El «cerrojazo» acaba con la droga en las cárceles

La buena noticia, paradójicamente, aumenta el riesgo de incidentes entre los internos que consumen estupefacientes en prisión de forma ilegal, que ahora no tienen acceso a esas sustancias

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Interior de la cárcel madrileña de Valdemoro ÁNGEL DE ANTONIO

A veces, las buenas noticias provocan consecuencias negativas . Eso es lo que comienza a ocurrir en las prisiones españolas, donde la tensión entre los internos es cada día mayor, aunque la situación sigue bajo control . En contra de lo que algunos pudieran pensar, esa mayor irascibilidad no se debe a que la población penitenciaria esté en contra de las medidas que se han tomado para protegerla, sino a que las mismas provocan problemas en las comunicaciones con sus familias, que ya solo pueden ser telefónicas; en el ingreso de los peculios -dinero que se ingresa en unas «cuentas corrientes» carcelarias a su nombre para que puedan hacer compras, como café y tabaco- y, también, en la posibilidad de acceder a drogas ilegales, que a pesar de la ejemplar lucha de los funcionarios por acabar con ese trapicheo dentro de los centros es una realidad.

Las medidas de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias para evitar que el virus entre en las prisiones fueron en general aceptadas como un mal menor por los reclusos , a pesar de que se suspendían los «vis a vis», los permisos de salida y se obligaba incluso a una reorganización de las cárceles para poder tener una zona concreta dedicada a los posibles aislamientos a los que hubiera que hacer frente. Esto obligó a que algunos presos que disponían de celda particular hayan tenido que empezar a compartirla con un compañero, lo que siempre complica la convivencia.

Otra de las consecuencias de ese «cerrojazo» en las prisiones, que incluye a miembros de ONG y otros grupos que realizan actividades dentro de las cárceles, ha sido la reducción al mínimo de lo que técnicamente se conoce como «activdad tratamental» ; es decir, la participación de los presos en talleres, programas o actividades educativas, que además de lo que suponen de ayuda a su proceso de reinserción sirven también para que estén ocupados y lejos de esas horas muertas de patio, con absoluta inactividad , que son perfecto caldo de cultivo para conflictos.

Pero con el paso de los días se han producido otros «efectos colaterales» que están obligando a la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias a tomar medidas sobre la marcha para aplacar en lo posible el malestar y el nerviosismo dentro de los módulos .

El primero, como se ha señalado, es el corte radical de entrada de drogas en prisión, una noticia sin duda positiva pero que también tiene consecuencias en la convivencia entre internos. El tráfico y consumo de estupefacientes intramuros es una realidad incuestionable -solo el año pasado al menos murieron 53 internos por consumo- , y Prisiones lanzó en diciembre una campaña para atajar el problema.

El cierre al exterior de los centros ha demostrado, como se sabía, que la entrada de estupefacientes se debe, mayoritariamente, a que la introducen los familiares y allegados de los reclusos en comunicaciones personales. Al estar prohibidas, esta vía ha quedado cegada y el desabastecimiento es casi total. El nerviosismo que genera esta circunstancia a los toxicómanos, los síndromes de abstinencia, la tentación de hacer cualquier barbaridad por conseguir droga es, sin duda, un factor potencialmente desestabilizador y preocupa mucho a responsables y funcionarios de Prisiones.

Sin blanca

El segundo factor problemático es el del ingreso del peculio a los presos, que aunque puede hacerse desde una entidad bancaria o giro postal la mayoría de los familiares lo hacen de forma personal en los centros. Al no estar permitida su entrada ahora, muchos reclusos vieron el martes -día que se hacía el cargo- que no tenían un euro, ni siquiera para café o tabaco, productos de primera necesidad para la convivencia en los módulos .

También se han producido incidentes curiosos, como el protagonizado por un preso de Jaén que tenía una deuda económica con un compañero y para intentar evitar el pago no se le ocurrió otra cosa que propinar un puñetazo a un funcionario para que le sacaran del módulo ...

También, claro, está habiendo protestas de los presos, que han visto cómo los contactos con sus familias, para ellos imprescindibles para su equilibrio emocional, se han sustituido por llamadas telefónicas , cuya organización, además, se ha complicado por la decisión de ampliarlas para tratar de paliar el aislamiento. De momento, Prisiones ha decidido que los presos sin recursos puedan hacer llamadas telefónicas de forma gratuita . Los cafés y el tabaco, de momento, siguen sin solución, aunque se está en ello.

«Cada día que pasa los nervios aumentan, y eso se va a traducir en más confictividad ... La situación es delicada, pero está controlada», insisten desde Instituciones Peniteciarias.

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