ENTREVISTA

Sabino Méndez: «Ahora, sin dudarlo, es más adictivo un buen libro que un chute de heroína»

El autor de numerosas letras de Loquillo y los Trogloditas y de libros como «Corre, rocker» ha pasado por Toledo

Sabino Méndez, músico y escritor, autor de numerosas letras de Loquillo y los Trogloditas Ana Pérez Herrera
Mariano Cebrián

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Justo hace una década, en 2008, Sabino Méndez (Barcelona, 1961) pasaba por tierras toledanas, en concreto por Ocaña. Su coche estaba aparcado en un punto de la carretera de Andalucía y le robaron su ordenador personal con una copia del que iba a ser su siguiente libro y con las letras de las canciones del disco Balmoral, de Loquillo y los Trogloditas. Esta semana, diez años después de ese mal recuerdo, el letrista de una de las bandas de rock más reconocidas de España y escritor, autor de libros tan reconocidos como Literatura universal o Corre, rocker (Anagrama), ha vuelto a Toledo para hablar, en esta ocasión, de sus aventuras y desventuras en la Biblioteca de Castilla-La Mancha.

El debut de Loquillo y los Trogloditas fuera de Cataluña fue en 1983 en Castilla-La Mancha, en concreto en Tomelloso (Ciudad Real). ¿Cómo lo recuerda?

Fue muy divertido, como los conciertos que se hacían en aquella época. Íbamos en dos coches, ya que entonces no había autobuses como ahora. Yo, en concreto, fui en el de mi novia, un Renault 5, y por otro lado, la furgoneta del negocio del padre del bajista. Tocamos en una terraza de verano y aún recuerdo que nos pagaron con billetes de 100 pesetas del mismo dinero de la taquilla. Yo mismo me tuve que sentar con el organizador a contar uno a uno los billetes.

Ese mismo año, en 1983, la banda decide dejar por un momento su Barcelona natal rumbo a Madrid. ¿Por qué?

En realidad, nunca nos trasladamos del todo. Seguimos viviendo en Barcelona, aunque, a toro pasado, sí que tendríamos que habernos ido a vivir a Madrid. Teníamos la base de operaciones en nuestra casa, pero comenzamos a pasar largas temporadas en la capital, en pisos alquilados o de amigos, ya que a partir de ese año empezamos a viajar por toda España. Además, el fenómeno de la «movida» estaba en plena ebullición y, aunque Barcelona había marcado la pauta a finales del franquismo, en el momento que murió Franco Madrid eclosionó y se convirtió en un escenario de libertad, exploración e inquietud total. Sin embargo, en Barcelona sucedió al revés, ya que una vez muere el dictador, hubo unos cinco años buenos. Pero en 1981 llegó a la presidencia de Cataluña Jordi Pujol y el nacionalismo, y volvió a ser como un nuevo franquismo, aunque de otro signo.

En 1987 salió a la luz uno de sus disco más exitosos, «Mis problemas con las mujeres», dentro del cual estaba también uno de sus temas más conocidos, «La mataré». Se lo han preguntado mil veces, pero ¿cree que una letra como la de esa canción sería bien vista en una sociedad tan pacata?

Cuando uno explica el sentido de esa letra no hay ningún problema, pero sí es cierto que la sociedad actual es mucho más pacata que la de entonces. A muchos ahora les encanta el sensacionalismo mojigato y hacer linchamientos. Se habla mucho en los últimos años del «heteropatriarcado», pero yo creo que ahora realmente vivimos en un «mojigatriarcado», aunque explicando las cosas creo que se debe comprender determinadas expresiones artísticas y no creo que haya mayor problema. Lo importante es que haya debate.

Las drogas y su adicción a la heroína fue uno de los desencadenantes de su salida de Loquillo y los Trogloditas a finales de los 80. ¿Qué poder tienen las drogas?

Nosotros fuimos una generación exploradora de la libertad en todos los sentidos, tanto en el musical como en el sexual, y también en el campo de las sustancias estupefacientes. Cuando te topas con las drogas más duras corres el peligro de la adicción, aunque yo salí bien de todo ello. Éramos como laboratorios andantes, ya que en esa época probábamos de todo. Si hubiéramos sido de la generación actual, tendríamos más información y no habríamos sido tan ingenuos. Pero veníamos de unos años en los que las drogas eran como las puertas de una nueva percepción del ser humano y, gracias a nosotros, ya se sabe que no era así. Lo más triste es la gran cantidad de amigos que se quedaron por el camino.

De yonqui a filólogo

Pasó de ser un yonqui a ser un filólogo y cambió el caballo por la lectura. ¿Qué es más adictivo: un buen libro o un chute de heroína?

Ahora, sin dudarlo, es más adictivo un buen libro que un chute de heroína. Esta es una de las cosas que puedo decir con alegría porque tengo 56 años y mi trabajo me gusta más cada día. Fue todo un acierto el cambio tan radical que tuve en mi vida: probar estudiar Filología y luego descubrir que, si escribía las canciones para la banda, era porque había un escritor ahí detrás.

«Corre, rocker» fue su primer libro, que ahora se reedita. En él habla de cómo vivió usted la movida madrileña, pero desvela también ciertos hechos y desavenencias con Loquillo. ¿Qué es lo que no le gustó de lo que contaba?

Hombre, es lógico que no le gustara porque él seguía en el grupo y yo, sin embargo, ya estaba fuera. En el libro conté, sin ningún tipo de disimulo, interioridades de la banda. Pero creo que a la larga fue bueno explicar con claridad lo que sucedió, ya que ello nos ha permitido que no escondiéramos nada entre bambalinas y que podamos ser grandes amigos, a pesar de todo, después de casi 40 años.

También es conocida su implicación en política, en el germen de Ciudadanos o colaborando con UPyD. ¿Cómo valora la situación política española actual?

Sin llegar a militar en ninguna formación política, participé en la fundación de Ciutadans de Catalunya en 2006. Luego, cuando se formó UPyD, también me pidieron apoyo y se lo di porque pensaba que era necesario que se renovara la vida parlamentaria española. Esa fue una etapa muy divertida de mi vida. Además, pocos años después surgieron Podemos y las Candidaturas de Unidad Popular (CUP) en Cataluña, lo cual demuestra que el bipartidismo está oxidado y hay que darle un nuevo impulso.

Es también conocido por ser un azote del nacionalismo, el cual ha sufrido en Cataluña. ¿En qué cree que acabará el «procés»?

Yo intento ser azote del nacionalismo de cualquier tipo. Las entidades nacionales se han quedado obsoletas hace más de cien años y la única entidad cultural que se nos puede exigir a los seres humanos en el siglo XXI es la democrática y punto. Yo puedo admirar a la generación hippie, que quería abolir las fronteras, pero no puedo hacer lo mismo con quien pretende restituirlas o crearlas. Por tanto, todos los nacionalismos me parecen una auténtica chorrada y un infantilismo. Ahora bien, el problema en Cataluña es que la parte nacionalista llega a un extremo que ya no respeta los valores democráticos. Eso es muy gordo y hay que enfrentarse a ello, siempre de una manera tranquila y desde el diálogo. Cuando algunos independentistas catalanes dicen que son «gente de paz», no hay más que ver cómo se comportan, con las amenazas y coacciones a las personas que no piensan como ellos. Son, más bien, «fachas de paz».

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