Sánchez sigue sin explicar los 13 plagios desvelados por ABC

El presidente del Gobierno se apropió e incluso fusiló párrafos de otros autores ytampoco citó sus antiguos textos al elaborar su tesis doctoral

Portada del diario ABC del 14 de septiembre ABC

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La tesis de Pedro Sánchez a pocos interesaba hace dos semanas. Salvo a él mismo, claro, que se encargó de mantenerla bien custodiada en la biblioteca de la Universidad Camilo José Cela, lejos de internet. La cosa cambió el jueves 12 de septiembre. Aquella mañana el presidente del Gobierno desayunó con las vergüenzas de su tesis doctoral publicadas en las páginas de ABC. Javier Chicote, periodista de esta casa, desveló numerosas irregularidades encontradas en un documento que llevaba semanas estudiando a conciencia.

Plagios a otros autores, autoplagios a artículos que el propio Sánchez publicó meses antes, también ejemplos de plagio mosaico, más el uso de «citas trampa» para intentar ocultarlo todo. Aquello a la luz y la primera reacción del presidente del Gobierno fue una amenaza contra la prensa : «Emprenderé acciones legales, en defensa de mi honor y mi dignidad, si no se rectifica lo publicado».

Ni Sánchez ni el Gobierno ni tampoco sus compañeros de partido en el PSOE reconocieron lo evidente. Durante horas se afanaron en negar los ejemplos de plagio publicados por este diario. Ninguno de ellos censuró que Sánchez se hubiera apropiado en su tesis, por ejemplo, de un párrafo escrito por los profesores Cerviño y Rivera, de la Universidad Carlos III; tampoco nadie cuestionó que la tesis incluyera, sin citar, textos que Sánchez ya había publicado o que hubiera fusilado informes oficiales del Instituto Español de Comercio Exterior (ICEX). Únicamente la oposición, especialmente PP y Ciudadanos, amén de una gran parte de la sociedad, cargaron contra el Presidente.

El escándalo se trasladó esa misma mañana hasta la Universidad Camilo José Cela, donde Sánchez leyó su trabajo. Numerosos periodistas guardaron cola para ver el «incunable» en la biblioteca, ya que por entonces seguía sin estar publicado en internet, pese a que el líder del Ejecutivo aseguró en sede parlamentaria, que la tesis estaba en la red. Antes de que la universidad, después de varias horas de deliberación, decidiera proteger a Sánchez y no abrir una investigación pese a las evidencias de plagio académico, ABC adelantó un nuevo golpe a la línea de flotación de la honestidad académica del Presidente: el tribunal que evaluó a Sánchez no tenía experiencia y uno de sus miembros, incluso, había firmado con anterioridad un artículo académico al alimón con el líder socialista.

Ninguno de los examinadores era experto en el tema que defendió Sánchez y, además, uno de los doctores que lo integraron acababa de conseguir su título apenas dos meses antes. Nada de esto fue suficiente, ni para la universidad, ni para un determinado sector mediático ni para los socios de gobierno de Sánchez, que le arroparon negándose a admitir las nuevas pruebas expuestas por ABC.

La amenaza

Y el Presidente cumplió su amenaza, aunque sólo en parte. Era viernes y a esta casa llegó una carta certificada en la que Sánchez exigió una rectificación de las informaciones publicadas. La respuesta fue tajante. «Nos ratificamos», publicó este diario en su portada del sábado, cuando los lectores también pudieron leer cómo Chicote desmontó, punto por punto, la misiva presidencial. Por cierto, ante la presión y la exigencia de Pablo Iglesias, su socio preferente en La Moncloa, el Presidente subió a internet su tesis 52 horas después de asegurar que ya estaba en la red. Antes, su gabinete se ocupó de examinar con Turnitin y Plagscan, dos herramientas que detectan el plagio académico, la tesis. Los resultados fueron de un 13% de coincidencias en Turnitin y de un 0,96% en Plagscan.

Un día después comenzó la ofensiva del mundo académico. Doctores, catedráticos y doctorandos dieron testimonio del desprestigio que para ellos supone que el presidente del Gobierno incurriera en estas prácticas. A la vez, las empresas suministradoras de herramientas digitales contra el plagio levantaron la voz. El Gobierno y sus socios continuaban sin dar su brazo a torcer e incluso se permitieron hablar de un «caso cerrado». Este diario, sin embargo, no desistió y puso el foco sobre la Universidad, que en la época en la que Sánchez consiguió su título, necesitaba «fabricar» doctores para cumplir una ley de cuotas que le podría hacer perder titulaciones.

Albert Rivera, en una entrevista en exclusiva concedida a ABC, insistió por entonces en que Sánchez compareciera en el Congreso para despejar cualquier duda sobre su tesis; una opción que finalmente quedó descartada después de que sus socios blindaran al presidente del Gobierno. Eso sí, el PP le obligará a pasar ese mismo trago en el Senado.

Punto de inflexión

Con el paso de los días surgieron nuevos plagios. Como aquellos párrafos de un informe de la Oficina Económica de Zapatero, que también aparecieron sin cita en la tesis de Sánchez, que presentó ante un tribunal que debió tumbar la Camilo José Cela: dos de sus miembros no habían acreditado la trayectoria investigadora que precisaba la normativa general.

Plagscan, aquella empresa que detecta el plagio académico y que utilizó La Moncloa para defender la tesis de Sánchez, infligió un notable revés a Sánchez. Mediante un comunicado anunciaron que el gabinete del Presidente manipuló el análisis de la tesis para maquillar el grado de coincidencias encontradas en la tesis. A ellos, en lugar de un 0,96% de texto copiado les salió que hay un 21%. Duro golpe para el Gobierno, que tuvo que buscar nuevas excusas para intentar desacreditar la honesta investigación de ABC y el resto de medios que no se escondieron ante este caso.

El pasado jueves, El País, que hasta entonces no había cuestionado la integridad académica del Presidente –y cuyos opinadores, de hecho, habían llegado a atacar el trabajo de los periodistas de ABC–, destapó que Sánchez plagió casi 500 palabras de una ponencia de un diplomátic o en el libro sobre su tesis. Aquel ciclo de conferencias, celebrado en 2013 en la Camilo José Cela, lo organizó el propio Sánchez –ya doctor– con la ayuda de Juan Padilla, aquel otro doctor que le examinó y con el que escribió artículos académicos. Pese a la revelación, El País decidió mantener en un discretísimo plano otra información, quizá más relevante, y que señalaba que Sánchez cometió otros cinco plagios en su libro.

La historia continuará viva en las próximas semanas. Día que pasa, día que surgen nuevas informaciones y plagios, ya sean a documentos oficiales, notas de prensa o discursos de terceros. La bola de nieve crece cada vez más, igual que las dudas sobre Sánchez, quien tendrá que aclararlas ante el Senado. De momento, eso sí, de convocar elecciones o dimitir tras el escándalo no dice nada.

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