La mujer de uno de los desaparecidos: «No queríamos que embarcara, pero decía que quería una vida mejor para nuestros hijos»

Sonia, la esposa de Juan Frías, marinero del Villa de Pitanxo, a ABC: «Los niños hablaban con él dos veces al día... Ahora me preguntan por qué su papá está callado. Aún no les he contado lo sucedido. Aún tengo esperanzas de que esté bien»

Cuándo se considera que una persona desaparecida en el mar ha fallecido

Sonia, mujer de Juan Frías, marinero del Villa de Pintaxo Miguel Muñiz | Vídeo: ATLAS

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Sonia bebe a pequeños sorbos un té en una pequeña mesa de la terraza del Bar Castro, al lado de las oficinas de la armadora del Villa de Pitanxo, en Marín . Tiene el rostro arrasado, fuma compulsivamente y a veces se queda mirando al vacío. El martes al mediodía le cambió la vida para siempre, cuando un empleado del Grupo Nores le dio la noticia por teléfono: su marido, Juan Frías, había desaparecido en el naufragio de Terranova.

A pesar de lo duro de la situación, esta mujer no quiere perder la fe: " Aún tengo esperanzas de que mi marido esté bien , de que me lo traigan vivo"... A eso se aferra, aunque sabe que hay pocas posibilidades de un desenlace feliz.

«Ni yo, ni nadie de la familia queríamos que embarcara, pero decía que nos quería dar una vida mejor, y esa era la única forma de hacerlo. Era su primera marea, hablábamos dos veces todos los días, a la hora de comer y a la de la cena»... «Tenemos un niño de ocho años y una niña de cuatro, y ellos también se ponían al teléfono. Ahora me preguntan por qué papá está callado... Aún no se lo he dicho».

Sonia habla en voz baja y ya no tiene lágrimas para derramar. «Me lo estoy comiendo todo yo sola, no solo lo mío. Le tuve que dar la noticia al padre de Juan, que también está embarcado, en el Gran Sol. He ido al colegio de los niños para que les echen un ojo, he pedido a sus profesores que estén atentos, porque no quiero que se enteren de lo sucedido por un amigo de clase, o a través de la televisión. Estos días no se la dejo ver, hasta que pase todo esto no voy a hablar con ellos».

Sonia se seca las lágrimas M. Muñiz

Cuenta Sonia que su marido «estaba contento a bordo; me decía que trabajaba mucho, que en la época de pesca descansaba poco, pero tampoco era algo que le cogiera de imprevisto. Su padre ya le había contado la dureza de la mar... No queríamos que embarcara, pero no nos hizo caso», repite esta mujer de pelo castaño, recogido en un moño.

Esta mañana Sonia ha ido a las oficinas de la armadora. No tiene ninguna queja del trato, pues tiene hilo directo con la oficina, que se ha ofrecido para todo lo que necesite. «Ahora están volcados en llevar a los supervivientes y los cadáveres a tierra, para repatriarlos... El que no está ayudando mucho es el embajador de España en Canadá. Pero el Grupo Nores está haciendo todo lo posible».

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