Visita al «oasis» de las monjas españolas en medio del horror de Cité Soleil

La hermana Pilar: «Queremos ser claras con lo que hacemos porque la gente tiene derecho a saber dónde van sus fondos»

La Reina, en las instalaciones de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul de Cité Soleil CASA REAL
Almudena Martínez-Fornés

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En medio del inmenso vertedero humano que es Cité Soleil , el barrio más pobre del país más pobre de América, unas monjas españolas levantaron hace cuarenta años un «oasis» de paz, amor y limpieza, con colegio para casi mil niños, dispensario médico y centro de nutrición. Es una especie de paraíso en medio del horror de uralita, barro, basura y agua encharcada, en el que cientos de miles de personas tratan de vencer cada día la batalla al hambre, la violencia y la enfermedad. Y este centro ha recibido en la mañana de este miércoles la visita de la Reina, que hoy termina su viaje de Cooperación a República Dominicana y Haití con el fin de dar visibilidad a los proyectos financiados con la solidaridad española.

Doña Letizia, que ha estado acompañada por la primera dama de Haití, Martiné Moïse, ha recorrido emocionada las instalaciones de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul mientras cogía niños en brazos, los besaba, los acariciaba o escuchaba el relato de las madres. La Reina también saludó a algunas de las cien mujeres embarazadas que aguardaban cola para la consulta y a las que acababan de dar a luz, que llevaban a sus recién nacidos para un primer chequeo médico. Igualmente, escuchó el relato agradecido de otras madres, que habían llevado a sus hijos desnutridos y en el centro les habían salvado la vida. Y el de un padre, que se había hecho cargo de sus dos hijos tras la muerte de la madre en el parto. Todo ello en un centro decorado con los colores de la bandera de España y en cuyas paredes se podían apreciar crucifijos y retratos del Papa junto a dibujos de Bambi.

También las monjas españolas que han levantado este centro quieren que se vea lo que hacen ellas con el dinero de los españoles. «La Cooperación Española prácticamente ha levantado estos edificios», explicó sor Pilar Pascual, una navarra que lleva 38 años en Haití. «Nos gusta que nos exijan porque queremos ser claras con lo que hacemos y la gente tiene derecho a saber a dónde van sus fondos», añade. Lo que ellas hacen es educar a cerca de mil niños, vacunarles, nutrir a los bebés desnutridos, atender a unas cien embarazadas cada día y a sus recién nacidos después, hacerles las pruebas del sida y recibir en el dispensario a unos 250 pacientes cada día. También tienen un pequeño laboratorio que les permite hacer análisis.

Todo ello lo hacen por unos 15.000 euros al mes, según calculó la madrileña sor Mónica de Juan, aunque el Estado haitiano les facilita algunos tratamientos, como los del sida. Lo que más les cuesta es conseguir fondos para pagar a los médicos y al personal que tienen que contratar, lamentan.

Aunque se encuentran en una de las zonas más peligrosas de América, estas monjas no tienen miedo. «La gente siempre nos ha protegido. En los momentos más duros, cuando nos obligaron a abandonar nuestra casa, la gente la protegió. Cuando aquí solo podían entrar los tanques de la ONU, nosotras salíamos y entrábamos cada día y, cuando iba a haber algún tiroteo entre bandas, nos avisaban con antelación para que sacáramos antes a los niños de la escuela », relata sor Natalia Martínez, de Valencia.

Ahora, la situación es más tranquila, pero aún así, cuando la caravana oficial de la Reina abandonó el centro de las monjas, varios hombres se encaramaron en uno de los vehículos oficiales, a pesar de la escolta policial y militar, y viajaron así un buen trecho del recorrido. Quizá solo pretendieran evitar el trayecto a pie.

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