«No tenía ninguna intención de correr un maratón, pero me dije: ‘A ver qué pasa’»

Esmeralda Olmedo, de Ontígola, ha sido una de las protagonistas de un reto de Mapfre en el que ocho personas fueron entrenadas durante 13 semanas «para superar sus límites»

Esmeralda, lesionada, completó el maratón en cuatro horas y 37 minutos ABC
Juan Antonio Pérez

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Ella asegura, y falta poco para que lo jure, que no quería. Que «no tenía ninguna intención», que «lo veía excesivo» y que, en fin, era «una paliza para el cuerpo totalmente innecesaria». Y, sin embargo, lo ha hecho: ha corrido un maratón . No ha sido fácil, claro. Cuando faltaban 15 días para la carrera, se lesionó. Lloró de rabia porque sumaba meses de preparación, de programar su vida en torno a un reto de 42 kilómetros y 195 metros que, en ese momento, parecía imposible. «Pues nada, hasta aquí hemos llegado», se dijo resignada.

Luego se recuperó, se puso de nuevo las zapatillas y el sábado 19 de junio se levantó «sabiendo que tenía que correr un maratón» y que en su mente no había plan B. Y eso hizo. Con dolor. Reventada. Como pudo.

Ella es Esmeralda Olmedo García (Ontígola, 1991), protagonista de una campaña de marketing de Mapfre en la que ocho personas (cuatro españolas y cuatro mexicanas) han sido entrenadas para correr la mítica distancia que en el siglo V a. C. completó el soldado griego Filípides para anunciar la victoria de Atenas sobre los persas.

Esmeralda empezó a correr hace unos tres años, no más. Buscaba un deporte que no le quitara excesivo tiempo. Y probó con el atletismo. «Un día salí por el pueblo, hice cuatro kilómetros y me gustó», resume. Después se enganchó a las carreras populares, «que molan mucho». El domingo 8 de marzo de 2020 compitió en el II Trail de la Mujer en Las Rozas como preparación para la media maratón de Madrid, su gran ilusión, pero ya se sabe que llegó la pandemia y arrasó con todo.

Cuando se declaró el estado de alarma, Esmeralda llevaba apenas dos meses trabajando como técnico de emergencias sanitarias. Durante una década había estado empleada en una oficina. «Era cómodo, iba por las mañanas y vivía bien, pero me preguntaba: ‘¿De verdad es esto lo que quiero el resto de mi vida?’ ». No hace falta escribir cuál era la respuesta.

Así fue como «dio un giro de 180 grados», abandonó la oficina y se formó en el ámbito sanitario. En concreto, en emergencias, «porque me gusta la acción, me gusta la calle».

Sobre cómo ha llevado el coronavirus, afirma con sinceridad: «A mí no me ha afectado psicológicamente porque es que casi no he trabajado sin él. Me han impactado cosas puntuales, como una vez que fuimos al Hospital Infanta Leonor de Vallecas y la gente estaba tirada en el suelo con el oxígeno. Y pensé: ‘Esto parece una guerra’».

Lesión, tensión y emoción

En marzo de este año se enteró de que en Mapfre «estaban buscando corredores no profesionales para prepararlos y superar sus límites». Envió un texto contando su trayectoria deportiva y un vídeo en el que se presentaba en Instagram. «En realidad, estaba convencida de que podía hacer medio maratón. Y, cuando me seleccionaron, me di cuenta de que tenía que hacer un maratón sí o sí. Y me dije: ‘Bueno, a ver qué pasa’». Por delante tenía solo 13 semanas, que es un suspiro. «Eran tres días de carrera, dos de fuerza (de gimnasio) y dos de descanso, que eran los que trabajaba», explica. En Emergencias hacen turnos de 24 horas y luego libran tres días, como los bomberos.

Antes de enfrentarse al maratón, debían superar tres retos intermedios: de 10, 21 y 30 kilómetros. Esmeralda cumplió a rajatabla con lo que le planificó Pablo Lucero, el entrenador, hasta que «haciendo series noté un chasquido en la rodilla derecha. Fue un dolor que se pasó, y bien». Sin embargo, «el día de los 30 kilómetros, en el 10 me empezó a molestar, en el 15 me empezó a doler y los últimos cinco iba con la pierna arrastra». El diagnóstico fue «pérdida de masa del vasto interno» . Sin ser grave, exigía una recuperación. Y eso trató de hacer las dos semanas previas al día clave.

Tras dar un giro a su vida, trabaja como técnico de emergencias sanitarias ABC

Los cuatro españoles decidieron correr juntos el maratón (cada uno a su ritmo), en un circuito al que había que dar cuatro vueltas en Aranjuez, a un paso de Ontígola. Esmeralda estuvo escoltada por su inseparable amiga María, que «me dijo que me acompañaba hasta que aguantase y al final también completó el maratón». El trío lo completaba otro amigo, que iba en bici para ayudarla en lo que necesitara.

«En el kilómetro seis me empezó a molestar la rodilla, pero llegó un momento en el que el dolor se quedó estable. La peor vuelta fue la tercera y, cuando iba bastante mal, mi padre se unió e hizo conmigo los últimos 12 kilómetros en vaqueros », relata orgullosa.

Esmeralda se tiró cuatro horas y 37 minutos sin parar de correr. En la meta, situada en el Palacio Real, «sentí mucha felicidad. Estaba la gente de Mapfre, mis compañeros de trabajo, mi familia. Era como mi momentazo. Fue precioso». Esa tarde, en casa, «me tumbé en el sofá y para ir al baño me arrastraba por el suelo porque no me podía mover». Al día siguiente trabajó «con mucho dolor», aunque ha ido «mejorando» y la semana pasada corrió la carrera nocturna de Ocaña.

«Ha sido una experiencia maravillosa, pero no creo que vuelva a correr otro maratón. Son meses muy sacrificados, de mucho esfuerzo físico y mental», asegura, y casi lo jura. Ahora ya no cuela.

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