Errejón: «Somos un país fracturado, debemos reconstruir el acuerdo»

El candidato de Podemos a la Comunidad de Madrid habla con ABC en el día del 40º anviersario de Constitución

El candidato de Podemos a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, Íñigo Errejón EFE
Ana I. Sánchez

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¿Dónde estaría España sin la Constitución?

Sin la lucha por la libertad y contra la dictadura y sin el acuerdo constitucional es posible que el período autoritario se hubiese extendido más aún, cada vez más deteriorado políticamente.

Aún así tiene una visión crítica de la Carta Magna.

Con el golpe de la crisis económica y las políticas injustas desarrolladas para hacerle frente, millones de españoles comprobamos, cómo el derecho a la vivienda digna o a un empleo se incumplían sistemáticamente; cómo los grandes poderes financieros podían poner de rodillas la soberanía nacional o cómo el principio de progresividad fiscal de una sociedad que cuida de los suyos se quedaba en papel mojado. En España la gente ha cumplido sus compromisos y obligaciones pero los privilegiados han roto todos los compromisos. Por eso hay que reconstruir el acuerdo de país. En materia territorial, el pacto entre generaciones, el equilibrio social e igualdad de oportunidades, hoy somos un país fracturado.

Su líder es el únido de los grandes partidos que no celebra la Constitución.

Desde que soy diputado he estado en todos los actos de conmemoración en el Congreso. Para mí la mejor conmemoración es el agradecimiento a quienes nos precedieron y la voluntad de hacer nuestra tarea como generación, que no es enmendarle la plana a las anteriores sino modernizar y recomponer un acuerdo de convivencia que hoy, por desgracia, está roto. Eso es sustituir un país con reglas iguales para todos por la ley de la selva: el despotismo de los más fuertes. Ese camino no sólo es injusto, además es ineficaz para el desarrollo económico.

Es una gran diferencia entre ustedes.

No tengo demasiado interés en las discusiones históricas sobre lo que fue o lo que pudo haber sido hace 40 años: me parece más productivo y urgente el debate sobre cómo encarar el futuro como país y no sobre fragmentos del pasado.

¿Por qué han dejado la izquierda y la derecha de ponerse de acuerdo?

La democracia no es la ausencia de diferencias, sino el acuerdo de que las vamos a resolver en una disputa intelectual, institucional y electoral en la que el otro no es un enemigo, sino un adversario. Para que podamos levantar un proyecto nacional es necesario que haya algunas grandes cuestiones en las que, por encima de las diferencias, nos pongamos de acuerdo, rememos juntos. Hoy estamos en un período de transición, en el que tenemos que volver a definir nuestro rumbo como país. Es lógico que el debate se intensifique, pero a veces tengo la sensación de que el debate político y las preocupaciones en la calle van por caminos diferentes. Para mí, lo esencial es enfrentar la desigualdad, modernizar y diversificar nuestra economía -teniendo muy presente el reto ecológico- y reforzar una democracia de calidad.

Necesitamos escucharnos

¿La incapacidad para el debate constructitvo está impidiendo resolver problemas como el catalán?

Sí, además aleja de la política de la ciudadanía. Aunque no esté de moda defenderlo, necesitamos un debate más pausado, que no cabe en 140 caracteres, más deliberación, discusión con menos prejuicios y menos urgencias. Necesitamos elevar el nivel del debate, escuchar más, apuntar a los problemas de la próxima década, no sólo de la próxima semana, y abandonar la política de trincheras.

¿Sería capaz de modular su posición en aras de un acuerdo general?

La práctica política te obliga a hacerlo. No sólo porque en la discusión el que piensa distinto pueda convencerte, sino porque, por puro pragmatismo, solo son duraderos los cambios que incluyen a las grandes mayorías. En discusiones sobre la reforma de la ley electoral para hacerla más justa estamos llegando a acuerdos, que espero sean definitivos, con fuerzas muy alejadas de lo que yo quiero para España. Y sobre nuestro rol en Europa deberíamos tener una estrategia que no fuese objeto de bandazos ni sirviese de munición a nadie.

¿Cómo pueden ganarse los políticos el respeto d los ciudadanos de nuevo?

La política no se evapora o se esfuma: si la gente corriente y trabajadora la abandona, la política la harán exclusivamente los privilegiados en favor de sus intereses privados. Es necesario sacar a la política de su impotencia: una de las razones que más la desgastan es la percepción de que no sirve para nada, de que los poderes y las fuerzas que marcan nuestra vida cotidiana no están en los parlamentos o ayuntamientos. Es necesario recuperar la soberanía popular y afirmar una política valiente que no tema enfrentarse a retos históricos y resistencias poderosas. Y es necesario que los políticos permanezcan apegados a sus representados, con canales bidireccionales de rendición de cuentas.

¿Cuáles cree que son los mayores retos del país?

De este atolladero sólo salimos juntos, que nadie se piense que se sale sólo pisándonos los unos a los otros. La reconversión ecológica de nuestra economía, la bajísima natalidad y dificultades para formar una familia, la sostenibilidad de las pensiones, la pobreza y desigualdad crecientes que cuartean nuestra sociedad y confianza en el futuro, o los retos de la economía digital y la robotización están entre las transformaciones históricas de mayor alcance. No hablamos de cambios que podamos decidir si suceden o no. Lo que hemos de decidir es si nos adelantamos y los gobernamos o, por el contrario, nos pasan por encima.

Gobernar los cambios

¿Qué medidas deben tomarse para otros 40 años de convivencia?

Hay que construir de nuevo el orgullo de pertenencia a una Patria que no se construye contra nadie sino sobre la solidaridad cívica: que cuida de los suyos y que no deja a nadie atrás. hay que volver a construir una ciudadanía fuerte, una libertad positiva: no se es libre sólo por poder votar cada cuatro años, también por tener condiciones para aspirar a una vida digna a salvo del miedo a no llegar a final de mes. Ese sí es un proyecto que genera adhesión, seguridad y optimismo para el futuro. Las sociedades no permanecen juntas solo por códigos jurídicos también por un lazo social, un afecto, que hay que recuperar. En toda Europa soplan vientos de insolidaridad, de hacer política con el miedo o el odio al más desfavorecido. En España podemos enorgullecernos de no haber sucumbido a ese fenómeno.

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