COVID-19 I En primera línea

La nieta que se confinó en la residencia de su abuela para cuidar de ella: «No sé si llegó a reconocerme»

Myriam recorrió los 450 kilómetros que separan Granada de Toledo para estar con Victoria, que murió días más tarde

«El aislamiento de los residentes es un problema mayor que el coronavirus», dice esta orientadora educativa, que se ha quedado en el centro ayudando

Coronavirus, última hora

Nieta y abuela, en la residencia de Santa Casilda Myriam Fimia

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Myriam parafrasea el Evangelio de san Juan: «Ven y verás; y se quedaron para siempre con él». Ella, una pedagoga y orientadora educativa de 43 años, dice que ha descubierto algo que no conocía. Se confinó a finales de marzo en la residencia de mayores de Toledo donde vivía su abuela materna para cuidarla. La yaya, Victoria, falleció días después, pero Myriam permanece en el geriátrico ayudando en todo lo que puede: hace las camas, cambia pañales, viste a los residentes, les da de comer y ahora se encarga también de que puedan hablar con sus familiares a través de la aplicación Skype.

Myriam Fimia Domínguez, una toledana del barrio de Santa María de Benquerencia, es orientadora educativa en la Alpujarra granadina y vive en Ugíjar, un pequeño pueblo de 2.600 habitantes. Estaba confinada en su casa cuando el 26 de marzo al mediodía recibió un correo electrónico de la residencia de su abuela, en el que contaban la complicada situación que el centro atravesaba por el nuevo coronavirus.

Decidida, Myriam llamó por teléfono, se ofreció voluntaria, pero con una petición: dormir en el geriátrico porque no quería contagiar a nadie de su familia.

Con el favor concedido, recorrió los 450 kilómetros que separan Ugíjar de Toledo por carretera. A las siete y media de la tarde estaba en la puerta de la residencia de ancianos Santa Casilda, un centro gestionado por una congregación religiosa, las Hermanitas de los ancianos desamparados, donde se han registrado numerosos contagios y varios muertos por el virus.

Una «sencilla» reflexión

Myriam no sabe si su abuela llegó a reconocerla, porque utilizó las medidas de protección nada más entrar. «A ella le extrañó todo y no supo lo que estaba pasando», dice su nieta en pasado. Victoria enfermó al día siguiente y murió el 4 de abril, a los 93 años. «No le hicieron el test —cuenta—, pero el personal sanitario de la residencia cree que, por los síntomas, mi abuela no murió por el coronavirus».

Myriam entonces decidió permanecer en el centro por una «sencilla» reflexión. «Lo que estoy viendo fuera no me está gustando en absoluto. Por ejemplo, no entiendo cómo no se está poniendo en valor a las personas mayores. También no me gusta cuándo se echan la culpa unos políticos a otros. Creo que no es momento de eso. Los que tengan que gestionar, que gestionen; y lo que tengamos que quedarnos en casa, que apoyemos como podamos. Me siento más útil aquí», afirma sin levantar su voz juvenil.

Para ella es «maravilloso» lo que está viviendo, «independientemente de que seas o no religioso». «Porque yo, la verdad, entré sin creer y me ha cambiado la forma de ver las cosas. Entré enfadada con Dios porque no entendía lo que estaba pasando, pero, sinceramente, estoy encontrando una paz aquí. Es esa forma que tienen de dedicarles su tiempo, cuidan tan bien a las personas que están aquí; de verdad te lo digo, si lo pudieras ver...».

Victoria, con una hermana y una sobrina de Myryam Foto cedida

Ella quiere romper una lanza en favor de las religiosas y de las auxiliares que trabajan en el centro: «Que los familiares de los residentes estén tranquilos. La gente está haciendo un trabajo maravilloso».

«Yo no tengo ninguna duda de que mi abuela se ha ido con todo el cariño de la gente de la residencia —afirma—. Yo he visto llorar al médico, a las auxiliares, cuando mi abuela se ha ido, y el cariño con el que la han tratado...». «El factor humano que yo estoy viendo aquí me está gustando tanto que me siento útil aquí —insiste—. Pero sé que me tengo que ir, aunque no sé si me dejarán ir y poder llegar a Ugíjar. Tengo mis obligaciones laborales. Tengo que pensar en irme porque tengo que cumplirlas, pero...».

Myriam asegura que el aislamiento de los residentes «es un problema mayor que el coronavirus. Hay mucha gente que no está afectada y la tristeza de no ver a su familia hace que las patologías puedan ir a peor». Sabe de lo que habla porque estuvo años trabajando como pedagoga en residencias similares a la de Santa Casilda.

Desafío «in love»

Para decirle a su abuela Victoria todo lo que no le contó y valorar también a los mayores, Myriam ha lanzado ahora un reto por redes sociales: «Crear un vídeo homenaje en el que aparezcan familias diciendo un motivo por el que las personas mayores son importantes». Pide que envíen grabaciones en horizontal, de solo unos pocos segundos de duración, al correo electrónico de la residencia Santa Casilda, tstoledo@hhaadd.org . «Las uniremos y le daremos al mundo algunos motivos para recordar lo que parece que el miedo les está haciendo olvidar —explica—. Lo he llamado «Reto ‘in love’ con las personas mayores».

Para terminar, deja un mensaje de esperanza: «No se desanimen con la parte más sombría del ser humano porque también hay mucha luz en sus actos y palabras». Quizá, varias de las palabras que Myriam no pudo decir a su abuela Victoria antes de morir.

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