El cadillac solitario y Paco de Lucía

Ahí estaba, en la antigua casa de Paco de Lucía en Toledo, el glorioso rockero de los 80, tocando, mimando, rasgueando la guitarra del maestro Paco

Sabino Méndez tocando una guitarra de Paco de Lucía en su casa de Toledo

Antonio L. Moreno

Ahí estaba, en la antigua casa de Paco de Lucía en Toledo, el glorioso rockero de los 80, tocando, mimando, rasgueando la guitarra del maestro Paco, y de improviso empieza los acordes de su legendario tema y comienza a cantar, «Siempre quise ir a L.A., dejar un día esta ciudad…».

Sabino Méndez había llegado el día anterior a Toledo. Aparece elegante, discreto, con sus inseparables guantes negros, llevando su madurez con distinción. Enseguida su amabilidad y cercanía hace que la conversación comience a fluir, así se entrecruzan la casa de Lope de Vega en la calle Sierpe con su amigo Carlos Zanón (el poeta que escribe novela negra y que ha escrito el excelente prólogo de Corre, rocker). Su enorme cultura y curiosidad aparecen constantemente: Buñuel y Toledo, autores catalanes como Josep Pla y Kiko Amat o los cantos sefarditas .

En las dos entrevistas de radio demuestra elocuencia, capacidad oratoria y contesta con brillantez las preguntas. Otro tanto ocurrirá con la charla en la Biblioteca Regional, donde nada más llegar, el primer fan, ya cincuentón, le está esperando para que le firme viejos discos de vinilo. Maneja con maestría la charla, que, amenísima, discurre fluida. Pronto la literatura y los libros dejan paso a la música y su vida: los viejos bluesmen, Lou Reed, Chuck Berry y su divertido encuentro, su admiración por Pepe Risi… y cómo no, Loquillo (para quien sigue haciendo canciones y compartiendo su amistad).

La última pregunta es sobre política y la inevitable cuestión catalana, acerca de la que Sabino M. se ha pronunciado siempre con claridad: democracia y ley frente al nacionalismo excluyente. Y lo dice desde el profundo conocimiento de la sociedad y política catalana, no en vano estuvo en el germen del nacimiento de Ciutadans de Catalunya y, europeísta convencido, siempre ha sido muy crítico con las posiciones nacionalistas.

Cuando nos despedimos, le animo a seguir escribiendo (innecesariamente, porque, junto con las motos y la música, es su pasión) y a que vuelva pronto a Toledo con un nuevo libro en la maleta . Supongo que se lleva algo del tiempo y el alma de Toledo, y seguro, nuestro aprecio y amistad.

Y volvemos al Cadillac solitario con la guitarra de Paco de Lucía: dura apenas unos segundos, el tiempo que, torpemente, tardamos en romper el hechizo al poner a grabar el móvil, rompiendo la magia del momento. No supimos ver que era un regalo especial para nosotros en ese momento, no para el teléfono o las redes sociales. Entender eso fue otro presente.

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