Los efectos del coronavirus

José Luis, sordo desde hace 31 años: «Si antes era difícil sin mascarillas, ahora ni te cuento»

Las personas con problemas auditivos reclaman cubrebocas transparentes homologados

José Luis, en el hospital de Talavera ABC

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«Me llamo José Luis y soy sordo desde hace 31 años. No soy de nacimiento. Un día perdí la audición sin una explicación razonable. Las cocleas se partieron y... me desconecté de todo lo que se podía oír. No tengo amigos sordos ni sé lenguaje de signos. Aprendí a leer los labios con los telediarios». Este técnico de rayos X lleva 25 de sus 51 años trabajando en hospitales. Ahora, con el uso obligatorio de la mascarilla por el coronavirus, José Luis tiene un problema más en su día a día para comunicarse con la gente .

Trabaja en el hospital Nuestra Señora del Prado de Talavera de la Reina, donde nadie de la gerencia ni de la dirección le ha preguntado cómo está afrontando esta situación.

«Cuando llega un paciente, siempre hay algo que preguntar. Los compañeros son muy solidarios y se bajan la mascarilla, pero esto conlleva posibles contagios. Por eso procuro no hablar mucho o preguntar poco -cuenta-. Menos mal que al tener 25 años de experiencia ya sabes cosas. Pero sientes impotencia porque no puedes involucrarte todo lo que quisieras . Si ya era difícil antes sin mascarillas, imagina ahora; ni te cuento. Haz la prueba. Ponte unos tapones en los oídos y ve a tu trabajo».

«Reclamar es desmoralizante»

José Luis busca tareas en las que él esté solo, para pasar así la jornada lo más tranquilo posible porque «no puedes dar una conversación, digamos, fluida...».

«Allá donde vayas tienes que decir que eres sordo y que sólo lees los labios. Si el interlocutor quiere, se bajará la mascarilla. La mayoría lo hace, gracias a Dios», relata José Luis, que reclama mascarillas transparentes homologadas. «Es desmoralizante reclamar. No hay mascarillas transparentes para un uso hospitalario, ¿qué hago? Pues empatizar con la situación, aunque muchas veces me harto», reconoce este fisioterapeuta y agricultor.

«¿Que cómo me afecta emocionalmente? Te da más rabia ahora. Apenas tengo vida social. No puedes salir a tomar una cerveza con amigos y compañeros. Gracias a WhatsApp, no estamos aislados. Además, este medio de comunicación es el más sano hoy por hoy. A los sordos no nos queda otra », contesta en los correos electrónicos que José Luis se intercambia con ABC. «Atrás quedaron los 6 años que pasé sin ver una película subtitulada hasta que inventaron el teletexto. Por eso emocionalmente estoy curado, porque he sufrido muchas veces por ser sordo. Esta es una más...».

Mascarilla para sordos repartida por la Consejería de Educación

Mar imparte la materia de Lengua castellana y Literatura en un instituto de Educación Secundaria de Toledo. Entre sus alumnos los hay con discapacidad auditiva, como le ocurre a su hijo Daniel.

«Como madre, me preocupan las dificultades que mi hijo pueda tener en el acceso a la información y a los contenidos académicos que le son presentados de manera oral. Si su discapacidad siempre supone un hándicap en su rendimiento académico, la situación derivada de la pandemia lo agrava aún más, porque, a los obstáculos que supone el uso de las mascarillas para la inteligibilidad del habla, se le suma la medida del distanciamiento», se lamenta.

Según Mar, para su hijo es fundamental contar con una ayuda técnica, aunque también se le debe sumar el recurso humano. «A este respecto, tenemos la suerte de contar con un equipo docente implicado en la ayuda al alumno , como lo son los profesionales del IES Sefarad, en el que estudia mi hijo», se congratula.

Como profesora, Mar cree que la falta de previsión con la que se ha afrontado el inicio de curso «ha hecho que la atención al alumnado con esta discapacidad, y con otras necesidades en general ,haya pasado a un segundo plano, solapado por la urgencia de la adopción de las medidas sanitarias». «Esto ha hecho que se haya comenzado el curso sin la incorporación de profesionales de la ramas de Pedagogía Terapéutica y Audición y Lenguaje, necesarios para realizar los apoyos pautados; o que no se haya contado con la opinión de técnicos a la hora de adquirir mascarillas transparentes que faciliten la comunicación oral». Mar asegura que se han proporcionado algunas, «pero de un modelo que no cumple con las necesidades del colectivo sordo, ni aporta la protección suficiente para los alumnos y el profesor».

Dice que, como madre y docente, sus alumnos y su hijo se han encontrado con bastantes obstáculos. Y cita algunos: «La pérdida de información, el aislamiento social a la hora de mantener una conversación con iguales o el cansancio físico que supone tener que hacer un continuo sobresfuerzo para la comunicación cotidiana».

