Álvaro Martínez - Postales desde Vigo

La dura resaca de las Mareas

Álvaro Martínez
Vigo Actualizado: Guardar
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«Las Mareas son una catástrofe para los ayuntamientos como nunca se había visto. Son peores de lo que podíamos pensar en nuestros vaticinios más pesimistas». Quien habla es Abel Caballero, alcalde socialista de Vigo al que del Arenal a Castrelos le han puesto el remoquete de «Abel-Atón» por su faraónica hegemonía política en la ciudad. Consiguió la única mayoría absoluta de todas las grandes ciudades de España: 51,3 por ciento de los votos y 17 concejales de 27 en los comicios de 2015. Donde se muestra bastante menos locuaz es a la hora de explicar por qué entonces su partido sirve de costalero a las Mareas para que gobiernen en La Coruña, Ferrol y hasta en la capital de Galicia, Santiago, a la que su alcalde, Martiño Noriega, «tiene hecha unos zorros», según Caballero.

«Quieren copiarme a mí, pero lo hacen mal», sostiene «Abel-Atón», que parece que no tiene abuela ni pelos en la lengua: «Cómo voy a tenerles respeto si hasta quieren cerrar la Citröen». En Vigo, las Mareas tienen tan poca fuerza como las del mar Mediterráneo: tres concejales.

Aunque han moderado algo su fogoso comienzo de legislatura, a los responsables de los ayuntamientos populistas les cuesta horrores no entrar en colisión contra los malignos tótem que manejan en su ideario radical. Xulio Ferreiro, alcalde coruñés, es especialista en abrir frentes de colisión con las grandes corporaciones industriales o comerciales. Debe ser por lo del capitalismo, todo un veneno para los «perro-gaitas», como aquí les motejan con sorna maligna sus adversarios...

Ferreiro mantuvo una batalla contra la Autoridad Portuaria poniendo toda clase de pegas a los túneles de la Marina y Parrote que han permito ampliar y dar más vida a la zona peatonal añeja al puerto deportivo, a un paso de María Pita. Hasta que intervino la Abogacía del Estado no entregó la obra. Entre tanta guerra contra los gigantes, las pequeñas batallas pasan a un segundo plano. La Coruña está objetivamente sucia, como reconoció este verano la propia responsable del área. Están en ello, pero arreglar esto, o cumplir la promesa de refinanciar servicios públicos, es más difícil que quitar el retrato del Rey del despacho, como hizo nada más llegar.

En general, las Mareas ven una grúa, una nueva infraestructura o una gran empresa y dan un respingo, tuercen el gesto y se ponen en guardia. La concejala de Igualdad de Ferreiro, por ejemplo, amadrinó un documental, formato «auto de fe del medievo», para demonizar a Amancio Ortega, quien ha sembrado de empleo y prosperidad la ciudad de la Torre de Hércules.

Ni una vela al Apóstol

Similar desafecto parece mostrar Martiño Noriega hacia la catedral compostelana, principal polo turístico de la ciudad y referente mundial gracias al Camino que conduce hasta ese prodigio en piedra labrado por el maestro Mateo. El alcalde no pisa el templo ni en la Ofrenda a Santiago ni el 30 de diciembre, cuando se conmemora el traslado de los restos del Apóstol desde Jafa hasta Galicia. Que no y que no, un laicismo a machamartillo que ignora la tradición y que Santiago y la catedral son exactamente lo mismo desde hace once siglos más o menos. Mientras, la asociación de comerciantes del casco histórico le inundan de notas de queja por el libre albedrío de los mendigos que hace meses tomaron el centro y esos baches, modelo trinchera, que hieren la imagen de la ciudad sin que el Ayuntamiento ataje el problema.

Otro de tanto ocurre en Ferrol con el alcalde Jorge Suárez, que gobierna en coalición con los compañeros socialistas de Caballero y el BNG. En la calle Real, nervio comercial de la villa, se levanta una modesta estatua de homenaje al capuchón (que aquí es como se conoce a los nazarenos) que fue inaugurada, naturalmente, antes de la llegada de la Marea al Ayuntamiento. Desde entonces, Suárez ha tenido varios conflictos con las cofradías de la Semana Santa ferrolana, declarada de Interés Turístico Nacional y que en 2016 cumplió cuatrocientos años, cuando las mareas solo estaban en el mar. Suárez hubo de claudicar de su intención de eliminar la subvención municipal de 70.000 euros para un acontecimiento que, con 300.000 visitantes, deja en la ciudad 30 millones de euros. Al final, accedió a dar la mitad cuando se le plantaron las cofradías y le recordaron que un 25% de los ferrolanos es directamente cofrade. Entretanto, anda el Ayuntamiento con los presupuestos prorrogados desde 2015 porque no hay manera de que saque los nuevos adelante.

También, son múltiples las voces que en Coruña y Santiago mantiene el marasmo administrativo y la parálisis de unos gestores entretenidos en luchar contra sus fantasmas.

Fumando en la bañera

Además de su impericia, el populismo recibe críticas a su imagen, pues sus formas no le ayudan. Como cuando el propio Suárez, que representa a los ferrolanos, recibió a altos militares de la OTAN, uniformados de gala, vestido como si viniera de un «after». Tiempo después salió en la redes sociales una foto suya fumando en la bañera del cuarto de baño del despacho con el concejal de Cultura, Suso Basterrechea. «Nunca fuimos ángeles», se justificó el edil.

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