ENTREVISTA. JAMES COSTOS, EX EMBAJADOR DE EE.UU. EN ESPAÑA

James Costos: «El relevo del Rey evidenció lo fuerte que es la democracia en España»

«Sólo el secretario del Tesoro se negó a venir: ‘‘España está haciendo las reformas adecuadas. Yo solo viajo a países que van mal’’», me dijo

El ex embajador en España, durante la entrevista Belén Díaz

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James Costos (Lowell, Massachussets, 1963) irrumpió en la escena diplomática española en septiembre de 2013 con estilo propio e innovador. La suya fue «una diplomacia de pista de baile» , tal y como acuñó un reportero estadounidense. Eso sí, su primer acto oficial –vaya por delante lo importante– fue en la base naval de Rota (Cádiz) por el 60 aniversario de los acuerdos de defensa entre la España de Franco y los EE.UU. de Eisenhower.

Hasta enero de 2017, cuando terminó su misión en la Embajada de EE.UU. con la victoria de Donald Trump, por el número 75 de la calle Serrano acudieron a la misma mesa variopintas personalidades en reuniones de trabajo y celebraciones.

Ahora vive a camino entre Los Ángeles, Nueva York y Madrid, «cambiamos de escenario cada dos o tres semanas». Entre sus clientes españoles se encuentran el FC Barcelona, el banco de inversión PJT Partners, el Instituto de Empresa o el Museo Reina Sofía. Estos días presenta su libro «El amigo americano. El hombre de Obama en España» (Ed. Debate), pergeñado junto al escritor Santiago Roncagliolo.

Recibe a ABC en la casa-palacete que ha alquilado en el distrito madrileño de Salamanca: «Mi pareja Michael y yo decidimos permanecer aquí tras nuestro paso por Madrid». Costos, hijo de un marine y nieto de un inmigrante griego, fue testigo y actor privilegiado de los cambios que acontecieron en una España vertiginosa: la abdicación de Don Juan Carlos , la irrupción de Podemos y Ciudadanos, visitas de Rajoy o Felipe VI a EE.UU., la propia de Barack Obama a España, o la creciente tensión en Cataluña.

–En una cena por el Día de Acción de Gracias sentó a su lado a Manuela Carmena, a Richard Gere y su ahora esposa, Alejandra Silva, al director del CNI, Félix Sanz Roldán, o a un periodista entre otros invitados... ¿No temía que algo no saliese bien?

–El arte de la diplomacia consiste en cultivar las relaciones y ser consciente de que éstas son lo más importante para luego construir políticas. Si no tienes la facultad de construir nuevas relaciones, es difícil que obtengas algo a cambio. Y las relaciones deben ser a todos los niveles. No todos reciben esa «mezcla» o variedad como algo positivo. Puede ser arriesgado invitar a un mismo evento a un pintor, un banquero, un actor o un almirante. Pero era mi estilo. Temes ser criticado por los medios o por tu propio equipo de la Embajada pero había que explicar a la gente lo que estaba haciendo. Y esa «mezcla» era parte de mi estrategia.

«La visita de Obama a Rota dejaba claro un mensaje: la importancia que se daba a las relaciones militares»

–En su libro relata momentos clave de la historia reciente de España. La llamada de Obama a Don Juan Carlos tras abdicar, la relación entre el entonces presidente estadounidense y Felipe VI. ¿Cómo vivió el primer relevo de un Rey español en democracia?

–Fue increíble ver cómo ese relevo acontecía sin el mínimo contratiempo. Fue un hecho histórico que evidenció lo fuerte que es la democracia española. Es muy importante reconocerlo.

–De la visita de Obama a España, en julio de 2016, ¿guarda algún secreto?

–[Se ríe] No, no. Estaba previsto para tres días espectaculares pero finalmente tuvimos que reducirlo a 24 horas por la muerte de cinco agentes en Dallas a manos de un francotirador. Obama procedía de la Cumbre de la OTAN en Varsovia. Me dijeron que iban a anular el viaje a España pero tuve la oportunidad de hablar un minuto con el presidente. Lo aproveché para mostrarle la importancia de su visita. Y le formulé una alternativa: en vez de un viaje sería una escala. La única condición que me puso era que debía durar 24 horas para encontrarse el lunes en el Despacho Oval. Y así procedimos. Su estancia en España, aunque acortada, simbolizó la enorme importancia que EE.UU. le daba a España. Hubo dos consignas: mantener el encuentro con las autoridades y Rota.

