hizo un reportaje para el portal «adoronews» , desvela que el médico se asombró de la salud de hierro del por entonces octogenario y les dijo a sus hijos: «Cuanto antes llevárosle del hospital, no vaya a cogerse aquí lo que no tiene». Y añadió: «Con estas analíticas Hilario podría llegar a los 100 años perfectamente». Se quedó corto.

Hace año y medio murieron su hijo y su yerno en apenas cinco semanas y desde entonces «está muy mal, ha caído en picado»

Cuestión de genética

La genética, es verdad, ayuda bastante. Un hermano llegó a los 99 años, otra a los 102 y una tercera a los 105. Al cumplir Hilario los 100 le dieron un homenaje en los salones Nelly de Fuensalida, ya desaparecidos, al que asistieron la familia, los amigos y las autoridades de turno. De ese día queda una placa conmemorativa. Isabel explica que su padre ha tenido una vida «muy sana». Recuerda que de pequeña solo le vio fumar «algún cigarro» y tampoco ha sido de beber... si se excluye el vino.

«Le encantaba resolver problemas de matemáticas y también los toros. Iba a Toledo a ver los toros, a los toreros de la época como Manolete, Juan Belmonte, Luis Miguel Dominguín, Chicuelo, Lagartijo, Antonio Ordóñez… También le gustaba la caza y tenía escopeta en casa, como cazador que era», le contó Isabel a la citada Adoración Rodríguez.

La biogafría de Hilario ha transcurrido entre Madrid y el pueblo. De joven hacía el camino andando. Sus padres tenían una huerta e Hilario salía de Chozas a las cuatro de la mañana para vender el género en lo que hoy es Mercamadrid. Por eso, su mote es «Carreterito». En un momento dado se trasladó a vivir a la capital y cambió las hortalizas por un empleo en la construcción, reformando muchos conventos madrileños. En 1980, cuando se jubiló, volvió al pueblo con su mujer.

Hilario ha estado «perfecto de cabeza hasta hace nada», afirma Isabel. Se le veía pasear por las calles de Chozas e incluso ir a la compra. Ahora la situación es distinta. Conoce a la familia, y cuando van sus nietas y biznietos al pueblo «se pone muy contento». Sin embargo, a veces se confunde. «A mí me dice que soy su madre», cuenta Isabel, y lo mismo pasa con los más pequeños.

Nada puede con el abuelo de Castilla-La Mancha, solo la inevitable vejez. Ni siquiera el coronavirus, que por suerte no ha afectado a su familia y en Chozas tampoco ha habido demasiados casos, añade Isabel.

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