Gibraltar, la ilusión del Brexit (y III)

«Lo que no sabemos es si lo aceptaría la Unión Europea que iba a encontrarse con una frontera abierta a un paraíso fiscal más o menos encubierto»

El peñón de Gibraltar fotografiado en 2017 Francis Silva
José María Carrascal

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El Brexit fue una sorpresa para todos, incluidos muchos británicos, y para los gibraltareños, un susto de muerte . Estaban en la Unión Europea a través del Reino Unido y, de salir éste, salían ellos, acabándoseles lo de vivir de España bajo el paraguas inglés. Más, cuando Bruselas dio a España derecho a veto si no estaba de acuerdo con la situación final de Gibraltar. Con lo que se abría la posibilidad de recuperarlo. Hoy, un sueño que puede convertirse en pesadilla.

Que Rajoy centrara sus esfuerzos en la economía trajo como consecuencia el descuido del resto de los problemas. Tras la aparatosa irrupción de Margallo en el tema Gibraltar , Dastis aparcó el tema soberanía y apuntó al aeropuerto, sin insistir, para centrarse en asuntos prácticos. Ingleses y gibraltareños vieron el cielo abierto, que se les despejó con la llegada al poder de los socialistas, que siempre han visto tufo franquista en el tema Gibraltar , cuando durante los tres siglos que lleva el proceso, gobiernos de todos los colores han defendido la reivindicación hasta el de Zapatero y Moratinos, aunque también es verdad que a los demás les engañaron.

Los cuatro dilemas de Gibraltar

Las negociaciones actuales se han centrado en cuatro aspectos: la fiscalidad , infinitamente menor en el Peñón, el contrabando de tabaco (si los gibraltareños fumaran todo el que importan no harían más que fumar), el medio ambiente (para que no viertan su basura al mar y se comprometan a no ampliar su territorio con rellenos que están cambiando el ecosistema), y el cruce de la Verja , que quieren «fluido» sin objeciones nuestras: «Son fundamentales –dijo Pedro Sánchez en la cumbre de Salzburgo- los derechos de los que están en Gibraltar y en su Campo, así como el compromiso de Gibraltar en el desarrollo socioeconómico de éste». Es lo que temo, al ser precisamente lo que quieren los gibraltareños, que vienen buscando una expansión en su entorno, o sea, un Gran Gibraltar. Por parte española se esgrimen los «10.000 trabajadores que cruzan la Verja cada día para ganarse el pan».

Pero cuando quiso dárseles un pase para facilitárseles el cruce , sólo se apuntaron 160. Seguro que hay más, pero no quieren «retratarse», por algo será. Y de lo que no se habla es de los gibraltareños que la cruzan al terminar sus horas de oficina para dormir en España. Recibo cartas de residentes en Sotogrande indignados por «la arrogancia de esos gibraltareños que llegan en cochazos a sus mansiones sin pagar aquí impuestos». En Gibraltar hay miles y miles de sociedades dedicadas a todo tipo de negocios , financieros especialmente, cuyos empleados y personal de limpieza pueden ser españoles, pero los directivos viven en las más confortables urbanizaciones del entorno. Por no hablar de los almacenes que encuentran a mucho mejor precio en cualquiera de esas localidades.

De hecho, Gibraltar, con la tercera renta per capita del mundo , tiene compradas allí muchas voluntades en todos los niveles sociales, profesiones y partidos políticos. Es más: me atrevo a decir que su influencia llega a Sevilla, donde Picardo y sus consejeros son siempre bienvenidos y hallado eco favorable.

De tener la llave de la Verja y del «veto» al tratado final del Brexit ya nadie habla

Entonces, me preguntarán ustedes, ¿en qué estado se encuentra el tema Gibraltar en este momento? Según las últimas noticias Pedro Sánchez y Mrs. May cerraron el acuerdo en una breve conversación en el ascensor durante la última cumbre de jefes de Estado y Gobierno en Bruselas, que tan mal acabó. Como se nos dice que la última oferta española sobre el aeropuerto –dos áreas, una controlada por España para los vuelos del espacio Schengen y otra para los vuelos al resto del mundo–, ha sido rechazada, habrá que pensar que los acuerdos antes descritos prevalecerán, con gran deterioro para nosotros, ya que los ingleses obtienen lo que desean: el tráfico «fluido» por la Verja.

Incluso mejorado, pues si hasta ahora lo controlábamos nosotros bajo la supervisión europea, en adelante garantizaríamos la fluidez. De tener la llave de la Verja y del «veto» al tratado final del Brexit ya nadie habla. Mientras los gibraltareños se frotan las manos pues han obtenido lo que siempre han soñado: luz verde para expandirse en su entorno sin restricciones. Y de su incorporación a España, olvidémonos para siempre. Pero habrá sido con nuestra aceptación. Aunque si Cataluña no importa a algunos, ¿qué les importará Gibraltar?

Lo que no sabemos es si lo aceptaría la Unión Europea que iba a encontrarse con una frontera abierta a un paraíso fiscal más o menos encubierto en su punta sur. Y falta aún por roer el hueso más duro: la frontera norirlandesa, que puede hacer descarrilar todo el proceso. Para mi, que no haya acuerdo general sobre el Brexit sería lo mejor, porque sin él, no habría acuerdo sobre Gibraltar. Y, como dice la frase de moda, «Un no acuerdo es mejor que un mal acuerdo».

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