Aquellos maravillosos pueblos taurinos toledanos

Aún quedan plazas en las que año tras año se siguen acotando talanqueras, tendidos, barreras y burladeros

Ese sabor se mantiene en El Real de San Vicente, Castillo de Bayuela, San Román de los Montes o Hinojosa

La plaza de la Constitución de Castillo de Bayuela, con su característico rollo de Justicia, de estilo gótico-plateresco Joaquín Romera

Joaquín Romera

La provincia de Toledo ha sido un baluarte en el mundo taurino desde hace decenas de años. Son varios los cosos que superan los 100 años, y muchas de sus plazas mayores acogieron en sus entrañas las sueltas y festejos taurinos en las conmemoraciones festivas. Hoy en día, pese al paso del tiempo, algunas perduran y siguen acotando año tras año las talanqueras, tendidos, barreras y burladeros para acoger un rito ancestral que sigue vivo y arraigado al acervo popular.

Hace décadas, los aficionados solo tenían la oportunidad de ver festejos taurinos de cierta calidad en el coso de Mendigorría, en Toledo capital; y en escasos municipios como Talavera de la Reina, Quintanar de la Orden, Madridejos o Consuegra, donde se celebraban, sobre todo, corridas de toros.

Tras la Guerra Civil, nuestra geografía provincial era sitio habitual de aquellos que buscaban fortuna en ser torero; un milagro al alcance de muy pocos, que entre capeas y encierros probaban suerte. Alcaldes, hermandades y comisiones de festejos emergieron entonces en la confección de novilladas en sus municipios. Eran festejos de apenas dos o tres novillos, donde los de luces se enfrentaban a animales sin edad regulada y que casi siempre habían participado en capeas o encierros con anterioridad. Héroes en blanco y negro, que veían a las figuras de la época como verdaderos dioses.

La provincia dio muchos nombres taurinos destacados, algunos llegaron incluso a figura, pero la mayoría se quedó en el quiero y no puedo. Sin embargo, eso no les quitaba la ilusión de verse anunciados en los pueblos, que eran siempre el primer sitio en darles una oportunidad de enfundarse los ternos de luces. En plazas que ahora acogen corridas, lo habitual antes era ver a los noveles. Ahí están los ejemplos de Sonseca, Mora, Orgaz, Torrijos, Añover, Fuensalida, Los Navalucillos, Ocaña, Bargas o Villarrubia de Santiago.

Mientras, el resto de pueblos debían conformarse con sus talanqueras, graderíos de madera, carros, galeras y, al final, remolques. Ese sabor ha quedado reducido a un escogido número de pueblos, que ha conseguido mantener la tradición de levantar sus efímeros cosos, convertidos en el epicentro de las fiestas. El Real de San Vicente, Castillo de Bayuela, Hinojosa de San Vicente o San Román de los Montes son algunos de los pocos lugares donde pueden peregrinar los nostálgicos de épocas pasadas.

Un punto de inflexión llegó allá por los años 70, cuando se hizo más que habitual la aparición de plazas de toros portátiles; estructuras metálicas y de madera que se iban instalando en las afueras de los pueblos. Cosos muy pesados, que necesitaban de mano de obra dura y experimentada, sin callejón y que cubrían las necesidades taurinas de muchos pueblos. Aquellas plazas eran muy conocidas y tenían hasta nombre propio, como ‘La Portillana’ o ‘La Guerrillera’ , entre otras, generando un tejido económico que tuvo a partir de esos años una gran actividad.

Festejo en la plaza de carros de Manzaneque en los años 50 J. Romera

Sin picadores, sobre todo

Las novilladas sin picadores eran el alma máter de muchos pueblos, y los novilleros se ganaban los contratos tarde a tarde. La Escuela Nacional de Tauromaquia, creada en la Casa de Campo de Madrid en 1976, aportaba la mayoría de los novilleros. Por ejemplo, Lucio Sandín, Julián Maestro y José Cubero ‘Yiyo’ , los llamados ‘Príncipes del toreo’, la primera gran generación de la escuela madrileña, hizo su debut de luces en Villanueva de Alcardete el 13 de noviembre de 1978. Otros novilleros, en cambio, eran aspirantes locales que encontraban hueco en sus comarcas de influencia. Se daban a conocer los nuevos valores y los municipios competían de manera sana por organizar festejos con los que consideraban mejores en la arena.