Mar habla de «sentimientos de culpabilidad y de baja autoestima en la persona con sordera», cuando se le pregunta por el impacto emocional. Y reclama «contar con la empatía y la colaboración de las personas de nuestro entorno, con un mayor reconocimiento y visualización de esta ‘discapacidad invisible’». También pide la simplificación de los protocolos para la concesión de equipos de frecuencia modulada, y otras ayudas técnicas desde que el niño sordo se escolarice en Educación Infantil, «además de la homologación de mascarillas transparentes seguras».

Ana Isabel, en el colegio donde imparte clases

Impotencia, rabia, tristeza...

Ana Isabel también es maestra. «Me encanta mi trabajo, el calor del alumnado y las clases participativas -confiesa-. Ellos preguntan y tengo que moverme constantemente por la clase, acercarme al alumno sin poder guardar esa distancia mínima. Por mi carácter, lucho pero es agotador y me afectan las miradas de incertidumbre y asombro del alumnado». Esta docente de Primaria e Infantil sufre hipoacusia bilateral, con una incapacidad en el oído derecho del 84,1% y del 74,2% en el izquierdo. De ahí el reconocimiento, con carácter definitivo por parte de la Consejería de Sanidad, de una discapacidad del 33% de tipo sensorial.

Desde hace 21 años lleva prótesis auditivas. Hasta el momento, Ana Isabel se ha defendido «más o menos bien», pero utilizando mucho la lectura de labios. «Llevo conviviendo con esta situación desde niña, debido a efectos de medicación que afectan a mi nervio auditivo. Pero con los años he ido perdiendo. Actualmente, me encuentro con la incapacidad de leer en los labios y digamos que mi rendimiento queda limitado a voces determinadas por su tono, gravedad y distancia. Emocionalmente, me genera frustración, impotencia, rabia, tristeza y ansiedad». Son los efectos por el uso de las mascarillas.

Por eso reclama a la Administración más rapidez en la adaptación de puestos de trabajo y material específico. «A día de hoy, sigo sin noticias, por lo que me estoy planteando solicitar una posible baja », afirma.

Iván, hijo de Amparo

Raquel ya ha dado ese paso. Es funcionaria y profesora en un colegio de Toledo. «Llevo desde el verano luchando para poder trabajar con mis alumnos y no ha podido ser -explica-. No puedo ejercer mi profesión con niños de sexto de Primaria con las mascarillas que me ofrecieron de la Junta de Comunidades. Dijeron que eran transparentes cuando no es verdad; son como tela finita, tipo mosquitera, de color blanco».

Considera injusto que «yo pida mascarillas transparentes no homologadas, cuando hay niños del colegio que llevan mascarillas propias no homologadas, ¿qué diferencia hay? Pues la Junta quiere que sean homologadas sí o sí», se queja. «Llevamos desde marzo con el Covid-19 y no hay soluciones para poder comunicarnos, ya que llevamos unas mascarillas que tapa todo el apoyo de la lectura de labios», lamenta.

«Somos personas más marginadas -asegura Ana Isabel-. El lenguaje de signos pocos lo conocen, aunque, a veces, la culpa ha sido mía, puesto que siempre me ha dado vergüenza decir mi problema». «Me he hecho la sueca millones de veces e incluso he desarrollado estrategias, como la lectura de labios, descifrar por contexto o llevarme las situaciones a mi terreno -reconoce-, además de que procuro siempre tapar mis prótesis con mi pelo».

Amparo es la presidenta de la Asociación de padres y amigos de niños deficientes auditivos de la provincia de Toledo (Apandapt). Su hijo Iván, de 20 años, estudia cocina en el IES Univesidad Laboral, en la capital de Castilla-La Mancha. A su sordera se une que no puede leer los labios. No puede ver la boca de su profesor ni de sus compañeros de clase. «El curso pasado lo sacó con mucho esfuerzo y con la ayuda de su madre», reconoce Amparo. Por eso reclama el uso de mascarillas transparentes .

Las alternativas para Iván serían recibir apuntes por correo o fotocopias sobre el contenido de las clases. Esta semana serán por internet, ya que el elevado número de alumnos en su aula obliga a dividirlos en dos grupos: una semana presencial, la otra desde casa. Iván está nervioso, sobre todo con la asignatura de inglés, que siempre ha sido su caballo de batalla. Aunque le han dicho que podría estar exento de los exámenes de listening (comprensión auditiva).

Entretanto, Amparo sigue buscando y en contacto con la Consejería de Educación, asociaciones y plataformas para saber cómo fabricar mascarillas transparentes seguras y así ayudar a personas que sufren, como ella dice, «una discapacidad oculta, porque la sordera no se ve».

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