Susana Díaz, en una imagen de archivo
Susana Díaz, en una imagen de archivo - EFE

Susana Díaz: A la segunda va la vencida

Ya fue candidata in pectore en 2014 pero se echó atrás y propició la llegada de Pedro Sánchez a la Secretaría general

MADRID Actualizado: Guardar
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La historia de la relación entre Susana Díaz y la Secretaría general del PSOE, con sus dudas, su "ya veremos si pasa el tren", no empieza hoy. Se remonta a junio de 2014 cuando no pocos dirigentes la conminaron a optar a la sucesión de un Alfredo Pérez Rubalcaba recién dimitido. A fin de cuentas era la dirigente con más poder orgánico en ese momento de debilidad y muchas miradas se volvieron hacia su persona. Ella no se atrevió entonces porque todavía no había sido refrendada por las urnas en Andalucía y, sobre todo, porque intuyó que la maniobra de Alfredo Pérez Rubalcaba atendiendo la demanda de Eduardo Madina de permitir la elección de secretario general en primarias era una "trampa" en la que no podía caer.

El temor de los secretarios provinciales del PSOE andaluz a desestabilizar la `joya de la corona´ autonómica del PSOE hizo el resto: Díaz desistió y, a continuación, se las arregló para crear una candidatura contraria a la de Eduardo Madina quien, paradojas de la política, hoy va a presentarla en el acto de Ifema ante 6.000 personas. Díaz veía a Madina como el candidato del aparato y reunió en un hotel de Majadahonda (Madrid) con Pedro Sánchez a José Luis Rodríguez Zapatero; al valenciano Ximo Puig; y al entonces líder del PSM, Tomás Gómez.

Se trataba de aupar a la Secretaría general a un entonces desconocido Sánchez y pusieron los aparatos de sus respectivas federaciones a trabajar no tanto a su favor como en contra de Madina… La historia es conocida. En las primarias del 13 de julio de ese año, Pedro Sánchez se impuso al diputado vasco por 62.490 votos de militantes frente a 46.439 sufragios.

Pero el aparentemente "dócil" Sánchez enseguida enseñó sus cartas credenciales. En el primer Comité Federal de septiembre, a los dos meses de ser elegido, sorprendió a todos asegurando que sería el candidato a la Moncloa en las elecciones generales de 2015; algo que levantó las alarmas de Díaz y quienes le habían apoyado en su ascenso, porque, según ellos, eso no fue lo acordado en aquella habitación del hotel de Majadahonda.

Así que Díaz empezó no ya a alejarse de Sánchez sino a mostrar sus primeras críticas abiertas: dijo queno le gustaba la estrategia de comunicación que le llevó a entrar en directo en el programa `Sálvame´ para hablar con Jorge Javier Vázquez, ni tampoco que se descolgara haciendo rapel con el aventurero Calleja desde un aerogenerador eléctrico. «Él tiene una estrategia y yo tengo otra», decía. A la presidenta andaluza tampoco le había gustado su propuesta de hacer funerales de Estado a las mujeres víctimas de violencia machista aún cuando fuera corregida posteriormente.

Ya nada fue igual entre ambos. Se miraban de reojo cualquier movimiento y la decisión de Pedro Sánchez de defenestrar a Tomás Gómez como secretario general de los socialistas madrileños, que acababa de ser elegido candidato a la comunidad en primarias, fue la gota que colmó el vaso. Díaz, Zapatero -irritado también poer el contínuo ninguneo y rectificación de sus políticas, como el ataque a la reforma del artículo 135 de la Constitución- y otros lo entendieron como una provocación y la andaluza empezó a preparar el terreno para segar la hierba bajo los piés al secretario general que ella había ayudado a encumbrar. Acataron la caída de Gómez pero esperaron su momento: las elecciones de diciembre de 2015.

Pero en la noche del 20-D ya vieron que desalojar a SáncheZ no iba a ser tarea fácil. El PSOE acababa de lgrar un nuevo record histórico negativo al caer de los 110 diputados logrados por Rubalcaba en 2011 hasta solo 90. Y a partir de ese momento el PSOE entra en barrena. Los barones y Sánchez, en un pulso que llegó haste el dramático Comité federal de octubre de 2016, empezaron a jugar a los gatos y el ratón con la convocatoria del 39 congreso. Porque, aunque ahora parezca mentira, él jugó con el calendario para hacer coincidir su reelección como secretario general con la candidatura a la Moncloa en las segundas elecciones. Y ahí la candidatura de Díaz a la Secretaría General volvió a reaparecer en escena, siquiera como amenaza a Sánchez para disuadirle de seguir mezclando el calendario orgánico con el institucional.

Sánchez aguantó, se presentó a las eleciones del 26-J y, contra todo pronóstico, con un PSOE ya en caída libre -bajó hasta 85 diputados- prefirió seguir por la senda de terceras elecciones antes que apoyar con la abstención la investidura de Mariano Rajoy. Como confesó en enero de este año el asturiano Javier Fernández, presidente de la gestora, ante el omité Federal: "nuestro problema era que todos sabíamos lo que teníamos que hacer, pero luego no sabíamos como ganar un congreso"… Y en parte así sigue el relato en el PSOE. Con un Pedro Sánchez redivivo y enarbolando la bandera de la militancia frente a una Susana Díaz que deberá desembarazarse de la imagen que le han endosado de "afín al PP" si no quiere tener una seria amenaza con su rival en las primarias de mayo.

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