Junqueras se presenta como un mártir y anuncia que el «procés» no acaba aquí

Sin contestar al fiscal ni rebatir los hechos que se le imputan, el ex vicepresidente de la Generalitat dice que «votar no es delito; impedirlo sí»

Junqueras y el resto de políticos presos, en el Supremo EFE

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Consciente en todo momento de que su de claración estaba siendo retransmitida en directo y que no hay mejor altavoz que un juicio histórico, el exvicepresidente de la Generalitat Oriol Junqueras se presentó ayer ante el Tribunal que juzga el «procés» como un mártir. Tanto, que por defender las reivindicaciones independentistas ilegales y reafimarse en que su utópica república todavía es posible, se le «olvidó» que se enfrenta a una petición fiscal de 25 años de prisión, la mayor de todos los procesados en la causa.

Junqueras prefirió reforzar su liderazgo en las filas independentistas -fiando su futuro a una medida de gracia o a un milagro- que rebatir su participación en los delitos que le atribuyen las acusaciones. De ahí que sólo respondiera a su defensa en un interrogatorio con una puesta en escena muy cuidada. «Estoy convencido de que se me acusa por mis ideas y no por mis hechos; estoy en un juicio político y me considero un preso político». Esas fueron sus primeras palabras.

No se esforzó en rebatir ninguno de los hechos delictivos que le imputan, pero sí en repetir hasta la saciedad que «votar no es delito; impedir el voto por la fuerza sí». El líder de ERC se atrevió a interpretar a su medida la Constitución -« el derecho de autodeterminación se debe asumir por la aplicación del derecho internaciona l»- y el papel del TC como garante de la Carta Magna -«si el TC quiere limitar consecuencias jurídicas de una decision puede hacerlo, pero el debate (parlamentario) debe ser preservado»-. «Nada de lo que hemos hecho es delito», insistió.

Un marco de convivencia

Pese a saber que el riesgo de reiteración delictiva es una de las razones de peso que lo han mantenido en prisión durante el último año y medio, Junqueras se reafirmó en su idea de república catalana, que sigue considerando posible, e insistió en que cuando hay una reivindicación ciudadana pacífica se le debe sar una salida. «Lo seguiremos intentando sea cual sea el resultado de este proceso», dijo, en referencia a la futura sentencia. Ignoró todas las ilegalidades que cometió el «procés» y que lo que la Justicia persigue es el cauce elegido, fuera de la ley, no el destino.

Aseguró también que el independentismo no reniega de España, sino que trata de crear un «mejor marco de convivencia». « Amo a España, a las gentes de España, a la lengua y la cultura española », expresó. Y la mejor forma de garantizar esas relaciones es un «reconocimiento entre iguales».

En esta línea argumentó que el derecho a la autodeterminación ha sido aplicado en «innumerables ocasiones en democracias occidentales tan consolidadas como Suecia, Reino Unido, o Canadá». Sin embargo, nosotros «nos sentamos en una mesa de diálogo en la que la silla de enfrente siempre está vacía», dijo respecto a lo que él vende (también internacionalmente) como el intento del independentismo por hablar con el Gobierno central. Ayer en la silla de enfrente había siete magistrados.

Situó el pistoletazo de salida del plan secesionista en el fallo del TC sobre el Estatuto de Autonomía de 2006, una resolución que ajustó la norma autonómica a la Constitución y que, según él, lo «devastó» y provocó una «situación de orfandad en la sociedad».

Junqueras negó la existencia de violencia durante el «procés». También que en la reunión del 28 de septiembre, los Mossos advirtieran al «govern» de que si se mantenía la votación del 1-O se podrían generar episodios violentos. Según el procesado, en ningún momento se planteó ese escenario porque la ciudadanía catalana siempre se ha manifestado de forma pacífica y eso era lo que se esperaba que sucediera, «como así fue». Especialmente llamativa fue su visión sobre el asedio del 20-S a las puerta de la Consejería de Economía, que la comisión judicial tuvo que abandonar por la azotea ante el acoso independentista y la violencia empleada en vehículos de la Guardia Civil. «Aquella fue una concrentración respetuosa y pacífica, con claveles y cánticos dedicados a la madre de Dios».

Podrán hablar en catalán

Al inicio de la sesión, el Tribunal resolvió algunas de las cuestiones previas planteadas por las partes. Aceptó que los procesados se sienten en estrados con sus abogados en vez de en el banquillo de los acusados para facilitar la comunicación entre ellos (todos quisieron quedarse), y permitió que utilicen la lengua catalana si así lo desean, aunque sin traducción simultánea.

Por contra, aceptó la testifical del exministro Juan Ignacio Zoido y rechazó la acumulación de las causas del 1-O abiertas en otros juzgados -por el riesgo de una «metástasis documental»-; la suspensión del juicio hasta que las partes dispongan de la documental aceptada, y la testifical de Puigdemont, pues «no se puede venir por la mañana de acusado y por la tarde de testigo».

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