–¿Por qué mantuvo la visita a Rota?

–Mandaba un mensaje claro: la importancia que dábamos a las relaciones militares con España. Era la primera vez que un presidente de EE.UU. visitaba esas instalaciones . Todo respondía a un diseño minucioso. En el libro dedico tres capítulos a cuestiones militares dada la crucial relación que teníamos en ese ámbito, algo que por otra parte no es del todo entendido por la población española.

Costos fue embajador en Madrid de 2013 a 2017 B.D.

–Dos años antes, en enero de 2014, el presidente Mariano Rajoy visitó al fin el Despacho Oval. En su libro revela que esa visita estuvo a punto de cancelarse. ¿Por qué?

–Antes de mi llegada como embajador comencé a concebir esa visita anhelada por España. Moví los canales oficiales en el Consejo de Seguridad Nacional y el Departamento de Estado. Una visita a ese nivel requiere toneladas de burocracia. Tras seis semanas viviendo en Madrid me dieron luz verde, siendo Rajoy el primer líder que recibiría Obama en 2014. Cuando me disponía a reunirme con Jorge Moragas, jefe de gabinete de La Moncloa, un miembro de mi equipo me advirtió que «había surgido un problema y se iba a anular la visita». Decidí obviarlo y acudí a la cita con un entusiasta Moragas pues yo aún no había recibido llamada alguna. Y, efectivamente, esa visita se iba a anular porque algún esbirro gris del Consejo de Seguridad Nacional había decidido que la visita sería inconveniente por un asunto interno español completamente irrelevante. No puedo revelar qué era por tratarse de información confidencial. Era absurdo y peleé por mantener el viaje. Se había anulado pero no me rendí. Viajé a Washington y pedí cita con Obama en el Despacho Oval, quien distinguió lo importante de las tonterías: «No va a haber problema. La visita sigue adelante», me dijo. Aún recuerdo el gesto de Rajoy en cementerio de Arlington, donde homenajeó a los militares estadounidenses caídos en combate.

–Una visita que marcaría el resto de su gestión en la Embajada...

–Así es. La mayoría de los secretarios y altos funcionarios visitaron España en esos tres años y medio. Sólo faltó el secretario del Tesoro [análogo a ministro de Economía], Jack Lew, que se excusó con un «España está haciendo las reformas adecuadas. Yo solo viajo a países que van mal».

–Y en su primer Día del Orgullo Gay colgó la bandera arcoiris en el mismo mástil que la de EE.UU. ¿No le tomaron por loco?

–Todo lo contrario. En la Casa Blanca me apoyaron. Fui uno de los seis embajadores «gays» de la Administración Obama, y creí que era valioso promover ese gesto simbólico de la bandera. Nos asesoramos mucho sobre cómo hacerlo, incluso con llamadas al departamento de protocolo de la Casa Blanca. No quería ponerla ni encima del edificio ni en otro mástil, eso sería reconocer que somos de segunda clase. Y la izamos junto a la de EE.UU. con los marines.

–¿Está detrás de que la Liga de fútbol juegue algún partido en EE.UU.?

–No, no estoy detrás. Sólo trabajo para el FC Barcelona fundamentalmente en EE.UU. y su fundación. No obstante, espero que La Liga y el Gobierno español tomen una decisión correcta para permitir que ese tipo de partidos se produzcan en EE.UU. : es bueno para el fútbol, es bueno para la marca de la Liga y es bueno para España. También es importante para EE.UU. donde el «soccer» crece de modo exponencial.

–¿Qué piensa del presidente Trump?

–No quiero hablar mucho sobre ello. El presidente Trump se enfrenta a la reelección en dos años. Ahora, en noviembre, hay elecciones «midterm» (Cámara de Representantes, un tercio de senadores, gobernadores...) que serán un indicador del país. Los demócratas tendrán su oportunidad.

–Conoce bien a Michelle Obama. ¿La ve como candidata en 2020?

–No.

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