El «lobo español» se echa al monte

Tienen problemas de socialización, un perfil violento, algún contacto con la delincuencia y actúan por un detonante

Luciano José Simón, el vecino de Turieno escondido durante más de 20 horas tras huir de su casa EFE | Vídeo ATLAS

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A Luciano Simón, apodado como el Rambo de Cantabria, la Guardia Civil le dio 48 horas: volvería a su casa antes de ese tiempo. «Ni es cazador ni había tenido experiencia en el monte ni iba a contar con cobertura. En poco tiempo tendría que bajar a buscar comida o droga, estaría agotado y no sabría qué hacer». Los agentes acertaron en su diagnóstico: 19 horas tardó el huido en regresar al redil , su casa en Turieno, reptando, exhausto y sin la escopeta con la que se había enfrentado a tiros a ellos. En la noche, la había ido despiezando entre la maleza para no dejar rastro, de ahí que luego no fuera capaz de recordar los puntos exactos. Luciano ha ingresado en prisión. Hirió en un pie a un guardia.

Luciano es el prototipo de lo que algunos expertos en seguridad denominan el «lobo español» , a partir del concepto «lobo solitario» aplicado a los yihadistas que se radicalizaban solos hasta estar dispuestos a morir. «Nos surgen cada cierto tiempo, por lo menos uno al año, con un perfil muy similar», explican fuentes de la Guardia Civil.

« Son hombres con problemas de socialización , que han tenido algún conflicto con familiares o vecinos, de perfil violento, con contactos con la delincuencia en algún momento de su vida y hay un detonante que los activa, de forma que están dispuestos a matar con lo que tengan a mano».

«El solitario» en su juicio en la Audiencia Provincial de Madrid en 2014 Victor Lerena

La Guardia Civil tiene sobrada experiencia en este tipo de individuos: los atrincherados que se echan al monte, escopeta en mano. La Policía cuenta con un buen ramillete también, pero los suyos por cuestión de demarcación se suelen quedar encerrados entre cuatro paredes. Al rambo de Cantabria le han precedido lobos que derramaron sangre. Igor el Ruso es el ejemplo más cercano y violento: mató a dos guardias civiles y al dueño de una finca en diciembre, pero su perfil, con formación militar del Este, no se corresponde con el retrato de los de cuño nacional.

Hace dos años, la Guardia Civil de Toledo tuvo que recurrir -como esta semana- al GAR (Grupo de Accion Rápida), sus agentes de élite acostumbrados a perseguir a los comandos etarras, en busca de un maltratador peligrosísimo que había escapado durante tres semanas al cerco policial. Tres veces estuvieron a punto de apresarlo y tres burló el cordón. Secuestró y violó a su excompañera sentimental y la retuvo en una cabaña de Talavera hasta que ella logró huir. Criado en un pueblo de Ávila, conocía el campo a la perfección y tenía una reala de perros salvajes a su servicio que le alertaban si se acercaba alguien extraño. Aquellos días de julio de 2016, llegó a alimentarse de plantas porque ya no podía entrar en casas a robar. Pasó dos días metido en la tumba de un cementerio donde dio de nuevo esquinazo a los agentes; dormía entre la paja, en un molino abandonado, bajo unas piedras... Llegó a contar con seis escondites en el monte. Un miembro del GAR resultó herido en el operativo. «Yo no vuelvo a la cárcel», les aseguró cuando lo apresaron.

Cerrar la zona

En 2011, Tomás Rodríguez, «Tomasín», al que se llamó el Rambo del Tineo esquivó a las Fuerzas de Seguridad durante dos meses, oculto entre los montes de Asturias y León. La Guardia Civil tuvo que aplicar sus técnicas aprendidas en las largas esperas a etarras, ocultos en zonas imposibles. Se le buscaba por matar a su hermano.

«Igor el Ruso», en una fotografía policial ABC

Durante 13 años, el hombre más perseguido en España fue Jaime Giménez Arbe, «el Solitario» , que mató a dos guardias civiles en Castejón en 2004 y dejó un reguero de muerte y robos de bancos hasta que lo capturaron. No es el perfil del rambo autóctono por su planificación y finalidad, pero sí cumple el perfil antisocial, relaciones con la delincuencia y violencia extrema. Lo más llamativo era su estudiado plan de huida por caminos y rutas que plasmó en unos cuadernos exhaustivos y que le ayudaron a eludir la presión policial.

El Rambo de Moncayo tuvo en jaque hace 20 años a un centenar de agentes y mató a tres personas, entre ellas un teniente, con los montes sorianos como escondite. «No tienen reparos para matar», insisten las fuentes consultadas . «Lo importante en estos casos es contar con un perfil del individuo, saber si lleva o no teléfono y cerrar la zona, de manera que se queme y tenga que moverse. Las cámaras térmicas y los drones son una gran herramienta. Las primeras, en los apostaderos y los segundos, en la búsqueda, sin el ruido del helicóptero». Una cámara térmica marcó la llegada de Luciano Simón, reptando, sin escopeta, en el silencio en el que los guardias apostados ni respiraban.

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