ERC podría seguir gobernando con Comunes y el apoyo externo del PSC

La fragmentación en el Parlament que anticipan las encuestas permitiría a ERC escoger entre repetir con Junts o pactar con la izquierda

¿Puede el Rey Felipe VI negarse a firmar los indultos?

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Cataluña camina hacia una «italianización» de su Parlamento, una fragmentación política que lejos de conducir a una mayor dificultad en la conformación de un nuevo gobierno, puede por contra ofrecer una mayor combinatoria y, lo que es más relevante desde el punto de vista político, y también social, una alternativa, con muchos matices, a la actual mayoría independentista, cuyos partidos comparecen más enfrentados que nunca . Con una Cataluña agotada, diez años después del inicio del proceso soberanista, la región podría comenzar a partir del 14 de febrero , fecha previsible de las nuevas elecciones autonómicas si la tercera ola de Covid no lo impide, la fase final del largo y pesado proceso de digestión del «procés», un recorrido que, en la práctica, comenzó hace tres años con las elecciones de diciembre de 2017 convocadas al amparo del artículo 155 de la Constitución.

Como señalaba la pasada semana a este diario el histórico dirigente del PSC Joan Ferran, Cataluña estaría afrontando una suerte de «segunda transición», el tránsito de una política que ha pivotado en la última década sobre el eje «nacional» a otra más dominada por el ideológico, una transición hacia cierta normalidad en definitiva. La cura de realismo que supone la crisis sanitaria y económica del Covid-19 ha contribuido sin duda a que la política catalana, tras unos años instalada en el bucle «procesista», comience a aterrizar en la realidad . El independentismo como corriente principal de la política catalana no desaparece ni mucho menos, así lo señalan las encuestas y coinciden los analistas, y de hecho podría incluso ampliar su ventaja, pero el «procés» tal y como lo hemos conocido hasta ahora, al menos en su fase unilateralista, sería ya un episodio del pasado.

Desmovilización

Paradójicamente, este cambio se produce cuando los partidos que abogan por la ruptura, y gracias a una anunciada desmovilización del voto constitucionalista, podrían ampliar su representación en la Cámara catalana, e incluso superar el umbral del 50 por ciento del voto popular, alimentando la fantasía -en eso anda ahora el independentismo en su corriente «mágica» o delirante- de una nueva intentona como la de 2017. Otro «putsch» a corto plazo en el que, pese a la retórica encendida, ahora ya en clave preelectoral, nadie cree, empezando por el partido que los barómetros señalan que puede ganar, y muy probablemente volver a gobernar, Esquerra.

El análisis de las diez encuestas hechas por el Centro de Estudios de Opinión (CEO) de la Generalitat desde los comicios de 2017, sumado a la cincuentena de estudios de medios de comunicación y otras instituciones -el último, ayer, de «El Periódico»- confirman varias tendencias: la consolidación de ERC como primer partido del independentismo , el desplome de Ciudadanos -de primera a cuarta fuerza-, y la irrupción de dos nuevos grupos -se da por segura la entrada de Vox, está por ver la del PDECat-. En conjunto, mayor atomización de la Cámara y mayor combinatoria.

La tendencia más clara de las encuestas es el severísimo retroceso de Ciudadanos, que de ganar las elecciones de 2017 con Inés Arrimadas de cabeza de lista con 36 diputados podría pasar a los 13-14 que les da el último CEO. La caída del partido naranja, ahora con Carlos Carrizosa de presidenciable, es paralela a la reordenación del espacio no independentista, donde no se da necesariamente un trasvase de escaños entre partidos en forma de vasos comunicantes.

La posibilidad de un frente constitucionalista nació muerta de inicio por la negativa del PSC de principio, y del PP después, partido este último que tras ser el primero en lanzar la idea de armar un Cataluña Suma junto a Cs, descartó la idea tras el acercamiento de los naranjas al PSOE y el aumento de sus propias expectativas electorales. La formación de Alejandro Fernández estaría ahora con opciones de meter a entre 8 y 9 diputados en el Parlament, más del doble que su resultado de 2017 (4 actas), cuando alcanzó su mínimo histórico, pero muy lejos aún de sus mejores épocas.

No hay vasos comunicantes

La principal novedad es la irrupción de Vox, en ascenso desde el primer CEO en el que aparecen con posibilidades de entrar (noviembre 2019), y con una horquilla de diputados de 7-8 en el último barómetro. El partido, con Ignacio Garriga de candidato, ansía dar el «sorpasso» a los populares.

El resultado que será determinante para conocer las posibilidades de construir una alternativa de gobierno a la previsible, y ya ensayada, de ERC y Junts, es el de los comunes -entre 7 y 9 según el último CEO frente a los 8 de hace tres años- y el del PSC. Negando de plano la posibilidad de integrarse en un nuevo tripartito de izquierdas que esté liderado por ERC, la opción que empieza a cuajar como única salida política es la de un bipartito comunes/ERC, con apoyo externo de los socialistas catalanes en la investidura y a lo largo de la legislatura. Una opción coherente con el nuevo papel de Esquerra como socio de legislatura del PSOE en el Congreso , y justificable por parte del PSC apelando al bien mayor que supondría mandar a Junts a la oposición.

Los socialistas podrían apelar a una suerte de reedición de la «vía Valls», cuando el ex primer ministro francés evitó que el Ayuntamiento de Barcelona quedase en manos de ERC dando su apoyo en la investidura a Ada Colau. Entre lo malo (Colau) y lo peor (ERC), Valls reivindicó la política útil e impidió que el republicano Ernest Maragall fuese alcalde. El PSC, estancado en los 23 diputados del último CEO (17 en 2017), podría jugar ahora con el mismo argumento justificando su apoyo a un gobierno independendentista en manos de ERC, contraponiéndolo al «peor» escenario que supondría que Junts, y por extensión Waterloo (Puigdemont), siguiesen mandando en Cataluña.

Todo este escenario pasa, claro, por que Junts no vuelva a ganar la partida a ERC como en 2017, y que la inquina entre los republicanos y el partido de Puigdemont no se diluya. Está por ver si la presión de la órbita «indepe» para reeditar un bipartito secesionista será mayor que las ganas de ERC de mandar a Junts a la bancada de la oposición . La posible entrada del PDECat de Àngels Chacón y su apelación al votante histórico de CiU podría quitar al bloque independentist a unos pocos puntos decisivos. El panorama se abre en Cataluña.

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