Cabe recordar tradiciones como la de dar posada en las casas a los novilleros y sus cuadrillas, si no les cedían el uso del propio ayuntamiento para enfundarse el terno de luces. Había municipios muy comprometidos que eran santo y seña de novilladas y novilleros, que por pequeños que fuesen tenían que soltar los toros en sus plazas. La comarca de la Sagra, tan pujante hoy en día, tenía un entramado de municipios que acogía a los incipientes toreros. Aún se recuerdan las novilladas de Mocejón, Illescas, Valmojado, Esquivias, Añover de Tajo, Alameda de la Sagra, Borox o Villaseca de la Sagra.

De hecho, se sigue fomentando ese apoyo a los novilleros en la comarca de Torrijos, donde siempre había festejos en Portillo, Santa Cruz del Retamar (con su peña Churriega), La Torre de Esteban Hambrán, Méntrida y la plaza porticada de La Puebla de Montalbán. Y si miramos hacia La Mancha, ¿quién no conocía las novilladas de Manzaneque, Madridejos, Villanueva de Alcardete o Lillo?

En la actualidad son algo más de 30 las plazas de toros permanentes en la provincia; la mayoría levantadas en el siglo XX. Los novilleros desean hacer el paseíllo en ellas o en alguno del centenar de municipios que de manera habitual celebra espectáculos taurinos en Toledo. Las ferias de novilladas son un verdadero reclamo para aficionados y en algunos casos están muy consolidadas, dando paso a algunos certámenes de renombre.

El más destacado es el ‘Alfarero de Oro’ en Villaseca de la Sagra, que en septiembre celebrará su XXI edición. Lo puso en marcha en 1999 Jesús Hijosa, que continúa como alcalde, y el tiempo y los resultados le han dado la razón a lo que entonces se podía considerar una osadía. Villaseca es santo y seña de las novilladas a nivel nacional, un espejo para muchos pueblos. Este año serán seis las novilladas con picadores, en las que habrá cabida para 18 novilleros, además de las cinco que ya se celebraron en el ‘Alfarero de Plata’ para novilleros que aún no habían debutado con los del castoreño.

Mientras, Portillo de Toledo sigue fiel a sus novilladas y cada temporada organiza al menos tres festejos por donde pasan aquellos chavales que están más bragados, pues los astados siempre tienen un trapío superior a otros pueblos. Cerca esta Santa Cruz del Retamar, que aprovechando sus fiestas de agosto organiza novilladas con y sin picadores; alguna vez incluso algún evento de escuelas taurinas. Tienen los churriegos una gran afición por el toro serio y sus astados son de presencia importante, buscando la variedad de encastes en su elección.

El Ayuntamiento de Villarrubia de Santiago mantiene viva la organización de novilladas y este año no iba a ser menos. Además, casi siempre se busca hacer hueco a novilleros de la tierra y en septiembre harán el paseíllo Jorge Molina y Nacho Torrejón. También vuelve Añover de Tajo a celebrar novilladas; dos en esta ocasión, una picada y otra sin picadores, en cuyos carteles se anuncian los toledanos Ignacio Olmos, Nacho Torrejón y Miguel Serrano.

En El Real de San Vicente los vecinos montan la plaza de toros J. Romera

Más de 400 festejos

Sin embargo, la pandemia y la crisis que ha generado ha provocado un tremendo vacío. Por ello, este 2021 solo habrá festejos taurinos en contados municipios. Y lo que ha desaparecido totalmente son los festejos populares en las calles, lugares incontrolable tanto en aforos como en distancias con otros asistentes. Aunque, en todo caso, hay que esperar a que llegue octubre, se dé por cerrada la temporada y se echen cuentas. Las de aquellos maravillosos pueblos toledanos que acogieron más de 400 festejos en el año 2019 y que debe aspirar a recuperar este impacto en los más de 100 municipios que se aventuran a realizar festejos taurinos.

Lo que siempre veremos en nuestros pueblos será la bisoñez de los niños y jóvenes que quieren ser torero, con una ilusión que se ve en el brillar de sus ojos cuando están en el patio de cuadrillas, esperando a hacer el paseíllo y enfrentarse a la prueba vital de ponerse delante de los bravos cada tarde.

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